Laia y los deseos cumplidos de 6.000 niños que la ciencia avala como de ayuda en su enfermedad
En Pequeño Deseo trabajan un total de catorce personas, aunque cuentan también con voluntarios. «No somos una fábrica de deseos», cuenta su directora
Cuando Laia tenía dos años y medio, lo que comenzaron como unos episodios de fiebre resultó ser una leucemia linfoblástica aguda. Pasó cinco años luchando contra la enfermedad e incluso sus médicos llegaron a quitarle el tratamiento. Sin embargo, a punto de cumplir los siete años, la pequeña tuvo una recaída.
La diferencia era que esta vez no era linfoblástica, sino mieloide, para la que hacía falta un trasplante. El único compatible al 100 % era el hermano pequeño de Laia, que en ese momento tenía cuatro años. «Gracias a él, mi hija se ha salvado», dice Sonia, madre de ambos.
Fue el 30 de septiembre de 2021 cuando recibió la médula ósea de su hermano. Y el siguiente diciembre, cuando ya le habían quitado de nuevo el tratamiento, el mayor deseo de Laia se cumplió. Apareció en su vida la fundación Pequeño Deseo, cuya principal labor según explica Cristina Cuadrado, su directora, es la de «complementar la actividad de los médicos» porque «con el tiempo se ha visto la importancia que hay que darle a la parte psicológica y anímica en la enfermedad».
Laia ha sido la niña número 6.000 que ha podido cumplir su pequeño deseo. Su madre no esperaba que dijese que lo que quería era volar, pero así fue, y con un montón de imaginación la llevaron a un túnel de viento donde pudo sentirse como un pájaro.
En Pequeño Deseo trabajan un total de catorce personas, aunque cuentan también con voluntarios. «No somos una fábrica de deseos», cuenta Cuadrado. «Queremos apoyar a estos niños, cada uno es único y su deseo es especial. Por eso buscamos que sea siempre una experiencia».
Alejandro Sanz, Karim Benzema, Camilo, Gerard Piqué, Vinicius Junior o Dani Martín son algunos de los cómplices que desde la fundación han tenido para cumplir los deseos de estos niños, cuando sus médicos les dan el permiso para poder salir del hospital. Y ¿cómo consiguen que personas, quizá tan inaccesibles, les ayuden? La directora de Pequeño Deseo confiesa que cuando les cuentan para qué es, no pueden decir que no.
Como Laia, la niña que quería volar, hay muchos otros pequeños con grandes deseos que son todo un reto. Sin embargo, también hay sencillos deseos, pero no por ello menos importantes, que son satisfechos. «¿Con qué sueña una niña de cuatro años?», pregunta Cuadrado. La respuesta no es muy complicada: «Con cosas de niña de cuatro años: `quiero volver a estar con mis amigas o quiero volver a hacer lo que hacía antes de estar enferma´».
Sonia, igual que otros padres, pudo ver en primera persona el efecto que tuvo en su hija haber cumplido su sueño. Pero lo que es más importante, estas familias experimentan el efecto que tiene en sus hijos enfermos la ilusión, la alegría, la esperanza, cuando todo parece oscuro. La cara de estos niños y su actitud tras satisfacer su deseo fue lo que llevo a la fundación a preguntarse si podría haber una explicación científica que apoyase su labor, sobre todo de cara a su bienestar, pero también en el núcleo familiar y el entorno médico.
A través de un estudio realizado entre Pequeño Deseo, la Universidad Complutense de Madrid y el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, pudieron concluir a grandes rasgos que sí, «las emociones positivas producidas por el deseo les hacen sentirse más fuertes para afrontar su enfermedad». Pero no era solo la experiencia que habían vivido, sino su efecto perdurado en el tiempo. «Cada vez que tenían un momento malo, era algo a lo que podían acudir. Este efecto duraba más de seis meses», explica Cristina Cuadrado.
¿Cómo lo hicieron? Compararon a los niños cuyo deseo se había cumplido con los que no. Sonia lo describe como un antes y un después. «Nunca la había visto tan feliz», dice. Este lunes, 28 de noviembre, Laia cumple 8 años, y sus padres han decidido llevarla a cumplir su pequeño deseo por segunda vez.