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Es necesario encontrar el equilibrio entre el descanso y las actividades para no saturar los horarios de los niños durante el veranoPexels

Una psicóloga explica por qué no es bueno atiborrar de actividades el verano de tus hijos

Las vacaciones son época de descanso, pero hay que encontrar el equilibrio para que los más pequeños no pierdan sus rutinas y no se alteren sus ciclos de desarrollo natural

Campamentos de verano, stages deportivos, cuadernillos rubio, clases de natación, de vela, de pintura, de piragua... talleres de todo tipo con el que ocupar el 100 % del tiempo de los niños durante las vacaciones de verano.

Los tres meses que los más pequeños no tienen que ir al colegio son su momento de descanso, de desconectar y de liberar todo el estrés y agobio del curso. Aunque pueda parecer que pasan todo el día jugando, saturar el horario y el día a día de los más pequeños puede provocar en ellos situaciones de tensión y acabar por angustiarles en demasía.

Relajar las normas

«Es conveniente que los niños se mantengan activos, pero hay que intentar no sobrellenar sus días como a veces ocurre a lo largo del curso», explica la psicóloga Celia Rodríguez Ruiz. Frente a lo estrictos que pueden ser los horarios cuando los niños tienen que levantarse para ir al colegio, el verano es el momento de relajar la disciplina e introducir cierta flexibilidad que no haga que los niños tengan que ir corriendo de una actividad a otra o se saturen por todo lo que se les impone para hacer en el día.

A nivel físico y psicológico, los más pequeños necesitan explorar, moverse y socializar con otros niños. Esto hay que compaginarlo también con el descanso, y aunque se les permita acostarse más tarde por no tener que madrugar también es bueno quitar las alarmas y dejarles dormir hasta un poco más tarde que de costumbre, dentro de sus ocho o nueve horas de sueño para no alterar los ciclos de sueño.

La flexibilidad de horarios

«Es fundamental, con cierta flexibilidad, mantener ciertas rutinas o hábitos para su propio bienestar», afirma Rodríguez. En vez de quedarse en casa durmiendo, jugando a videojuegos o pasando tiempo delante del móvil, es importante animarles a que pasen tiempo con sus amigos, que vayan a la piscina o hagan sus tareas escolares juntos. Ello «contribuye a que mantengan sus necesidades tanto a nivel cognitivo como físico cubiertas y que lo hagan con menos estrés», declara la psicóloga.

En caso de que desde el colegio no le hayan mandado deberes de afianzamiento del conocimiento para las vacaciones, Rodríguez sí que recomienda, «sin que se pase el verano haciendo tareas de más», dedicar un rato cada día a realizar cuadernillos de ejercicios o convertirlos en un momento más lúdico, por ejemplo, mediante juegos de pistas en los que tengan que leer o hacer cálculos para resolverlas.

Mantener, no avanzar

El objetivo es que no se pierda ni se olvide todo lo que se ha aprendido ese año. Se ha visto en las aulas que muchos niños vuelven de verano con pérdidas en hitos que ya habían conseguido. «Si el niño ha tenido dificultades en la lectura, el parón de los tres meses de verano hace que no lo refuerce. El fin no es avanzar más, sino mantener lo aprendido».

Mantener ciertos hábitos es recomendable sobre todo de cara a septiembre y la vuelta al cole. En palabras de Rodríguez: «Los niños funcionan con rutinas. Si se cambia el ritmo de sueño, de alimentación se afecta al bienestar general y a su capacidad de concentración».

El verano puede ser el momento perfecto para descubrir nuevas pasiones, aficiones o intereses, desde deportes, fomentar los hábitos de lectura hasta actividades más creativas como la fotografía.

Ocio sano

Que haya que compaginar el descanso con todo lo demás no significa que los niños tengan que pasar todo el verano en casa con sus padres, aunque aprovechando las vacaciones también es relevante pasar tiempo de calidad todos juntos. Rodríguez explica que los campamentos de verano, tanto de estancia en otra ciudad, en el extranjero e incluso los urbanos –para niños más pequeños–, les ayudan a desarrollar su autonomía, su independencia, la autoestima, a saber ser fuera de la familia y a aprender a responsabilizarse de sus cosas.

«Durante el periodo activo, estamos muy sobrecargados, y cuando nos llega el ocio no es sano del todo, porque lo que hacemos es solo descansar», analiza la psicóloga. Por eso resulta tan importante encontrar el equilibrio que permita mantenerse activo, pero de una manera más flexible y relajada que durante los meses de periodo escolar.