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enormes minuciasCarmen Fernández de la Cigoña

Las empresas «amigas» de la familia

Continúan vendiéndole a la mujer que la maternidad es una carga. O que cuando menos puede esperar a que a la empresa le venga bien

Creo que la experiencia nos enseña que hay muy pocos actos que tengan una repercusión exclusivamente personal sin que esa actuación tenga consecuencias en las vidas de otros. Dependiendo quién realice esa acción y quién tome esa decisión (una persona, una empresa, un Estado) las consecuencias o son más o menos relevantes o tienen una repercusión en un número mayor de personas.

En este mundo globalizado, la actualidad más inmediata nos demuestra esto continuamente. Decisiones diplomáticas o políticas, decisiones comerciales o sancionadoras, decisiones económicas, tienen repercusión en prácticamente todos los hogares. En muchas ocasiones, esa repercusión se obvia a la hora de tomar decisiones. O se asume como algo indiferente y, en el mejor de los casos, como un daño colateral que ya se verá cómo se reparará.

Pero más allá del horror que supone una guerra y de comprobar que no solo afecta a los países implicados directamente, si no a todos, hay otras muchísimas decisiones que afectan a, como está de moda decir ahora, colectivos importantes. Estas no las toman los Estados, al menos no directamente, aunque con sus políticas, subvenciones y declaraciones las refrendan o las persiguen, según resulte más conveniente.

Todo contribuye a crear, a cambiar o a fortalecer un ambiente social. Ese ambiente que los expertos tratan de predecir, y en cierto modo manipular, para intentar saber qué es lo que puede pasar con unas determinadas elecciones, o cómo se recibirán determinadas medidas en unas sociedades u otras, a nivel nacional e internacional.

En ese ambiente social me resulta desolador y sorprendente, casi a partes iguales, campañas que desde algunas empresas se realizan y que pretenden venderse como solidarias, family friendly y que en cualquier caso reflejan la preocupación del empresario por sus trabajadores. Y cómo la sociedad, por regla general, lo acepta y en muchos casos lo aplaude, sin cuestionarse, la mayoría de las veces, el sentido y las consecuencias de tales medidas.

La «maternidad extendida» lo que hace es someter a la mujer, porque en sus años más jóvenes la queremos para la empresa 100 %, sin distracciones o cargas, que sin duda son los hijos

En los últimos tiempos hay dos que me llaman especialmente la atención. Y que, verdaderamente, al menos por mi parte, me parecen de unas consecuencias nefastas.

En primer lugar el ofrecimiento que muchas empresas hacen a sus empleadas de financiar el tratamiento de congelación de sus óvulos para acceder a la maternidad en el momento idóneo de sus vidas. Creo recordar que con esta práctica comenzó Facebook en 2014 y desde entonces otras muchas se han ido sumando. Google, Yahoo, Apple, y en el territorio nacional hay distintas iniciativas, como en la Comunidad Valenciana, que igualmente se han sumado a ella. Todo ello con la aquiescencia y el elogio de quienes se felicitan por la implantación de tan buenas iniciativas, destinadas sin duda a la conciliación laboral y familiar. O eso dicen.

Y me asombra que, más allá de cuando una mujer quiera ser madre (con un padre al lado o no, que para algo somos tan progresistas), no se vea que la práctica de la «maternidad extendida» –en realidad maternidad retrasada– lo que hace es someter a la mujer, porque en sus años más jóvenes (quizá más productivos y con más empuje) la queremos para la empresa 100 %, sin distracciones o cargas, que sin duda son los hijos. Unas medidas de conciliación en las que no hay familia con la que conciliar. Algunas voces intentaron poner esto de manifiesto y fueron inmediatamente silenciadas. Se oponían al progreso y a la liberación de la mujer.

Hace unos días nos enterábamos de que ya hay empresas en EE. UU., por ejemplo Amazon, que anuncian que costearán los gastos de las empleadas que quieran ir a abortar a uno de los estados donde siga estando permitido después de la sentencia sobre el caso Roe vs Wade. También alegando el bien de la mujer, de la sociedad y de la familia.

Esas decisiones empresariales por supuesto que tienen consecuencias. Continúan vendiéndole a la mujer que la maternidad es una carga. O que cuando menos puede esperar a que a la empresa le venga bien. Y continúan vendiendo en la sociedad que la familia y la maternidad es algo que no debe tener importancia.

Pues qué quieren que les diga. Por ahí no hay que pasar.

  • Carmen Fernández de la Cigoña es directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia. Doctora en Derecho. Profesora de Doctrina Social de la Iglesia en la USP-CEU. Esposa y madre de tres hijos