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Se recomienda comerlas a mordiscos y con piel

Gastronomía

El pueblo de Lérida con las mejores manzanas de España

En este rincón se hace realidad el dicho popular «una manzana al día mantiene el doctor a distancia»

En el pueblo leridano de Torre-Serona hay una señora de 90 años, la Lady Rosa de las manzanas, que les pone velas a cada momento para «que no pedree, para que llueva para que deje de hacerlo, para que haga frío y para lo contrario. Pone velas sin parar». Las manzanas de su clan se llaman Pink Lady y las cuidan como si fueran hijos.

Su familia, los Massot, son agricultores de varias generaciones y fueron de los que los primeros que se agruparon para funcionar como una cooperativa con fuerza. De esta forma rentabilizaban sus cultivos porque ahorraban intermediarios. Ellos producen y ellos venden. Ahora son 35 agricultores y distribuyen por todo el mundo sus famosas manzanas, que se caracterizan porque son rosas, dulces y su carne es prieta crujiente.

Será por las manzanas o por el frío que hace pero estos productores son muy longevos. En este rincón de España se hace realidad el dicho popular «una manzana al día mantiene el doctor a distancia». Esta humilde fruta contiene hidratos de carbono, vitaminas fibra, potasio, flavonoides que actúan contra la acción de los radicales libres y contiene un antioxidante, la quercetina, que potencia la memoria.

Si consultas con un tratado de nutrición este es parte de su escalado de virtudes;

– Fortalece el sistema inmune.

– Mejora la función cerebral.

– Ayuda a resolver problemas intestinales y el dolor de estómago porque al ser rica en pectina, mejora la calidad de la flora, regulando el transito intestinal, además de reducir el índice de colesterol.

– Previene contra la diabetes o ayuda a controlarla.

– Lucha contra el asma.

– Comerla a mordiscos fortalece la dentadura.

La exquisita manzana no nació por generación espontánea, es el resultado de tres mutaciones para llegar a la manzana perfecta. Viven protegidas por mallas y si tienen sed disponen a pie de árbol de riego por goteo. No viven solas las acompañan los petirrojos y en primavera reciben la visita, durante unos veinte días, de los mieleros que llegan a los campos de manzanas con sus colmenas de abejas para que polinicen las flores. Siete meses después, como si fuera un parto prematuro y con permiso del cambio climático, en noviembre comienzan a recogerlas una a una, a mano y con guantes. Son objetos preciados que requieren un trato de Lady. Recomiendan comerla a mordiscos y con piel, siempre que no vayan recubiertas de cera y estas no la llevan.

La treintena de productores que cultivan con tanto mimo estas manzanas rosas, se encuentran en un radio de distancia de unos 40 km alrededor de Lérida. Visitando sus campos que parecen trazados por un delineante, he conocido una picaresca que conviene tener en cuenta;

Cuidado con el origen de los productos que se compran en la venta libre o en establecimientos sin controles de garantía. Sospechen de esas ofertas de 5 kilos a un euro, puede que esas manzanas hayan sido sustraídas sin permiso o que sean frutas para compota, zumos o alimento de animales por haber sido descartadas para el consumo humano. Se da la paradoja que, pared con pared, de las empresas que los departamentos de sanidad vigilan e inspeccionan sin descanso, también se encuentran las que desarrollan su actividad en paralelo y por libre.

También, gracias a ver estos cultivos sobre el terreno he comprobado lo equivocados que estamos los urbanitas comiendo por la vista. En Torre-Serona, mi anfitrión, Joan Serentill me dio a probar las manzanas más feas o con alguna picadura y eran las más sabrosas. Los pájaros e insectos son mejores gourmets y saben lo que hay que picar.