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Desierto de Qasr Al Sarab

El fascinante desierto de Hollywood donde se rodó Star Wars

La Guerra de las Galaxias, Dune y Misión Imposible 7 comparten extraordinaria localización junto al oasis de Liwa, en Abu Dabi

Gran noche de Hollywood, noche de alfombra roja y tiros largos, noche de palabras de agradecimiento y de oír unas cuantas veces la frase más célebre de la industria del cine: «And the Oscar goes to...». Aunque no existe expresamente una categoría para el difícil arte de la localización, ni esta noche nadie se levantara para escoger una estatuilla por haber dado en la diana a la hora de elegir emplazamientos naturales, lugares que van como anillo al dedo a la trama, hay películas donde estos tienen tal protagonismo que se convierte en un personaje más de la cinta, en un elemento fundamental para meter al público en situación, crear estados de ánimo o potenciar ese clima de misterio, glamour o ensoñación que requieren algunas historias. El más difícil todavía es dar en el clavo cuando al espectador hay que llevarle ya no a este planeta sino a otros y que todo parezca real y verosímil, sin que todos esos escenarios que contribuyen a la espectacularidad visual desprendan ese tufillo de que todo eso ha salido de decorados, en tiempos, de ordenadores, ahora.

Qasr Al Arab

Y cuando se trata de llevarnos a mundos más allá del nuestro, tanto Hollywood como Bollywood perecen decantarse por los desiertos. Pero el problema para los productores no es encontrar uno espectacular, sino que este desierto tenga un oasis cerca y, mejor todavía, un hotel donde acoger toda esa troupe que requiere una superproducción. Y aquí es donde entra en juego Qasr Al Sarab, uno de los resorts en el desierto más fascinantes y lujosos del mundo, que ha servido como cuartel general de unos cuantos rodajes de exitazos de Hollywood, entre ellos Star Wars: el despertar de la fuerza, Dune y más recientemente Misión Imposible 7. Situado a unas dos horas de Abu Dabi, en Emiratos Árabes Unidos, es gestionado por la lujosa marca hotelera Anantara, que en España tienen en su porfolio, el Villa Padierna. Refugio de sibaritas es también meca para los aficionados al llamado turismo cinematográfico, ahora tan en boga.

La ventaja de un lugar como Qas Al Sarab es que todo está ahí. Los especialistas en efectos especiales y decorados no tienen que emplearse a fondo para recrear dunas de cientos de metros y mares de arena infinita. Todo está allí, no hay trampa ni cartón. En la saga de la Guerra de las Galaxias, fue elegido para recrear en una parte de su extensa propiedad el planeta Jakku, ese hábitat inhóspito donde vive la heroína-chatarrera Rey y en el que se desarrolla la primera parte de la cinta. En Dune recrea Arrakis, un inhóspito planeta desértico. El director de la película, Denis Villeneuve, declaró que una de las condiciones que pidió para dirigir la cinta era que quería rodar en un desierto real. El director buscaba inspirar a todo el reparto y al equipo con la espiritualidad y el misticismo de un lugar tan fascinante.

Lobby del hotelVictor Romero

El lugar es sin duda tan fascinante como poco accesible. Se trata del desierto de Rub’Al Khali, la mayor superficie de arena continua del mundo y una de esas regiones más inexploradas del planeta, conocido como «cuarto vacío». Verdadero infierno en verano, temperaturas gélidas por la noche, con dunas móviles de cientos de metros y una extensión similar a Francia, lleva siglos imponiendo respecto incluso a los beduinos. En sus entrañas se esconden buena parte de las reservas mundiales de crudo, petrodólares con los que los emires financian costosísimos proyectos como el de Qasr Al Sarab.

El resort, el único hotel de este inmenso desierto, se encuentra en realidad en el oasis de Liwa, lugar de procedencia de la familia real de Abu Dhabi, la noble familia Al Nahyan. El resort fue en principio concebido para uso exclusivo de la familia gobernante del emirato, y todavía poseen en él una de sus mejores residencias, naturalmente apartada del resto de las instalaciones. Hace unos años se amplió y se decidió abrir al público. Un público amante de la fascinación del desierto, de su silencio profundo, de esa «cálida desolación» de quien prefiere no solo disfrutarlo sin penurias sino más bien a todo plan. De los magníficos resorts del desierto del país, como Al Maha o Ritz Carlton, Qasr Al Sabar es el que ofrece una experiencia de desierto más profunda y auténtica, debido a su excepcional localización.

Unas murallas color arena con pequeños torreones fortifican la entrada a la propiedad. Al otro lado, el oasis. La mejor hospitalidad árabe y asiática, pues el resort está gestionado por la reputada cadena tailandesa Anantara, a la que pertenece. Buena gastronomía y excelente spa en medio de la nada. Las villas son amplias, decoradas con buen gusto y sin ostentaciones en tonos cremas y marrones. Todo habla de la cultura beduina: alfombras, lámparas, piezas de artesanía.

Aunque las suites más lujosas disponen de su propia piscina, uno de los rincones más agradables es la gran piscina común rodeada de palmeras que se abre a las espléndidas dunas desnudas. Es el epicentro del resort, un poco como ocurre en La Mamounia de Marrakech. Y lo cierto es que el baño se agradece después de explorar un poco los alrededores o incluso atreverse con el sandboarding, versión arenosa del snowboard, que permite a los más habilidosos deslizarse por las dunas sobre una tabla. Sin necesidad de emular a Tom Cruise cabalgando por ese paisaje espectacular, uno no puede irse de este lugar fascinante sin adentrarse al menos unas horas a camello por ese desierto sensacional, tan terrenal, tan galáctico, tan cinematográfico.