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Álvaro Cerezo, organiza viajes a islas desiertas de Asia y Oceanía

Álvaro Cerezo, junto a un turista en una playa, organiza viajes a islas desiertas de Asia y OceaníaÁlvaro Cerezo

Corresponsal en el paraíso

Si su sueño es perderse en una isla desierta, este es su hombre

El malagueño Álvaro Cerezo organiza viajes a islas desiertas de Asia y Oceanía para modernos Robinsones. La pandemia ha sido el peor tsunami para su empresa. Incombustible, empieza de nuevo

Álvaro Cerezo tiene una vida completamente fuera de lo común. Con medio planeta cerrado a cal y canto a causa de la covid, incluida su propia empresa de viajes para modernos Robinsones, fue capaz de seguir asombrando al mundo. El estallido de la pandemia le pilló en Asia, su zona geográfica habitual de trabajo. Durante algo más de un mes, permaneció él solo en una isla desierta en Indonesia, sin demasiadas noticias de un mundo exterior que parecía sucumbir a un cataclismo. «¿Dónde iba a estar mejor si el virus era tan letal como se decía?», recuerda sobre esa época que ahora parece tan lejana como inofensiva. Como parecía que la pandemia iba para largo, decidió volver a España para estar cerca de los suyos. Junto a una familia poco menos que heroica acostumbrada a las largas e incomunicadas ausencias de este joven inquieto que con poco más de 20 años decidió lanzarse a la aventura de buscar islas desiertas, remotas, recónditas, preferiblemente habitadas, si acaso, por eremitas, por náufragos voluntarios. Aprovechó su estancia en Málaga para plantar un huerco tropical en su casa de campo en la Axarquía, una de las zonas de Europa más aptas para el cultivo de frutas tropicales. Y mientras crecían los ojos de dragón y los lichis en tierras andaluzas, barruntaba nuevos planes.

Álvaro Cerezo, fundador de la agencia de viajes especializada Docastaway

Álvaro Cerezo, fundador de la agencia de viajes especializada DocastawayÁlvaro Cerezo

Como Asía seguía con muchas limitaciones para los viajes, lo que impedía retomar la actividad de su negocio, exploró otras opciones. Viajó a Colombia, al atolón banco Serrana, la islita donde vivió siete años Pedro Serrano, el marino español que inspiró la imperecedera historia de Daniel Defoe. Al seguir las restricciones de movilidad en Indonesia, puso rumbo a Filipinas y a la Polinesia Francesa. Durante meses surcó esos mares buscando nuevas islas para su empresa, donde llevar a sus clientes habituales. Y en su reciente ir y venir por aquellas aguas lejanas, vio como desaparecía una isla que había visto nacer, Hunga Tonga, a la que en 2014 llevó a su cliente más fiel, el millonario inglés Ian Argus Stuart. La isla infinita. La isla efímera. La isla inexistente. Tal vez vuelva en el metaverso, pero ya no será lo mismo. Todo sucumbía. Hasta las islas.

Cerezo pasó la Nochebuena y la Navidad de 2021 en una pequeña isla polinesia junto a un Robinson voluntario de nacionalidad francesa que lleva décadas solo. Allí sigue. Las historias de sus encuentros con náufragos voluntarios son mundialmente famosas. Y aunque él mismo opta por un perfil mediático muy bajo, sus documentos gráficos son tan valiosos y únicos que las emiten televisiones de todo el mundo. El último, hace apenas un mes. Durante la pandemia, Cerezo «devolvió» por unos días a Masafumi Nagasaki, un hombre que vivió solo durante 29 años en una isla desierta en Japón, a su pequeño paraíso. Cerezo le conoció en 2014 y pasó cinco días con él, aunque lo mantuvo en secreto para que Nagasaki pudiera vivir allí en solitario como deseaba. Cuando el gobierno nipón le devolvió forzosamente a Tokio, Cerezo quiso darle la oportunidad de esa semana extra de felicidad, de que se despidiera de su isla con cariño y dignidad.

Y mientras busca nuevas islas y sus pasos se cruzan con los robinsones del siglo XXI, el malagueño ha reactivado la única empresa del mundo que se dedica a la organización de viajes a islas desiertas, la suya. «Casi, casi, tengo que volver a empezar desde cero», se lamenta, sin pensar por un momento en tirar la toalla. ¿Cómo empezó su irresistible atracción hacia las islas desiertas, hacia los náufragos? «De niño veraneaba en Granada con mi familia. Cuando estaba allí, por la playa de Calaiza, jugando a ser un náufrago, sentí algo muy fuerte y, al llegar a casa, pese al susto que había dado a mis padres, lo único que deseaba era volver».

El organizador de viajes especializados, Álvaro Cerezo, en una de las islas desiertas a las que lleva turistas

El organizador de viajes especializados, Álvaro Cerezo, en una de las islas desiertas a las que lleva turistasDocastaway

Con la semilla de la aventura metida en el cuerpo, estudió Económicas en Granada y planificaba sus veranos de intrépido ojeador de islas desiertas. Con 20 años se fue a Andamán. Al año siguiente, a Filipinas, a Indonesia, y luego a islas desiertas en África. Los veranos explorando islas y mares se convirtieron en semestres, hasta en años sabáticos explorando el mundo. Cerezo va fraguando poco a poco la idea de crear una agencia de viajes especializada en llevar a sus clientes a islas desiertas, emuladores voluntarios y efímeros de Robinson Crusoe. Bautizó su empresa como Docastaway, que en inglés significa hacerse el náufrago y en 2013 contrata a su mano derecha, Tamiki, un japonés al que conoció mientras hacía su año de Erasmus en Polonia. Cerezo emplea gran parte de su energía en contactar con los colaboradores locales adecuados capaces de garantizar el aislamiento deseado de sus clientes y en mantener a sus equipos de proveedores satisfechos con su trabajo. Con la pandemia, todo ha sido inviable, y casi todo este entramado se ha venido abajo y lo va recomponiendo poco a poco. «Desde abril tengo uno o dos clientes al mes y ya estoy trabajando de forma regular con cuatro islas, en Indonesia, Tailandia y Filipinas».

Una de las islas desiertas en las que la agencia de Álvaro Cereza organiza viajes al estilo Robinson Crusoe

Una de las islas desiertas en las que la agencia de Álvaro Cereza organiza viajes al estilo Robinson CrusoeDocastaway

La empresa no facilita la localización exacta de las islas y utiliza nombres falsos de las mismas, precisamente para no poner en peligro el aislamiento, la soledad buscada. Su propuesta no es la supervivencia sino la soledad. Su propuesta no es cantidad, sino calidad. «Nunca he querido hacerme rico ni famoso, solo poder mantenerme y seguir haciendo lo que me gusta». Desde que comenzó su aventura empresarial, ha llevado a unos 750 viajeros a vivir durante una semana, como media, la experiencia de sentirse como un Robinson moderno. Los viajeros pueden optar por dos modalidades: confort o supervivencia. El primero puede incluir alojarse en una isla desierta pero en una cabaña o bungalow con una cocina. La modalidad supervivencia puede llegar a las condiciones extremas que cada viajero desee, garantizando la comunicación con la empresa por razones de seguridad. «Cada viajero es un mundo. Cada isla es un mundo».

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¿Es la soledad absoluta el nuevo paraíso en un mundo abarrotado de bites, de algoritmos, de conversaciones, de 0 y 1 ad eternum? ¿Es la soledad el nuevo paraíso frente a la viralidad como medida de éxito, frente a los millones de likes, en esta cadena perpetua de ruido constante, de conversación constante? Si está a punto de volver al trabajo tras el paréntesis veraniego, de naufragar en un mar de power points y conferences calls, de mails, de whatsapps, échele un vistazo a la web de Docastaway. Ser un Robinson Crusoe ocasional es más barato de lo que se imagina. Desde 80 euros al día en modo supervivencia. El plan b, llega en forma de lecturas recomendadas. Y, como no puede ser de otra manera, la inmortal novela de Daniel Defoe y el extraordinario Relato de un naufrago, de Gabriel García Márquez.

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