París, nido de espías en un verano de conflictos
El lado menos visible de los Juegos esconde una ciudad que ha batido récords en presencia de agentes de servicios secretos de diferentes países
Nunca hubo tanta gente trabajando en las sombras de la Ciudad de la Luz. Nuevo e interesante capítulo de esa historia por escribir de las relaciones entre el espionaje y los Juegos Olímpicos. Sus vínculos más visibles se centran en el gusto de los organizadores de sus grandes ceremonias por recurrir a los agentes de ficción más famosos y poner así una nota de espectacularidad y de cultura popular en los eventos. Si Londres tiró de James Bond en un inolvidable cameo con la Reina Isabel II que arrancó en el Palacio de Buckingham y terminó en el Estadio olímpico de Londres para inaugurar los juegos de 2012, ahora ha sido París quién ha echado mano del agente Ethan Hunt, de la ficticia Fuerza de Misiones Imposibles (FMI) de Estados Unidos, para cerrar París 2024. La imagen en moto de Tom Cruise portando la bandera blanca con los cinco aros pasando por la Torre Eiffel o su aparición desde las alturas en el Estadio de Francia son ya parte de la historia de estos grandes ceremoniales olímpicos.
Esta imagen festiva y espectacular contrasta con esa realidad mucho más prosaica que está fuera de los focos. Para los expertos en la materia consultados por El Debate, no hay duda de que el París olímpico, que echaba el telón hace hoy una semana, ha batido todos los récords en número de espías en una ciudad. Las circunstancias han reforzado un contexto ya de por si delicado que invitaba a extremar las precauciones. Por un lado, la localización de actos y eventos por distintos puntos de la capital francesa, implicaba un riesgo mayor y por tanto un número mayor de agentes, fuerzas policiales y militares, etc. Por otro lado, la presencia de un alto número de mandatarios en momentos clave, como la apertura, con la asistencia de más de 100 jefes de Estado y de Gobierno, se producía en un delicado contexto internacional con diferentes frentes abiertos. Contexto que días antes del arranque de los Juegos, vivía el atentado a Donald Trump, lo que provocó la dimisión Kimberly Cheatle, directora del Servicio Secreto de Estados Unidos. Era impensable un segundo error, por lo que la CIA y otras agencias norteamericanas se han empleado a fondo en París. El hotel InterContinental Le Grand, donde se alojaba la primera dama, se convirtió en una especie de bunker, al igual que las inmediaciones de la Embajada de Estados Unidos, sita junto al Hotel Crillon, en la Plaza de la Concorde.
La guerra de Ucrania y el conflicto de Gaza han hecho redoblar la guardia en otros frentes. En plenos Juegos, fue asesinado en Irán el máximo jefe político de Hamás, Ismail Haniya, lo que complicó aún más si cabe la situación. Para Israel, han sido unos juegos tan exitosos como tensos. El país nunca ha ganado tantas medallas olímpicas en toda su historia, siete en total, pero sus atletas han recibido amenazas y han vivido la experiencia en un fuerte clima de tensión. Recibieron preparación previa de los cuerpos especiales, así como de psicólogos y no se les ha permito hacer turismo ni moverse a su aire por París. Han estado acompañados en todo momento por militares, policías y agentes del Mossad. Suele ser así desde el homicidio de once atletas y entrenadores en los Juegos de Munich 1972. La pequeña delegación palestina, por su parte, compuesta por 8 atletas, llegó a París golpeada por el asesinato de cerca de 300 atletas palestinos y personas ligada al deporte, como aseguró el presidente del Comité Olímpico de Palestina, Jibril Rajoub. Importantes medidas de seguridad por parte de las autoridades francesas, que, para terminar con los conflictos fueron testigos de las más que controvertidas elecciones de Venezuela y la grave crisis postelectoral.
Los expertos en la materia dan por hecho la presencia de agentes infiltrados de los principales servicios secretos del mundo, incluido naturalmente los agentes del FSB, antiguo KGB. Porque, aunque no haya habido atletas rusos compitiendo en estos Juegos, todo indica que Putin no se ha limitado a descansar en su ultra lujosa y secreta Dacha. Máxime cuando las Olimpiadas han sido en París, uno de los escenarios preferidos donde los espías rusos se mueven con más soltura desde tiempo inmemorial, y en la que han protagonizado terribles episodios, como la decapitación de Rudolf Klement, secretario de Trosky, en 1938 o el adiestramiento de Ramón Mercader, asesino precisamente de este último, a quien Stalin envío al Ritz de París. En los Juegos 2024, la realidad ha vuelto a superar a la ficción. Kirill Gryaznov se presentó en París como un chef de alta cocina formado en ‘Le cordon Bleu’, y en su tierra natal es un asiduo de concursos televisivos. Una información en exclusiva de Le Monde de hace un par de semana, identificó a Gryaznov como espía ruso, dio cuenta de su detención tras ser neutralizados por parte de la llamada Célula de Seguridad Olímpica sus planes para atentar en la ceremonia inaugural.
Y a la lucha contra el crimen organizado tradicional se une los ciberataques. Ha sido imposible moverse por París sin facilitar a los organizadores direcciones de correo electrónico, descargarse apps y códigos QR, los auténticos ganadores de estos Juegos, simplemente para acceder a determinadas zonas y a todas las instalaciones deportivas. Ya en las Olimpiadas de Pekín 2008, fueron numerosos los países que transmitieron a sus atletas una lista de precauciones ante la idea que publicaron algunos medios de que determinado material digital obligatorio para los atletas contenía códigos para la recolección de audios que iban a parar hacia los servidores chinos. En París, todos los atletas olímpicos han recibo un móvil Samsung como parte de la campaña de marketing de uno de los principales sponsors. Es más que evidente que en más de un caso han sido cuidadosamente analizados por unas cuantas agencias de inteligencia.
Además de un escenario deportivo perfecto para batir records y convertir héroes a perfectos desconocidos, los Juegos son un lugar perfecto para captar agentes o intercambiar información entre unos y otros. Hechos que, naturalmente, rara vez salen a la luz o tardan décadas en hacerlo. Hace tan solo unos años se supo que en las olimpiadas de Roma de 1960, la CIA entrenó a uno de los mejores velocistas de Estados Unidos, Dave Sime, para que convenciera al saltador soviético al saltador Igor Ter-Ovaneesyan para que desertara. El más puro estilo de espionaje de la guerra fría se escondía tras el saludo en un entrenamiento entre dos futuros medallistas de Roma. Y mientras uno piensa en Bond entrando en el estadio de Londres y Hunt en el de París, cabe preguntarse qué habrán hecho de verdad la CIA, la NSA, el MI6, el FSB, y tantas organizaciones cuyo nombre ni siquiera conocemos, mientras los citius, altius y fortius acaparaban todas las miradas.