Quinto Cecilio, rincón increíble de la geografía extremeña

Hace algún tiempo, con motivo de la presentación de mi libro en Don Benito, tuve la oportunidad de conocer un poco más a esa gran desconocida que es Extremadura, sobre todo gastronómicamente. Habíamos estado en Atrio, en plena apoteosis histórica de Cáceres y todavía estamos recordando el sabor y la calidad de uno de los grandes restaurantes de España con alta graduación de estrellas en la guía Michelin.

Se las merecen todas por múltiples motivos. En alguna ocasión, hemos hecho parada y fonda en Trujillo y en esa inmensa Plaza Mayor de la Historia es un lujo sentarse y disfrutar en alguno de sus bares de un aperitivo extremeño de categoría. No quiero olvidarme de Guadalupe, uno de los lugares más bellos de nuestro país, en donde la fe y la tradición han convertido a una Virgen en el centro neurálgico de toda un Comunidad. No es fácil llegar a Guadalupe, una sucesión interminable de curvas y carreteras estrechas hacen el viaje largo y tedioso, pero se compensa con la llegada a ese rincón increíble de la geografía extremeña.

Me gusta Extremadura y les confieso que estoy deseando volver para conocerla un poco más. Aprovecho este comentario para dar las gracias a Don Benito por el cariño que me brindaron y por la cantidad enorme de libros que tuve que firmar en el pub Peters lleno hasta la bandera. Mi amiga Teresa Cuevas, que fue la que nos animó a hacer este viaje, quiso ofrecernos una sorpresa gastronómica de altura y nos llevó hasta Medellín. Allí, frente a su castillo medieval, en lo alto de la vida, se produjo el milagro.

Quinto Cecilio es el nombre de un restaurante ubicado en ese lugar mágico desde 1996, cuando a un extremeño singular y viajero impenitente, Manuel Lospitao, se le ocurrió que el castillo de su Medellín querido bien merecía su contrapunto de sabor e historia. Así nació Quinto Cecilio, que pasó a manos de su hijo Julio César Lospitao, que ha sabido mantener el prestigio y el estilo de uno de los templos del buen comer en estas tierras hermosas.

Nuestro grupo de amigos quiso probar distintos platos de la carta, para hacerse una idea del nivel de variedad y excelencia del restaurante. Una larga carta de la que nos apetecía casi todo. Nos decantamos por la torta de la serena, uno de los mejores quesos del mundo; probamos también el salmorejo «Quinto Cecilio» en todo su apogeo; la ensalada de perdiz nos hizo felices a todos y muchos repitieron, buena señal.

No podían faltar en la probatura los personalísimos «torreznitos» de Soria, con los que cerramos el viaje por los entrantes. Para finalizar, algunos pidieron los garbanzos con rabo de toro y cardillos y no se arrepintieron. Otros se decidieron por las carrilleras estofadas con vino de Tierra de Barros, los medallones de solomillo a la crema de Torta de la Serena o el Tomhawk de vaca, impresionante. Todo delicioso y abundante, como tiene que ser. Fue una comida excelente en Quinto Cecilio, mirando al gran castillo de Medellín, un restaurante que les recomiendo cuando vayan a esa Extremadura desconocida que se te mete en el alma en cuanto la conoces.