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No puedo más con mi hijo

Los hijos son un renting de 18 años

No conozco a ningún padre cuyo hijo no le haya puesto a prueba varias veces en su vida. Y es que los hijos son una de las mayores alegrías del ser humano pero ¡¡cuántas penas acarrean!!

Hoy en día la educación se ha convertido en una de las preocupaciones que más se espacio y energía consumen en nuestro cerebro. Sin embargo, antes de cualquier técnica o truco para hacer que nuestros hijos sean los futuros genios del universo hay que hacer verdadero hincapié en el valor que tiene la familia.

La familia es el núcleo en donde todo ser humano se debe de sentir seguro. Y esa seguridad radica en que se sienta entendido, aceptado y querido. Es el lugar en donde nos configuramos y aprendemos a relacionarnos. Por ende, ¡qué importante es que tanto en familias parentales como monoparentales esto esté siempre muy presente!

No podemos olvidar que cada uno educa según lo que ha vivido y experimentado en su vida. Los hijos suelen ser un reflejo de nuestra propia vida. Al mismo tiempo ese niño tiene una personalidad, un carácter, temperamento e historia personal distinta a la de sus progenitores y como tal tiene que ser tratado. Ningún hijo es igual, al igual que no hay seres humanos idénticos. Por tanto, cada hijo debe ser tratado de forma distinta pues distinta es su personalidad.

Por otro lado, la falta de tiempo con los hijos hace que los padres arrastren un cargo de conciencia que suplen agradando al pequeño. En este dar por no poder estar con el niño, convierte a nuestros hijos en niños mimados, dictadores. En donde todo se tiene que hacer como ellos dicen y cuando ellos lo consideran. De ahí que se les conozco como «niños tiranos».

Estos niños tienen a sus órdenes a toda la familia. Mandan, ordenan, exigen de todo a todo el mundo y hacen lo que sea para conseguirlo. Para evitar que no se conviertan en los reyes de la casa, los padres podemos llevar a cabo una serie de acciones, que al principio traerán consecuencias negativas —gritos, enfados, chillidos— pero que a la larga, no harán de ese niño un potrillo sin domar.

Por eso, te propongo a ti padre y madre que me lees, un decálogo para no convertir a tu hijo en un pequeño tirano. Mucho radica en que debemos controlar sus deseos y retrasar las gratificaciones y podemos hacerlo con pequeñas cosas, como por ejemplo retrasando un vaso de agua o posponiendo la merienda. Si nuestros hijos no saben tolerar la frustración haremos de ellos personas endebles, sin voluntad y sin capacidad de sobreponerse a los mil y un avatares de la vida.

Por otro lado, no le hagas todas las cosas. Ayúdale, seguro que lo necesita. Pero por las prisas no le soluciones tú todo. Responsabilízalo de pequeñas —o grandes— tareas en casa, y si lo hace mal, corrige con cariño, firmeza y autoridad pero que al final lo haga él. Hazle pensar el porqué de las cosas, de sus actos o de la propia vida. Es una gran forma de estimular su cabeza pero al mismo tiempo su percepción de la realidad y de la balanza de los actos. Y por último, siempre ten una unidad de criterio con tu pareja, y contigo mismo.

No lo olvides: de que nuestros hijos vean que somos fieles a lo que pensamos, haremos de ellos niños coherentes, sin olvidar que «un hijo hace, lo que ve hacer a sus padres».