Fundado en 1910

Piscina de verano en el Hotel Molitor de ParísABACAPRESS/BORIS ZULIANI

Corresponsal en el paraíso

La piscina donde se presentó al mundo ese escándalo llamado bikini

La legendaria Molitor es hoy un estiloso hotel parisino. En ella trabajó Johnny Weissmuller, debutó el primer traje de baño de dos piezas y sirvió de inspiración a la novela La vida de Pi

Cuerpazo, fotogénico, sonriente, estrella de los Juegos Olímpicos de París y Ámsterdam en los años 20, nadador de leyenda, Johnny Weissmuller tenía todas las papeletas para ser el reclamo perfecto de la Piscina Molitor, la piscina con vocación de convertirse en el «rien ne va plus» del París desenfrenado y desenfadado de entreguerras. En cierto sentido, Weissmuller fue el David Beckham de la época. (Inciso: ayer se presentó la campaña multimillonaria que protagoniza el exfutbolista inglés para promocionar el turismo en Qatar. Los tiempos no han cambiado tanto. Las estrellas siempre son bienvenidas por muy bueno que sea el producto que haya que vender). Weissmuller fue uno de los primeros deportistas del mundo en lucir palmito de forma remunerada para una marca de ropa. Luego pasó a la historia de la moda por lucir el taparrabos más célebre de del séptimo arte, pero esa es otra historia. Antes de convertirse en Tarzán, inauguró en el verano de 1929 el complejo deportivo Molitor, hoy Hotel Molitor. El nadador aparecía enfundado en un traje de baño de la época, de esos con tirantes, con el nombre del hotel en el pecho. Sus promotores se habían propuesto hacer las cosas a lo grande. Tras participar en los fastos de la inauguración, el futuro mejor amigo de Chita, que todavía no había firmado con la Metro, permaneció en la piscina impartiendo algunas clases de natación y ejerciendo de socorrista premium en aquel cálido verano que precedió al crack de la Bolsa de Nueva York.

Habitaciones del Hotel Molitor de París

Situado en un barrio acomodado de la capital francesa, cerca del Bois de Boulogne, a pocos metros del estadio de Roland Garros, construido un año antes, el conjunto incluía una piscina cubierta y otra descubierta de dimensiones olímpicas que en invierno se transforma en la mejor y más amplia pista de patinaje sobre hielo de la ciudad. Había también restaurantes, terraza, bar, una tienda náutica, peluquería y hasta dos pequeñas playas de arena. Tenía un marcado carácter social, no solo deportivo, como ocurría por entonces con las piscinas británicas y alemanas. Ya se sabe, París. Era el sitio para ver y ser visto. Desde el día de su inauguración acoge exposiciones, desfiles, representaciones teatrales, conciertos. Un prestigioso arquitecto de la época se hizo cargo del proyecto, hoy catalogado como edificio histórico, y se inspira en un trasatlántico de ventanas redondas en el que los vestuarios asemejan camarotes distribuidos en tres plantas que asoman a una gran piscina central. Los mejores artesanos del vidrio y de mosaicos de París, como los del taller de Louis Barillet, trabajan en sus ricos ornamentos. Jamás se vio en la ciudad del Sena una piscina tan elegante ni animada ni un agua tan cristalina. «El agua estaba tan limpia y clara que la hubieras podido usar para hacerte el café por la mañana». Con este revelador detalle la describe Mamaji, personaje de la novela de Yann Martel La vida de Pi, que sirvió de guion para la película homónima, que siente auténtica veneración por la que considera «la gloria acuática suprema ya no de París, sino del mundo civilizado entero». Pi no es otra cosa que la abreviatura de Piscine Molitor «Pi» Patel, el pintoresco nombre del narrador y protagonista de la novela del joven indio que protagoniza el relato del escritor canadiense.

La piscina del Molitor bañada con la luz del sol

La piscina «en la que los dioses se habrían deleitado nadando», como escribe Martel, vive otro momento para la historia en 1946. Por aquel entonces, Weissmüller ya había hecho doce películas de Tarzán y sus alaridos eran más célebres que los del león de la Metro. Pero la piscina que él había inaugurado en 1929, continuaba con su vocación de seguir siendo escenario privilegiado del «avant-garde», incluso en los años de otra postguerra. Así es que fue el lugar elegido por el ingeniero de coches francés Louis Réard para presentar en ella su gran invento: el biquini moderno. De esta manera la piscina Molitor une su nombre para siempre a la historia de la moda, en calidad de privilegiada pasarela para la presentación mundial de un nuevo y atrevido traje de baño de dos piezas que en realidad no muchas mujeres de la época estaban dispuestas a llevar. Ninguna modelo se atrevió a lucir palmito con él en la Molitor. Réard tuvo que recurrir a una bailarina de striptease, Michele Bernardini, para que hiciera el debut en sociedad de su explosivo invento, ante la negativa de las modelos francesas de posar con un minúsculo atuendo de 30 centímetros de tela. Según las crónicas de la época, Bernardini recibió más de 50.000 cartas de admiradores tras aquel día memorable y Réard ni un solo encargo.

Conforme las féminas van adoptando el invento -imposible olvidar la imagen de Brigitte Bardot luciéndolo en la playa de Cannes durante el Festival de Cine de 1953-, el club Molitor empieza a perder lustre. Lejos de sus años dorados, termina cerrando sus puertas a finales de agosto de 1989. La entrada principal es tapiada mientras un estudio de arquitectura avanza en los planes de demolición y en el desarrollo de un nuevo proyecto de viviendas, ambos aprobados por el Ayuntamiento de París. La asociación SOS Molitor consigue paralizar dichos planes y la protección del conjunto. Aun así, el pillaje devora buena parte de sus célebres ornamentos art déco. Desaparecen muchos de sus valiosos revestimientos. Llegan las grietas. Los grafitis. Las raves ilegales. Adiós al paraíso de Mamaji. Adiós a su agua para el café de la mañana. Adiós a la gloria acuática suprema.

Pero como el propio Pi, la piscina a la que debe su nombre parece capaz de ofrecer un número inusual de vidas. Tras algo más de dos años y medio de trabajos, un acuerdo previo con el Ayuntamiento de París y una inversión de unos 80 millones de euros por parte de capital privado, Molitor renació en mayo de 2014 bajo la fórmula de club privado y hotel de cinco estrellas de estilo contemporáneo gestionado por el gigante de la hostelería francesa Accor, bajo su marca MGallery. Poco a poco vuelve a formar parte de la vida parisina. Su época de gloria pasó, pero afortunadamente sigue en pie como una interesante opción de alojamiento en la capital francesa. Y quizá depare nuevas sorpresas. Quién sabe.

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Habitación del Hotel Molitor de París

El Hotel Molitor es una opción interesante para viajeros que busquen un hotel en París estiloso y con piscina (no hay demasiados), para nostálgicos y mitómanos. Sin duda, hay pocas piscinas en el mundo con semejante historia a sus espaldas. También es una buena opción para quienes acudan a la ciudad del Sena para asistir a alguna competición deportiva. Localizado en el elegante distrito XVI se encuentra a dos pasos de Roland Garros y muy cerca del Parque de los Príncipes, estadio del Paris Saint-Germain. Y aunque por razones evidentes me apasiona la historia del Hotel Molitor, mis pequeños paraísos en forma de piscinas preferidas se encuentran en otros hoteles. Concretamente en el mítico Hotel Ritz, en el fabuloso Shangri-La, en el moderno Brach y en el flamante Cheval Blanc. Mención aparte merece la pequeña piscina de la azotea del Hotel Bristol. Uno de los secretos mejor guardados del Faubourg Saint-Honoré, una piscina inspirada en el Hotel du Cap-Eden-Roc. Sí, el hotel en el que se «inventaron» los veranos al sol y que fue la primera crónica de esta serie veraniega.