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La Dolores, en pleno barrio de Huertas

Vete de mi parte

Taberna La Dolores, exhibición de sabor castizo

Una de las grandes tabernas de Madrid que merece una visita por esos pequeños detalles de picoteo puro y duro

Cada barrio de Madrid tiene su propia personalidad. El barrio de Huertas agrupa a una enorme cantidad de bares, restaurantes y tabernas, que lo convierten en uno de los favoritos de madrileños y visitantes. Siempre está en plena ebullición y el ambiente que se respira en sus calles es uno de los alicientes que destaca la gente cuando se le pregunta por este barrio.

Por allí está el hotel Palace, un pedacito importante de la historia de Madrid. Y la iglesia de Jesús de Medinaceli, cuyo Cristo tiene una larga tradición milagrera y es venerado por los madrileños más devotos cada primer viernes de mes, con visitas reales incluidas. Todo ello, unido a la larga lista de lugares gastronómico-festivos de visita obligada que han proliferado en sus calles y plazas, hacen de esta zona una de las emblemáticas de la capital para disfrutar de la vida plenamente.

Pepe Domingo Castaño

Para mí era bastante desconocido el barrio de Huertas hasta que mi amigo y compañero de radio Guillermo Valadés me llevó por primera vez a La Dolores y me encontré con una de esas tabernas madrileñas castizas y auténticas que tanto me gustan. Desde entonces, soy un enamorado de este lugar para toda la vida.

Entrar en La Dolores es entrar en un Madrid de verdad, el ambiente es formidable, los azulejos y la decoración le dan ese aire romántico que tanto agradecemos los amantes de la pureza. Dicen que tiran las mejores cañas de Madrid y pude comprobar que es verdad. Es uno de los grandes atractivos de esta taberna, las cañas bien servidas y un vermú de grifo que quita el sentido.

Si además le añades unas tapas variadas y sabrosas a más no poder, te encuentras con la felicidad plena. Pide los boquerones en vinagre, una de las especialidades de la casa, considerados por sus clientes habituales los mejores de Madrid. Muy buenas las anchoas y los mejillones, con mucha personalidad. La exhibición permanente de pinchos –de cabrales, salmón, pimientos, atún y un largo etcétera– sobre la hermosa barra de mármol y madera son una tentación irresistible. Me gustaron mucho los encurtidos y, sobre todo, las gildas, originales y sabrosísimas.

Tengo que decir que, cuando voy a La Dolores, voy solamente a tapear y a tomar unas cañas bien tiradas con los amigos. No he tenido tiempo de comer seriamente, pero esas visitas esporádicas avalan mi afirmación de que es una de las grandes tabernas de Madrid y que merece una visita por esos pequeños detalles de picoteo puro y duro, que se hacen grandes cuando hay estilo y profesionalidad. Antonio, que es el que manda en La Dolores, estará encantado de atenderte si vas de mi parte alguna vez.