Una ley de familias que no llega
En busca de la familia: la «institución más valorada por los españoles» y la que todos quieren politizar
«Hay tantos tipos de familias como familias hay en el mundo», dice convencido el director del Foro de la Familia, quien, por otro lado, lamenta que se haga política con la institución menos ideológica que existe
El pasado martes 29 de noviembre, el anteproyecto de la ley de familias iba a ver la luz, después de muchos atrasos. Al final, la ley de trata adelantó por la derecha y tiró de largo con todos los semáforos en verde –aunque tampoco han sido pocos los conflictos hasta llegar a su aprobación–.
Todavía se desconoce cómo quedará el proyecto final de Belarra, aunque en el borrador filtrado por los medios se incluyen medidas como una prestación mensual de 100 euros por cada hijo menor de tres años, un permiso retribuido de cinco días al año para cuidar de un familiar de segundo grado o un conviviente o un nuevo permiso parental de ocho semanas para disfrutar de manera continua o discontinua hasta que el menor cumpla los ocho años.
En lo que quiso ser pero se quedó en el intento, esos cinco días iban a ser en realidad un periodo de siete a nueve y la baja por paternidad y maternidad empezaría a ser de seis meses en vez de cuatro.
Una ley que no llega
Las negociaciones han durado un año. Fue en diciembre de 2021 cuando el Ministerio de Derechos Sociales trasladó un primer texto a Hacienda, Justicia, Igualdad e Inclusión, antes de elevarlo al Consejo de Ministros. Antes del verano, Belarra y Montero anunciaron que sería en septiembre cuando se aprobaría por fin la ley de familias.
Pero llegó octubre y nada se sabía, salvo que los socios del Gobierno para aprobar los Presupuestos Generales del Estado se comprometieron a aprobar el proyecto de forma urgente antes de que acabara el mes. Y así llegamos hasta hoy y de momento, no se ha dado a conocer la próxima fecha en la que se planea aprobar de nuevo la ley.
En lo que las organizaciones familiares están de acuerdo es en que no ha de usarse una ley para politizar la familia, «la institución mejor valorada por los españoles», la define Javier Rodríguez, el director del Foro Español de la Familia. «La familia es lo menos ideológico que hay –continúa Rodríguez–. Es donde todos somos queridos y aceptados, y donde crecemos y nos desarrollamos independientemente de a quien votemos».
Hay tantos tipos de familias como familias hay en el mundoDirector del Foro Español de la Familia
Los 16 tipos de familias
Se refiere concretamente a la parte de la ley revelada por el diario ABC en la que se definen 16 tipos de familias diferentes. «Hablar de categorías de familias es absurdo, porque hay tantos tipos de familias como familias hay en el mundo», aclara el director del Foro de la Familia. Estas mismas categorías son calificadas como «absurdas» por José Manuel Trigo, presidente y portavoz de la Federación Española de Familias Numerosas, una de las entidades que el ministerio de Belarra convocó para las consultas públicas del proyecto de ley.
No todo es una derrota. Rodríguez es optimista: «Celebramos que haya una voluntad de hacer una ley de familias y que se mejoren las ayudas existentes, no solo en cuanto a la cantidad, sino que se puedan beneficiar más familias», concluye. Por su parte, Luis Herrera, encargado de relaciones institucionales de la Federación de Familias Numerosas, aplaude –aunque flojo– que se hayan recogido algunas de sus propuestas en el borrador, «pero pocas», afirma. Sus luchas más fervientes estaban en la discriminación al acceder a las ayudas públicas –que se tuviera en cuenta el número de hijos a la hora de cobrar el paro, por ejemplo– y la proporcionalidad en esas ayudas. «Que cada hijo cuente», sentencia.
¿Dónde queda la familia?
Pero, ¿en qué lugar deja esta ley, o lo que de momento de ella se conoce, a la familia? Para Carmen Fernández de la Cigoña, directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia, la norma propuesta por Belarra «busca el elemento no constitutivo sino el accidental como definitorio de la familia», es decir, hace de una situación su esencia, como en el caso de la «familia transnacional», la «familia en el exterior» o la «familia retornada».
Para la persona y su propio desarrollo el núcleo familiar, sus padres y sus hermanos, es donde primero se aprenden ciertos patrones de conducta con los que se forma la personalidad. «A partir de ahí se crea la identidad de la persona», afirma Mercedes Bermejo, vocal de la junta de gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
Es entonces cuando surgen dos fenómenos que confluyen en la familia: la pertenencia y la diferenciación. «Todos, para nuestra propia supervivencia, necesitamos pertenecer», explica Bermejo. Es el ser y estar integrado en el grupo más básico y primigenio donde no se juzga y se valora a la persona, simple y llanamente, por lo que es. Pero a la vez, dentro del grupo al que uno pertenece, hay que saberse diferente del que se tiene al lado. Diferente como independiente, autónomo y separado de sus padres. «Esto empieza cuando el niño cumple un año y termina cuando crea su nuevo núcleo familiar», explica Bermejo.
Con lo que la familia ha sido...
Es unánime la opinión entre los estudiosos sobre la familia que esta es una constante a lo largo de las civilizaciones humanas. «Es una institución social articulada sobre la condición mamífera del ser humano», explica el filósofo Higinio Marín, y por ello la familia está, de manera intrínseca, focalizada hacia la procreación. Que los hijos sean el centro de la unión matrimonial y su propósito, generó ya en tiempos de Marx y Engels una lectura de la familia como «el sistema social protector de la propiedad privada, que es la sociedad burguesa», aclara el filósofo. Este es el germen de los movimientos de deconstrucción de la familia, paso necesario, en palabras de Marín, para «la reforma del orden social en el que no exista la desigualdad a la que da lugar la propiedad privada».
Hay dos motivos fundamentales por los que históricamente un matrimonio podía disolverse: la infertilidad y el adulterio. La tradición judeocristiana y su concepción de la familia rompen este esquema: «La familia cristiana se inaugura con un hecho insólito. Un padre que sabe que su mujer va a tener un hijo que no es suyo y no la repudia». De este vínculo, que no es necesariamente de sangre, entre padres –la pareja– e hijos, nace lo que Marín viene a denominar la «comunión de la intimidad».
«Creced y multiplicaos» - Gn 1:20
Y es así, veintidós siglos después, como sigue definiéndose el matrimonio: «la libre comunión de la intimidad que se expresa en el mutuo crecimiento y en la multiplicación», añade el filósofo y también profesor de antropología. La familia es entonces el espacio donde se revela el valor absoluto de cada individuo y el único contexto en que la muerte significa algo para alguien. «Ahora mismo, están muriendo seres humanos y permanecemos indiferentes a este asunto. Solo es un acontecimiento único la muerte por el valor que de esa vida se hace en el contexto familiar», ejemplifica Marín.
La familia también ha resultado como el espacio en el que se ha limitado el poder de déspotas, e Higinio Marín recuerda la tragedia de Antígona de Sofocles. «Los estados estatalistas tienen una relación problemática con la familia, porque es un límite a la legitimidad del poder estatal», continúa el filósofo. Y por eso, continuamente quiere pasarle por encima y la presenta como «el ámbito en el que más frecuentes son los abusos y donde hay más violencia», explica Marín en lo que cataloga como la criminalización de la relación de las familias.
¿De quién tiene que proteger el Estado, entonces, a los niños? «De sus padres», responde el profesor, para que no les inoculen una ideología, para que no importe lo que sus padres digan sobre sexualidad o ética o valores... porque «les sobra la relación paterno filial» y con lo que se sueña es con una sociedad de individuos todos iguales ante la ley, sin tener en cuenta que los hijos dependen de sus padres de manera natural, en una etapa, que es la infancia, que es más larga para la especie del ser humano que para cualquier otro mamífero sobre la faz de la tierra.