La antigua enfermera de un abortorio: «Era partidaria del aborto hasta que estuve allí»

De espaldas y sin dar su nombre ni sus iniciales. Así da su testimonio una antigua enfermera de un centro abortista, donde trabajó durante tres días. En este corto plazo de tiempo, se sorprendió de «la cantidad de negocio que hacen. Ganan muchísimo dinero, pero realizan atrocidades», cuenta.

A ella la contrataron, recién salida de la universidad, en un centro abortista, del cual tampoco puede dar el nombre, para hacer seguimiento de embarazos. Esto se hacía una vez a la semana; abortos 16 o 17 al día. Cuenta que cuando las chicas llegan allí, sus madres o acompañantes se quedan en la puerta, y a las pocas que coinciden allí se les prohíbe hablar entre ellas. «Muchas de ellas no saben lo que se les va a hacer ni cómo. A alguna se les hace una ecografía y a otras no, y les ofrecen una tarifa de precios». Si se quiere anestesia son 150 € más, porque no lo cubre la Seguridad Social y si no se quiere que conste en el historial clínico, otros 200 o 300.

«Recuerdo a una chica muy joven que vino embarazada de mellizos. Tenía muchas dudas y culpa -cuenta la enfermera-. No le dieron ninguna información: cómo se iba a hacer, qué otras opciones tenía. `Estás haciendo lo mejor´, le dijeron». Este fue uno de los casos que más le animaron a salir del centro y que ha compartido en el XXIV Congreso Nacional Provida.

Allí, las condiciones higiénicas tampoco son las mejores. Son las enfermeras las que se encargan de limpiar el quirófano, -«de cualquier manera», afirma- con tal de que no se vea la sangre de las intervenciones anteriores y poder continuar con todas a las que se procede en un solo día. Allí eran tres enfermeras, dos dentro de quirófano, una anestesista si era necesaria, y el mismo médico que llevaba a cabo la intervención.

El último día

«En ningún momento, nadie sale a informar a la familia si la chica está bien. Después de la intervención, sus padres pueden pasar cuatro o cinco horas esperando en la puerta sin ninguna información», explica. El límite legal para practicar un aborto son en España las 14 semanas de gestación. Ahora bien, esta enfermera confirma que muchas mujeres que las sobrepasan son llevadas también al quirófano. De igual manera, tampoco se respeta el periodo de tres días de reflexión de la mujer para someterse al aborto, establecido por ley y que ahora el Ministerio de Igualdad quiere eliminar.

«He sido partidaria del aborto hasta que estuve allí», confiesa. Creía en la capacidad de decisión de la mujer, pero su opinión dio un giro de 180 grados. El segundo de los casos que la hicieron salir de allí fue el aborto de un embarazo bastante avanzado. Recuerda estar en el quirófano, de pie, con el ecógrafo en la mano, y ver como una sonda era introducida en el conducto uterino de aquella mujer para romper la bolsa de líquido amniótico. «Cuando llegó al saco uterino, se vio una manita intentando agarrar la sonda. No pude evitar llorar. Me encerré en el baño, llamé a mi madre y le dije que me sacara de allí».

«Todavía hoy tengo pesadillas»

Se sintió engañada y de la misma manera cree que llegan quienes allí trabajan. «Cuando ves lo que es realmente un aborto, cambias de idea, igual que lo hacen las mujeres a las que se les hace una ecografía y escuchan el latido del bebé», afirma. En su experiencia, constata que el 99 % de las mujeres que escuchan le corazón del hijo que lleva dentro deciden no abortar.

«Todavía hoy tengo pesadillas», recuerda entre lágrimas. Sin embargo, cuando ahora alguna de sus pacientes embarazadas le dicen que no desean al hijo que esperan, ella les ofrece contarles en qué consiste un aborto, cómo es el procedimiento y todas las consecuencias que puede traer tanto física como psicológicamente. Y así es como, después de tres días trabajando en un abortorio, comenzó su lucha contra la `interrupción del embarazo´.