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Palacio Real de la Granja de San Ildefonso

Viajes

El pueblo de España que posee el nuevo patrimonio inmaterial de la Unesco

La provincia en la que se encuadra también está reconocida como Patrimonio de la Humanidad

Si algo caracteriza a la provincia de Segovia es su excepcional belleza añeja. Rica en historia, patrimonio artístico, espacios naturales y gastronomía, posee multitud de rincones con encanto que van más allá de Pedraza o la monumentalidad de su capital con el Alcázar y el acueducto como principales atractivos turísticos.

Ya en 1985 la Unesco decidió que Segovia y su acueducto debían ser Patrimonio de la Humanidad. Han tenido que pasar casi cuatro décadas para que la Organización de Naciones Unidas se acuerde de este territorio al norte de la meseta central y reconocer otro de sus tesoros: la técnica del vidrio templado.

Interior de la Real Fábrica de CristalesReal Fábrica Eventos

En la cumbre de Botsuana celebrada hace algunas semanas, la Unesco la reconoció como nuevo patrimonio cultural inmaterial por su «alto grado de artesanía inherente al trabajo y los fuertes valores de equipo debido a la necesidad de respetar los pasos previos realizados por otros vidrieros». La candidatura fue impulsada junto a Francia, Alemania, República Checa, Hungría y Finlandia, aunque España destacaba por su amplia representación gracias a la Real Fábrica de Cristales de La Granja de San Ildefonso, que lleva esculpiendo vidrio desde hace 300 años.

Se construyó con la llegada de la dinastía de los Borbones a España en 1727, siendo Rey de España Felipe V, aunque su origen se debe a los dos obreros catalanes Ventura Sit y Carlos Sac, maestros vidrieros de la fábrica de Goyeneche, en Nuevo Baztan, que decidieron instalar unos hornos en La Granja de San Ildefonso, en Segovia, al cerrarse aquella manufactura. Como este lugar era Real Sitio pidieron autorización al Rey, quien se lo otorgó en 1727, comenzando por fabricar espejos y vidrios planos para ventanas de edificios y carruajes.

Las fastuosas lámparas de araña creadasReal Fábrica de Cristales

Gracias al espionaje industrial se incorporaron un buen número de especialistas europeos conocedores de las técnicas del vidrio más novedosas. De acuerdo a sus procedencias, se establecieron hasta tres fábricas de cristales: españoles, franceses y alemanes, además de distintos obradores y un almacén general en Madrid.

Debido a la Guerra de la Independencia española se apagan los hornos en 1808. Fernando VII reanuda los trabajos en 1815, hasta la regencia de María Cristina, cuando en 1833 se arriendan los espacios a particulares. Al finalizar el último arriendo, en 1970, se constituye diez años después la Fundación Centro Nacional del Vidrio, con el fin de reformar el antiguo edificio de la Real Fábrica, de alrededor de 25.000 metros cuadrados, y dotarle de un museo, una escuela de formación y un centro de producción, con miras a conservar y dar a conocer las tradicionales técnicas del vidrio. Fiel a su tradición, mantiene la continuidad de esta técnica milenaria, cuidando la calidad del cristal, las técnicas y sus modelos, en sintonía con la calidad del cristal de Bohemia, y el vidrio de Murano, únicos en el mundo y de los que no tiene nada que envidiar.

«Fue declarada Bien de Interés Cultural en 1997 y se traduce en una joya de la arquitectura industrial. El edificio se conserva tal cual fue creado y lo más significativo es que ha tenido a lo largo de su historia siempre el mismo uso de fábrica de cristales, no se ha destinado a otra función que no fuera esta», explicaron desde la Real Fabrica en una entrevista.

Ahora posee también un espacio concreto para la celebración de eventos y bodas fuera de lo común. Aunando diseño, elegancia y legado histórico, la Real Fábrica de Cristales ha cobrado una nueva función de la mano de La Estación Industrial Events y Artigot Catering, encargados de la organización de celebraciones y eventos entre tan centenarias paredes. En un conjunto de distintas naves industriales donde el ladrillo impera, se suceden varios espacios ideales para la ceremonia civil, el cóctel, el banquete y el baile posterior. Sin perder, además, el estilo real y clasicista propio del lugar.