Educación y psicología
Así afecta el estilo parental a los posibles trastornos de los niños
La manera en que los padres crían a sus hijos puede ayudar a predecir el desarrollo, por ejemplo, de TDAH, de ansiedad o conductas disruptivas
Ser padres no es fácil. El peso de la responsabilidad de tener que cuidar de una pequeña personita las 24 horas del día y 365 días al año puede dar dolores de cabeza, y más teniendo en cuenta que la actitud que los padres presentan ante la crianza y la educación de su descendencia condiciona desde muy pequeños cómo serán en un futuro.
Cada padre tiene su propio estilo y este puede ir cambiando a medida que sus hijos crecen o dependiendo de la posición que el niño ocupe en la familia (si es el primogénito o el hijo menor), de la salud o de aspectos culturales o religiosos de la propia familia. En todo caso, las formas de crianza son dinámicas y pueden mezclarse entre sí durante el desarrollo del niño.
Tres estilos parentales
En líneas generales, la psicóloga clínica Diana Baumrind catalogó ya en 1966 tres estilos parentales diferentes atendiendo a cuestiones de control, afecto y comunicación. El primero de ellos, el estilo permisivo, es rico en afecto y comunicación, pero limitado en control y normas. Los niños criados por padres permisivos son muy autónomos, pero han sufrido una dejada exigencia en cuanto a las expectativas que se tenían de su maduración y su responsabilidad.
En cambio, los hijos de padres autoritarios han sido mayormente controlados. Estos hogares se caracterizan por la falta de comunicación y afecto, y unos progenitores que tratan de influir y evaluar el comportamiento y las actitudes de su prole, lo que genera un alto nivel de exigencias en cuanto a su maduración.
Un punto intermedio entre estos dos estilos parentales tan dispares sería el democrático o autoritativo, caracterizado por una comunicación bidireccional y afecto, que trata de dirigir las acciones de los hijos mediante el razonamiento y la negociación. Este tipo de crianza favorece en buen grado la autonomía, la independencia y la responsabilidad social.
Después de Baumrind, ha habido muchos otros expertos en paternidad que han desarrollado estas teorías, dando lugar a estilos mixtos como el autoritario-recíproco, el autoritario-represivo, permisivo-indulgente o permisivo-negligente.
Desarrollo de trastornos
Existen muchos otros factores, además de la influencia de la manera en que sus padres los han criado, que intervienen en el desarrollo de trastornos en niños y adolescentes, tales como déficit de atención e hiperactividad (TDAH), ansiedad y comportamientos disruptivos o alteraciones emocionales o relaciones, como conductas antisociales.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la Revista de Psicología y Educación, elaborado por investigadores de la universidad de Oviedo y titulado ¿Qué Sabemos Sobre los Estilos Educativos Parentales y los Trastornos en la Infancia y Adolescencia?, analiza a través de la literatura científica publicada desde 2011 hasta 2021 de qué manera las distintas características de los tipos de crianza afectan al desarrollo de estos desórdenes.
En general, son los estilos parentales que fomentan el afecto y la implicación los que promueven un ajuste social más adecuado en niños y adolescentes. Pero más concretamente, se ha demostrado que las prácticas de crianza positiva predicen niveles más bajos de hiperactividad e impulsividad y mejor nivel de atención a los siete años.
El afecto y la comunicación
En cuanto al posible desarrollo de cuadros ansiosos o de conductas disruptivas en menores, únicamente dos estilos educativos están relacionados con estos trastornos: de una manera positiva, el humor; y de manera peyorativa, el control psicológico. Y aunque pueda parecer lo contrario, la permisividad parental es un factor de riesgo para el desarrollo de ansiedad en los niños, mientras que la autoridad materna y la sociabilidad dentro de la familia los protegen contra este tipo de sintomatologías.
No ha de confundirse la autoridad con la sobreprotección, y es que el TDAH y la ansiedad en la infancia están relacionados con una crianza sobreprotectora. En cambio, las prácticas educativas afectivas, con una mayor comunicación y apoyo, influyen en que los niños puedan no presentar un comportamiento antisocial y puede ayudar a prevenir el consumo de drogas, la delincuencia o el acoso escolar.
Los autores destacan que el nivel de satisfacción de los niños y adolescentes aumenta junto con el afecto y comunicación; y disminuye en los casos en que hay un aumento del control psicológico.
Los niños van cambiando a medida que crecen, al igual que sus padres y la manera en que se relacionan entre ellos. Quien comienza siendo un progenitor un poco más autoritario puede acabar permitiendo comportamientos que en un principio no toleraba, e igual al revés. Lo que sí queda claro después de revisar diez años de estudios sobre cómo los estilos parentales afectan a los trastornos en niños y adolescentes es que el afecto y la implicación familiar favorecen en mayor grado el adecuado ajuste psicosocial de los menores y con una prevención del desarrollo de estos tipos de sintomatologías.