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Varios niños, en un colegio de MadridEP

Educación mixta vs diferenciada: pros y contras de juntar o separar niños y niñas en el aula

Que niños y niñas maduran a edades dispares no es ningún secreto. Padres y profesores son testigos de ello cada día y distintas investigaciones en los últimos años lo han constatado. El ritmo madurativo de niños y niñas es diferente. El último de estos estudios incluso ha dejado pruebas gráficas de ello: un equipo del Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Drogas de Maryland (EE.UU.) ha empleado neuroimágenes de los cerebros casi 9.000 niños y niñas de entre nueve y 11 años durante una década para apreciar las diferencias entre ambos sexos.

Su conclusión, publicada en Jama Pediatrics, no provoca sorpresa y menos a los expertos en educación diferenciada, como Fernando Rodríguez-Bonado, profesor de Lengua en el Colegio Tajamar de Madrid y periodista en Aceprensa. Explica que el profesor que este es «una opción pedagógica más» y uno de sus pros encaja a la perfección con los resultados del equipo de Maryland. La educación diferenciada propone mejorar los resultados académicos de sus estudiantes, como cualquier otro sistema pedagógico, pero con la peculiaridad de que la forma de hacerlo es aprovechando las diferencias existentes en cada etapa madurativa entre chicas y chicos. Y de ahí que se les separe, dependiendo del colegio, solo en algunas asignaturas o en todas.

En el otro lado de la balanza, los defensores de los colegios mixtos argumentan que este sistema fomenta la inclusión y la igualdad de oportunidades juntando a todos los alumnos en el aula, sin distinción de sexos, algo que consideran discriminatorio. Quien no está del todo de acuerdo con este último contra de la diferenciada –que resulta discriminatoria– es el Tribunal Constitucional. En el año 2018, el pleno de magistrados desestimó un recurso de inconstitucional presentado por el PSOE a algunos artículos de la LOMCE, en el que consideraban nulo el artículo que dice así: «no constituye discriminación la admisión de alumnos y alumnas o la organización de la enseñanza diferenciada por sexos».

En el artículo 27 de la Constitución Española se deja claro que la educación «tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales». Y así ha de ser en todos los modelos pedagógicos.

En España el sistema mixto es el más implantado. En todos los colegios e institutos públicos alumnos y alumnas están juntos –que no revueltos– en el aula. También en muchos concertados y privados este es el modelo predominante, pero conviven con los colegios diferenciados. Algunos de ellos pertenecen a cadenas educativas asociadas a órdenes religiosas, pero otros nada tienen que ver con la fe. Aunque no es tampoco común en el resto del mundo, en Estados Unidos sí que hay colegios públicos que son también diferenciados.

Según la Real Academia de la Lengua, la coeducación es «enseñar en una misma aula y con un mismo sistema educativo a alumnos de uno y otro sexo». El término se ha desligado de lo que define –la educación mixta– y ha adoptado una connotación que tiene más que ver con fomentar la igualdad, «fundamentándola en el respeto a la diversidad, la valoración y la visibilización de lo femenino y de lo masculino e impulsando la libertad de elección», según se define en el portal Coeducación.es.

El debate acerca de si uno de los dos modelos es mejor o peor que el otro lleva abierto desde que ambos sistemas comenzaron a convivir. Se han escrito artículos científicos apoyando a uno y otro, pero en general, la literatura al respecto ha encontrado que, en comparación con la educación mixta, la diferenciada tiene, como mínimo, efectos neutrales sobre sus alumnos, por lo que no deja de ser una opción para que las familias escojan dentro de la diversidad que presenta el mundo educativo y que es la fuente de su riqueza.