¿Es la ruta de la oveja merina el nuevo camino de Santiago?
Se cumplen 750 años de la creación de la mesta por Alfonso X El Sabio entre voces que reivindican el origen español de la mejor lana del mundo y unas cañadas reales que buscan nuevos usos turísticos
Un año más, como viene haciéndose en las últimas tres décadas, churras y merinas se mezclan hoy en la castiza calle de Alcalá. No llevan faldas almidonadas, pero cientos de ejemplares lucen algo mucho más preciado: lana merina, considerada la mejor del mundo, el llamado durante muchos siglos oro español. El alcalde de Madrid saldrá a su paso y pronunciará, un año más, el grito «viva la trashumancia». Lo hace cuando se cumplen tres décadas de esta fiesta reivindicada por quienes, antes de que se hablara de la España vacía, dieron un paso al frente por conservar los valores de esa España tan llena de historia y singularidad, de paisajes de gran belleza como la dehesa vinculados al pastoreo extensivo y de un patrimonio único en el mundo como son rutas de las cañadas reales. Martínez-Almeida grita hoy «viva la trashumancia» cuando se cumplen nada menos que 750 años de la creación, el 2 de septiembre de 1273 por Alfonso X 'El Sabio', del Real y Honrado Concejo de la Mesta de Pastores, para regular el tráfico ganadero y las cañadas. En aquel entonces, la lana era el motor económico de la Corona y un bien de particular importancia en toda Europa. Un acuerdo que marcó la economía patria durante siglos y que se firmó en el pueblo de cuyo nombre no es que no se acuerde nadie, se diría que nadie lo conoce. Gualda (Guadalajara), de hoy apenas 25 habitantes. La España vacía, la España ninguneada.
Como casi todo lo que tiene que ver con logros patrios, los españoles parecemos reacios a reconocerles el valor que se merecen. El 750 aniversario de uno de los gremios más importantes de Europa, y todo lo que ello significó, ha pasado con más pena que gloria, equiparándose a la efeméride de los 500 años de la primera vuelta al mundo, otra gesta española muy poco celebrada. Lana y especias, motores económicos de un mundo que cada vez desconocen más los españoles, si es que en algún momento les llegó a interesar. Tuvo que ser un norteamericano, Julius Klein, profesor de Harvard, quien hace 100 fuera el primero en estudiar a fondo la mesta, una de las investigaciones de referencia en la materia, que sirvió además para poner en valor la importancia de la conservación de las vías pecuarias.
Pero mirar a la trashumancia no es mirar al pasado sino al futuro, como recordó el año pasado el alcalde de Madrid en el mismo acto que se celebra en el día de hoy. La preocupación por la sostenibilidad, por la biodiversidad, por la conservación de una naturaleza cada vez más frágil, por el origen de los alimentos y los tejidos que utilizamos, la exigencia de métodos en la agricultura y ganadería más respetuosas con el medio ambiente han puesto de nuevo en un primer plano estas prácticas ancestrales. Las ovejas que hoy llegan a Madrid han recorrido 500 kilómetros por prados, sierras y vías pecuarias. Las semillas que han esparcido están preparadas para germinar y el abono de alta calidad que generan es fundamental en un mundo que cada vez rechaza más los abonos químicos. La trashumancia permite el mejor aprovechamiento natural de pastos de invierno y de verano. La lana de las ovejas es cada vez más apreciada, especialmente la merina por sus extraordinarias cualidades: natural, biodegradable, protege del frío y del calor, no retiene el agua y es transpirable, no necesita lavarse con tanta frecuencia como otros tejidos por sus propias características de «autolimpieza». La lana merina, de origen español, está siendo utilizada de nuevo desde el mundo de alta costura hasta ropa técnica deportiva por todas sus magníficas cualidades y por conectar mejor con un nuevo perfil de comprador que se identifica con los valores que representa.
Ahora no solo se reivindica la lana, también los pastos. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado por unanimidad 2026 como el Año Internacional de los Pastos y los Pastores. Reconoce que «el pastoreo es un medio de vida dinámico y transformador vinculado a los diversos ecosistemas, culturas, identidades, conocimientos tradicionales y la experiencia histórica de coexistencia con la naturaleza». Los pastizales cubren más de la mitad –los científicos calculan actualmente el 54 %– de la superficie terrestre del mundo y es por tanto nuestro mayor ecosistema, pero es el más amenazado y el menos protegido.
Aunque la trashumancia es una práctica muy antigua y se conserva en diferentes continentes, España es el único país del mundo con una red de vías pecuarias oficializada desde el siglo XIII y confirmadas en 1995. Al margen de su fundamento ganadero, tiene hoy un carácter de red ecológica e histórica que supone uno de los atractivos más singulares de España. Senderistas, viajeros y amantes de la naturaleza encuentran, en el contacto con las cañadas, un viaje muy singular que les transporta a un escenario que parece flotar en el tiempo, lleno de elementos arquitectónicos, etnográficos y paisajísticos, fiestas populares y religiosas, en honor de San Pedro «borreguero», un recetario propio. Los pastores practicaron antes que nadie la llamada «cocina de kilómetro O». Son los nuevos territorios de esparcimientos para senderistas y ciclistas y quién sabe si en esta magnífica red de Cañadas Reales no estarán las futuras «ecoperegrinaciones». ¿Puede ser la ruta de la merina el nuevo camino de Santiago en un mundo lleno de plásticos, hormigón, asfalto, autopistas digitales y algoritmos?