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Vidas salvadas en solo unas horas

«Por amor a la vida»: un día en la lucha de las asociaciones contra el aborto

El Debate ha pasado una mañana junto a seis rescatadores en los alrededores de dos abortorios de Madrid, conociendo su labor de primera mano y la de la asociación con la que ayudan psicológica y materialmente a mujeres embarazadas que finalmente no abortaron

«Rezar frente a una clínica abortista está genial». Los rescatadores Juan Pablo II lo saben bien. Ni el frío ni la lluvia impiden que los voluntarios de esta asociación, cuya labor es salvar vidas, acudan a las puertas de los abortorios –evitan el término `clínica´ puesto que allí no se cura nada– de toda España para hablar con las mujeres que allí van con la esperanza de quitarse un problema de encima, sin saber que lo que se les viene encima después es mucho peor. En 2021, el aborto fue la primera causa de muerte en el mundo. Según los datos de Worldometer y tal y como recoge la iniciativa ciudadana europea One Of Us, cerca de 43 millones de bebés fueron asesinados en el vientre materno el pasado año, mientras que 8,2 millones de personas morían de cáncer, cinco millones por fumar, 1,3 millones en accidentes de tráfico y un millón por suicidio.

El rescate es la manera de llamar al hecho de parar un aborto; de salvar la vida de un bebé inocente, pero también la de su madre. Marta Velarde, presidenta de la Escuela de Rescatadores-Juan Pablo II y de la Asociación Más Futuro, junto con Adriana, José, Irene, Jacobo y Ana, un grupo de voluntarios de entre 19 y 23 años, pasan algunas mañanas, como esta en la que los acompañamos, en los alrededores, primero, del centro abortista El Bosque y, luego, del calificado como hospital Isadora; ambos en Madrid.

No quieren que estemos aquí porque saben que ayudamos a las mujeres, que salvamos muchos bebés y que eso es dinero que pierdenIrene, rescatadora

Ana, una rescatadora de 19 años en la puerta del abortorio El BosquePaula Argüelles

Marta recuerda que las madres que acuden a ellos para buscar solución a sus problemas siempre les dicen que han salvado a sus bebés, pero que las han rescatado a ellas. «Muchas veces lo único que necesitan es una palabra de esperanza, el saber que hay ayuda y que no están solas», afirma Irene, para pasar a explicar que en estos centros lo que dicen a las madres dispuestas a poner fin a su embarazo es que no van a sentir nada; ni les hablan del síntoma postaborto ni de las alternativas que existen a acabar con la vida de su hijo. En palabras de esta joven rescatadora: «no quieren que estemos aquí porque saben que ayudamos a las mujeres, que salvamos muchos bebés y que eso es dinero que pierden».

Lo que para unos es un negocio, muy lucrativo, para otros no debería existir, ni ser una opción ni, por supuesto, ser vendido como un derecho fundamental de las mujeres. En los alrededores del abortorio El Bosque es llamativo que solo hay Mercedes, Porches y otros coches de alta gama. Marta explica que a este centro acuden sobre todo personas de alto nivel adquisitivo y cuando es preguntada por cuánto puede costar un aborto cuenta que depende del estado gestacional. Hasta las 12 semanas puede costar de 550 a 650 euros. Sin embargo, va subiendo a medida que pasa el tiempo: entre los siete meses y el término del embarazo puede llegar a costar hasta 3.000 €. No todos los abortos se derivan a través de la seguridad social, hay otros que se pagan directamente en los centros donde se practican. Solo en Madrid, hay siete abortorios concertados: Dator, Isadora y El Bosque –que pueden realizar abortos tardíos–, y Sergine Médica, Callao, Retiro y Pacífico –que solo pueden practicarlos dentro del primer trimestre–.

Quién entra, quién sale

Mucha paciencia y discreción son las claves para poder hacer el máximo número de rescates posible en una mañana y más desde la nueva ley que persigue a quienes acuden a proporcionar ayuda a mujeres embarazadas. Sin embargo, la norma elaborada para acabar con la actividad de quienes rezan ante centros abortistas en realidad, según cuenta Ana, una voluntaria de 19 años, ha conseguido que ahora paren muchos más abortos.

El ojo experto de estos rescatadores hace que identifiquen a primera vista a quienes van a entrar en estos centros y a quienes no. Observar a las personas que salen del abortorio, su forma de andar y el gesto de su rostro, permite diferenciar a alguien que acaba de salir de un aborto de quien han acudido solamente a solicitar información; diferenciación que también es posible fijándose en el envoltorio que cada mujer porta cuando sale de nuevo a la calle: un sobre grande significa que ha acudido para informarse, mientras que uno de pequeñas dimensiones indica que ya ha puesto fin a su embarazo.

Dos mujeres en la puerta del Hospital IsadoraPaula Argüelles

«Lo que más me impacta es ver lo destrozadas que salen las mujeres tras abortar. Se dan cuenta de que acaban de matar a su bebé una vez salen y ya no pueden rectificar», cuenta Irene sobre su experiencia como rescatadora. Desde que la asociación de voluntarios Rescatadores- Juan Pablo II se puso en marcha en 2013, han logrado parar 6002 abortos, no solo mediante el diálogo con las madres a las puertas de los abortorios, sino también a través de llamadas anónimas de familiares y amigos de mujeres que han tomado la decisión de acabar con la vida que lleva dentro y que les piden ayuda para hacerlas cambiar de parecer.

En una mañana frente a El Bosque e Isadora –no es posible decir qué día, puesto que los rescatadores no podrían volver la siguiente semana–, estos voluntarios se van acercando a cada persona que cruza el umbral de la puerta y vuelve a la calle. Los miembros de estos centros abortistas no los pueden ver, porque llamarían a la policía, por lo que siempre se ubican en los alrededores, esperando, observando y conversando. «¿Qué es lo que necesitas?», preguntan a las mujeres, con voz calmada. «Somos una asociación que se dedica a dar ayuda a mujeres embarazadas», continúan, para entregarles finalmente un tríptico de color beige en el que se puede leer el número de móvil de Marta, que atiende las veinticuatro horas del día; fotos de bebés recién nacidos y frases de acompañamiento para esos oscuros momentos a los que se enfrenta una mujer cuando se queda embarazada sin haberlo planeado.

Una mano amiga, aunque desconocida

Las hay que rompen a llorar, que comienzan a contar su historia, a hablar de lo que necesitan; las hay que ya venían con lágrimas en los ojos, pero a las que también acompañan y ayudan, puesto que el postaborto también existe; las hay que se dejan abrazar y aconsejar, que reciben la mano amiga, aunque desconocida, de los rescatadores para salir del pozo en el que se encuentran; y, por supuesto, las hay que dan las gracias y pasan de largo. Luego se sabrá si deciden llamar al número del folleto de los rescatadores o no.

Son muchas las mujeres que atraviesan la puerta de estos centros a diario. En los primeros cuarenta y cinco minutos en El Bosque lo hacen más de doce. Este abortorio se encuentra en un barrio residencial, en el que no tendría por qué haber mucho tráfico, pero aquí sí lo hay. Los coches dan vueltas a la manzana buscando un hueco de aparcamiento, pero todo esta lleno. Los vecinos saludan a los rescatadores y hablan con ellos. Son quienes viven en las casas cercanas al abortorio quienes avisan a Marta y otros voluntarios cuando se deshacen de sus residuos, muchas veces saltándose la normativa, o cuando intuyen que hay más movimiento del habitual y creen que más rescates son posibles.

Fachada principal del Hospital IsadoraPaula Argüelles

La otra cara de la moneda

Después de pasar la mañana hablando con distintas mujeres, que le han dejado sus datos o a las que ha dado los suyos, Marta recibe en su móvil la llamada de aquellas que están dispuestas a cambiar de opinión, aquellas que se van a dejar informar, aconsejar y ayudar. Una vez se han puesto en contacto, las cita en la sede física de Más Futuro para poder hablar más tranquilamente con ellas. Muchas de ellas se encuentran en situaciones vulnerables, sin recursos económicos, pero también las hay que lo único que necesitan es compañía, porque no están bien con su pareja o por dificultades familiares. 

Isabel, de 22 años, cuenta que cuando tuvo a su primera hija, que ahora tiene 10 meses, su madre prácticamente la echó de casa. No tenía trabajo estable, aunque ahora ha encontrado uno. El pasado noviembre se enteró de que estaba de nuevo embarazada y, agobiada, acudió al centro Dator a pedir información. «Cuando salí, se me acercó una señora y me dio su número. Decidí llamarla y seguir adelante», narra esta joven. Después de tres meses ha acudido a Más Futuro, donde apoyan a todas las madres rescatadas que deciden solicitar ayuda. Entrevistan a las mujeres que acuden para descubrir cuáles son sus necesidades e ir satisfaciéndolas y cuáles son sus problemas para ir resolviéndolos de uno en uno. 

En esta asociación no solo ofrecen recursos materiales: sillitas, ropa, pañales, comida, juguetes, cunas; sino también acompañamiento y formación: cursos de embarazo, de costura, de alimentación para niños... Todo el personal está formado por voluntarias, curiosamente, todas ellas mujeres. En total son quince y se organizan en varias tardes para que siempre haya alguien. Una de estas voluntarias, Flavia, que de profesión es pintora y también `va a rescates´ por las mañanas, cuenta una de las experiencias más fuertes que ha vivido en los alrededores de un abortorio: «He visto a muchas chicas salir de las `clínicas´ solas vomitando por la calle o que se desmayaban. No me lo han contado, lo he visto con mis ojos. Hablan de violencia... pero la violencia máxima es contra un bebé indefenso, ¿quién habla de eso? Ahora ofrecer alternativas a las mujeres es violencia». 

Cuando el feminismo es machismo

Mientras doblan pantalones y jerséis o colocan los pañales en la estantería dedicada para ello, las voluntarias hablan de todo aquello que no se cuenta del aborto, de que es como entrar en una batidora, de que te dicen que te quitas un problema, pero te buscas otro para el resto de tu vida; del `nosotras parimos, nosotras decidimos´ y de que las políticas que venden de feministas les parecen más machistas que ningunas otras, porque la violencia contra el cuerpo de la mujer que es el aborto y el desprecio a la maternidad solo puede venir de aquellos que odian la vida y que hacen negocio con la muerte. 

En un momento de la conversación, María, otra de las voluntarias, recuerda que un día en la puerta de Isadora se acercó a un grupo de hombres que esperaban en la calle con un bebé. Eran familiares de la madre del niño, que estaba de nuevo embarazada y había decidido ponerle fin. Cuando María les preguntó porqué estaban allí, respondieron que para ayudarla y apoyarla, y confesaron que ojalá hubiera aparecido diez minutos antes y hubiese evitado que su hija sufriese un aborto. 

No era la primera vez que un rescatador escuchaba algo así y seguramente tampoco será la última. De momento, ninguna ley ha conseguido evitar que voluntarios, de esta y muchas otras asociaciones, se reúnan en los alrededores de Dator, El Bosque o Isadora para rezar por las vidas que se pierden y por las que se pueden salvar; ni que personas valientes como Marta, Adriana, José, Ana, Jacobo e Irene, vayan cada mañana a hablar con las madres y ofrecerles la alternativa del amor a la vida.