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Juan y María, padres de Juanito

Juan y María, padres de Juanito, de cuatro mesesPaula Argüelles

Conversaciones en Familia

María y Juan, padres después de mucho intentarlo: «La infertilidad siempre te acompaña»

Juan y María se casaron a los 25 años. Como muchos otros matrimonios, ni siquiera valoraron la posibilidad de no poder quedarse embarazados. Sin embargo, tras mucho intentarlo sin éxito, su ginecólogo de toda la vida les derivó a reproducción asistida. Dos ciclos de fecundación in vitro, siete implantaciones embrionarias negativas después, una cuenta bancaria en números rojos y la salud y el alma desgastados, pero la pareja no se rindió.

Juanito es su pepita de chocolate que nació hace cinco meses. Así lo apodan las seguidoras de María en la cuenta de Instagram que abrió para compartir su camino con la infertilidad, a través de la que conoció también la naprotecnología y el método Creigton, que puso fin a su esterilidad.

Juan, María y Juanito en sus brazos

Juan, María y Juanito en sus brazosPaula Argüelles

–¿Cómo es querer ser madre y sentirse madre, sin poder llegar a serlo?

–Es la cosa más difícil del mundo. Es muy frustrante, muy agotador y te consume muchísimo. Es un sueño muy legítimo y que desde pequeñita te venden en todas partes. Es muy difícil que te llegues a plantear esa situación, esa posibilidad. Cuando te encuentras de bruces con la infertilidad es muy impactante y difícil de gestionar. Lleva muchísimo tiempo hacerse a la idea y aprender a convivir con ello.

–¿Alguna vez llegaron a pensar que nunca podrían ser padres si no fuera, por ejemplo, por adopción?

–Después de los dos tratamientos de la reproducción asistida, ya no podíamos más, y el mensaje que sentimos que Dios nos mandaba era que lo dejáramos estar. Pasamos un duelo y ahí fue cuando nos planteamos la adopción y llegamos a completar el proceso. Esto mientras transitábamos el duelo de que igual no seríamos padres biológicos nunca. Fue nuestro primer gran desafío como matrimonio.

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–¿Por qué procesos han pasado para conseguir ser padres?

–Mi ginecólogo nos derivó a reproducción asistida cuando nos dimos cuenta de que no podíamos ser padres. Como éramos jóvenes y aparentemente no teníamos ningún problema, excepto un seminograma un poco flojo, nos recomendaron directamente una fecundación in vitro con microinyección intracitoplasmática (ICSI), e hicimos un primer ciclo. De este, se sacaron cuatro embriones e intentamos embarazo con todos, pero fueron cuatro negativos. Nos hicieron más pruebas y nos dijeron que éramos genéticamente incompatibles, que mi sistema inmunológico rechazaba cualquier cosa que entrara en mi cuerpo que tuviese material genético de Juan. Nos animaron a hacer otro ciclo, pero con medicación inmunológica para frenar esas defensas de mi cuerpo. Se extrajeron en esta ocasión tres óvulos y nada. Siete intentos parece rápido, pero conlleva un proceso de pinchazos, medicación, quirófano, esperas, preparaciones del útero, que lleva mucho tiempo. Después de un año y medio de tratamiento estábamos muy desgastados y decidimos parar, para pasar el duelo y recuperarnos a nosotros mismos como matrimonio.

–Pero no se rindieron.

–Nos planteamos la adopción, que nos hizo mucha ilusión y empezamos el proceso. Después de unos meses, abrí la cuenta de Instagram y muchas mujeres empezaron a hablarme de la naprotecnología. Al principio me mostré muy reacia, porque hay muchas personas que se aprovechan de quien lo pasa mal con la infertilidad para vender humo. Investigué y descubrí que es un método igual de científico y médico que la reproducción asistida, incluso más, porque el objetivo es curarte, que el de la fecundación artificial es simplemente fabricar el bebé.

Al quinto mes de empezar con la napro, me quedé embarazada, como al segundo de tratamiento. Estudiaron mi ciclo y todas las posibles causas que existen de infertilidad natural. En reproducción asistida nunca me miraron las trompas, porque les da igual que una esté obstruida, o que tengas ovario poliquístico, hipotiroidismo o endometriosis, porque no interfiere en una transferencia de embrión.

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–¿Cómo llevaron las connotaciones éticas y morales que puede tener la fecundación in vitro?

–Como teníamos tantas ganas de ser padres, nos vimos entre la espada y la pared. La desesperación te lleva a intentarlo todo. Nos marcamos unos límites muy claros, porque si te dejas llevar por la reproducción asistida, hay muchas derivadas detrás: bancos de semen, donantes de óvulos. Nunca nos prestamos. Todo lo que queríamos era que nos ayudaran, pero con lo de mi marido y con lo mío, sin analizar embriones ni seleccionando, e implantándolos todos. Nunca descartamos ninguno porque todos son nuestros hijos. Pero tampoco estábamos al 100 % cómodos con ello.

–En septiembre de 2020, piensan en la adopción como una opción. ¿Fue la primera vez?

–Era incluso la primera vez que hablábamos de ello. Es una decisión difícil, porque tampoco es un proceso sencillo. Es una paternidad más complicada, porque esos niños traen su propia mochila a la espalda, unos recuerdos… La adopción es una medida de protección de la infancia, está para darle una familia a esos niños y no para darle un niño a esos padres porque sí. Aunque empezamos con la naprotecnología, seguimos el proceso, porque tampoco sabíamos qué iba a pasar. La misma semana que nos dieron la idoneidad para adoptar y entramos en lista de espera vimos el positivo en el test de embarazo.

–Después de todos los tratamientos, y de por fin tener a Juanito: ¿se acaba la infertilidad cuando se tiene un hijo?

–No. Por un lado, la infertilidad es una crisis, una condición, que después de desgastarte tantísimo a todos los niveles, siempre te acompaña. Forma parte de tu historia y de la persona que eres después de haberlo vivido. Por desgracia, muchas personas que hacen tratamientos de reproducción asistida, como no les curan su infertilidad, una vez tienen su bebé, tienen que volver a recurrir a la fecundación artificial para volver a quedarse embarazados.

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