Fundado en 1910
Mogarraz (Salamanca)

Con menos de 300 habitantes ha sabido conservar

Viajes

El pueblo español conocido por sus mil y una caras

Las fachadas de sus casas están adornadas con retratos de los propios vecinos del pueblo.

En pleno corazón de la Sierra de Francia, en la provincia de Salamanca, se encuentra Mogarraz, un pequeño y pintoresco pueblo que ha sabido conservar su esencia a lo largo de los siglos. Este lugar, de menos de 300 habitantes, se ha ganado el sobrenombre de «el pueblo de las mil caras» debido a una de sus particularidades más singulares: las fachadas de sus casas están adornadas con retratos de los propios vecinos del pueblo. Estos retratos, pintados a mano sobre tablones de madera, se han convertido en una de las principales atracciones turísticas y culturales de Mogarraz, y son testigos de una tradición que rinde homenaje a los que ya no están.

La historia de los retratos de Mogarraz comienza en la década de los 80, cuando el pintor y vecino del pueblo, José Antonio Sarmiento, tuvo la idea de inmortalizar a los habitantes de la localidad en sus propias casas. El proyecto comenzó como una forma de resaltar la identidad del pueblo y, al mismo tiempo, rendir un homenaje a aquellos que habían marcado la historia del lugar. Desde entonces, los retratos se han ido multiplicando, creando una galería única en el mundo, un mural al aire libre en el que los rostros de los vecinos, tanto vivos como fallecidos, quedan presentes en cada rincón.

El primer retrato fue realizado en 1984 y, con el paso de los años, el proyecto ha ido creciendo. Hoy en día, casi todas las casas del pueblo tienen una cara pintada en su fachada, mostrando a los habitantes del pueblo como nunca antes se había visto: retratados con cariño y respeto, en un gesto de memoria colectiva que trasciende el tiempo.

El hecho de que en Mogarraz se conserven las imágenes de los vecinos que han fallecido tiene un profundo significado emocional. Los retratos no son solo un reflejo de la identidad del pueblo, sino también una forma de mantener vivos los recuerdos y las historias de aquellos que ya no caminan por sus calles. Es como si cada rostro fuera una sombra, un eco de la vida que alguna vez llenó esos mismos caminos y plazas. En muchos casos, los habitantes de Mogarraz, especialmente los más jóvenes, han crecido con estos retratos en sus vidas, lo que ha cimentado un fuerte sentido de pertenencia y comunidad.

Además de su valor sentimental, los retratos han transformado Mogarraz en un atractivo turístico cada vez más reconocido. Visitantes de todo el mundo llegan a este pequeño rincón salmantino para admirar las pinturas y conocer la historia de los retratados. Aunque el pueblo no destaca por su tamaño ni por su infraestructura turística, la presencia de estas imágenes ha conseguido ponerlo en el mapa. Los turistas, al caminar por sus calles, se sienten rodeados de un ambiente especial, como si estuvieran recorriendo una especie de museo vivo, donde cada retrato cuenta una historia.

Mogarraz

Mogarraz es un lugar donde la memoria es un valor fundamental

Pero, más allá de ser una simple curiosidad turística, Mogarraz es un lugar donde la memoria es un valor fundamental. Los retratos no solo son una forma de recordar a los muertos, sino una manera de transmitir a las nuevas generaciones la importancia de no olvidar a quienes han formado parte de la historia colectiva del pueblo. A través de estos rostros, Mogarraz consigue perpetuar la tradición, la cultura y la identidad de un pueblo que, a pesar de ser pequeño, tiene una rica historia que merece ser recordada.

Así, Mogarraz se presenta como un ejemplo de cómo la memoria colectiva puede mantenerse viva a través del arte y la tradición. En cada retrato, en cada rincón de este singular pueblo salmantino, se refleja la lucha por no olvidar, por rendir homenaje a los que ya no están, pero que, a través de sus caras, siguen acompañando a la comunidad. Un pueblo pequeño, sí, pero con un alma grande que no olvida a sus vecinos, ni a los vivos ni a los muertos.

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