Fundado en 1910

Las consecuencias de la guerra impiden que nada se desarrolle correctamenteGTRES

Gastronomía

Así afecta la guerra de Ucrania a la alimentación española

La geoestrategia de los alimentos que finalmente dan forma a un sencillo menú en su casa se está jugando en una peliaguda partida de ajedrez internacional

Llevamos más de un año de guerra en Europa. Y los suministros de alimentos que provienen de Ucrania se siguen viendo afectados; una cuestión complicada, ya que Ucrania es uno de los mayores exportadores mundiales de maíz, de trigo, cebada y aceite de girasol. Además de fertilizantes agrícolas, imprescindibles en la primera fase de producción de alimentos, de manera que su presencia y repercusión en los mercados internaciones es sustancial. El tablero internacional de la producción y logística de los cereales está bullendo en una partida compleja.

Debido a los severos contratiempos causados en todo el mundo por la escasez de alimentos, el pasado 22 de Julio de 2022, Ucrania y Rusia, exhortados por las Naciones Unidas, acordaron la creación de un corredor para su exportación en el Mar Negro. Para lo cual se dispuso de los puertos de Odesa, Yuzhny/Pivdenny y Chornomorsk, estableciendo a partir de ellos una ruta de navegación encaminada al Bósforo. Y así pudieron seguir exportando a todo el mundo fertilizantes y grano, lo que moderó el creciente precio de los alimentos.

Gracias a la Iniciativa para la Exportación de Cereales por el Mar Negro, la seguridad alimentaria mundial se ha visto aliviada, aunque, según datos de la ONU, las exportaciones de estas mercancías han decrecido un 30 %. Una cifra que no sorprende: es evidente que las exportaciones de Ucrania están disminuyendo. Ese corredor marítimo humanitario ha permitido que no se produjera una mayor carencia de alimentos a nivel internacional. En septiembre del 22, el 47 % de ese grano se destinó a países desarrollados, correspondiéndole a España el 16 % de esa cantidad, de nuevo según datos de la ONU.

La presencia de estos corredores es sustancial para garantizar que la población mundial acceda a los alimentos básicos. Moscú lleva meses presionando para romper el acuerdo, y dos de las grandes compañías que gestionaban la exportación de grano, Cargill y Viterra anunciaron en abril que dejarían de exportar trigo desde Ucrania, aunque continúa haciéndolo Kernel. De manera que esta coyuntura podría ser aprovechada por Rusia para exportar su propio grano, ya que del cereal depende la estabilidad alimentaria de un gran número de países.

Sin duda, este cambio en el origen de la exportación acrecentaría su poder, haciéndola dueña de una buena tajada de los recursos alimentarios mundiales. A pocos días de que finalice el acuerdo para la salida de grano a través del Mar Negro, Rusia amaga con no renovar el acuerdo, y sí, España se vería muy afectada porque somos los segundos compradores del grano que transita precisamente por el Mar Negro. Desde agosto de 2022, se han importado unos 6 millones de toneladas; y solamente China ha recibido más cantidad de grano que España, con 7,7 millones de toneladas. Así que, si se cierra el corredor y no hay otras vías de llegada, es muy probable que vuelvan a subir los precios.

Por otro lado, la producción ucraniana, como es lógico imaginar en plena guerra, ha decaído sensiblemente y, para complicar aún más la cuestión, en el mes de mayo de 2022 se denunció el robo de miles de toneladas de grano por parte de Rusia. Son las consecuencias de la guerra, que impide que nada se desarrolle correctamente, en nuestro caso la agricultura, la logística y la distribución. El siguiente problema es que es necesario vaciar los graneros para poder almacenar la siguiente cosecha y no crear un problema más, de difícil solución, en el propio origen.

Mientras, Ucrania mantiene la esperanza de vender el cereal a través de su frontera con la Unión Europea por delicada situación que se produce en los puertos del Mar Negro. Lo que ha provocado que los países fronterizos: Polonia, Eslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumanía, bloquearan las importaciones hacia el resto de la UE, debido a que sus economías se vieron perjudicadas por la llegada masiva de productos ucranianos.

Era inevitable que la llegada de estos golpeara severamente la producción local, debido a que sus precios eran superiores a los ucranianos. Inmensas colas de camiones en las fronteras fueron el resultado directo de esta decisión. Desde Ucrania, Oleg Nivievskyi, vicepresidente de la Escuela de Economía de Kiev, ya había anunciado que la prohibición de la exportación de grano a estos países sería prorrogada. Un terrible golpe para Ucrania, cuya agricultura es la base económica del país.

Es el otro lado de la cuestión. Los países limítrofes a Ucrania temen por la agricultura local, y han pedido a la UE que se vete la importación de productos ucranianos en el territorio de la Unión hasta finales de año. En junio, el gobierno de Hungría, que había prohibido la importación de cereales de Ucrania, hizo una excepción con algunos productos: trigo, maíz, canola y girasol, que sí se importarán, aunque con una fecha límite del 16 de septiembre para este paréntesis, siempre con destino a la exportación dentro de la UE.

La guerra es en sí misma un gigantesco problema, que en este caso se ve agravado por los bloqueos de grano a través de unos canales mientras otros se pretenden abrir en diferente sentido, como es el caso de la creación de una ruta comercial que conectaría a Rusia con China, generándose entre todos los factores citados una situación compleja cuyo final desconocemos. La geoestrategia de los alimentos que finalmente dan forma a un sencillo menú en su casa se está jugando en una peliaguda partida de ajedrez internacional.