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Una madre con su bebé

Una madre con su bebéPexels

El cerebro de una mujer durante su embarazo cambia tanto como el de un adolescente

La misión de los cambios en la estructura del cerebro de una madre es favorecer el vínculo con sus hijos

ser madre implica un sinfín de cambios. Horarios, rutinas, la decoración misma de una casa... El cuerpo se transforma, física y mentalmente. Mientras la barriga crece para albergar en su interior una nueva vida, el cerebro reduce su tamaño, hasta el momento del parto, en el que vuelve a agrandarse.

En este proceso que se ha venido llamando matrescencia (por su semejanza a los cambios cerebrales que tienen lugar durante la adolescencia), el contorno cerebral disminuye en pos de un aumento de la atención selectiva, atención dirigida y la memoria a corto y largo plazo. Un estudio publicado en Nature Communications el pasado mes de noviembre dejó constancia científica de la liberación de hormonas de las embarazadas modifican la estructura cerebral de las gestantes, lo que las hace predispuestas a ciertos comportamientos maternales: la creación de un vínculo o la preparación del hogar para la llegada del recién nacido (más conocido como síndrome del nido lleno).

Es a partir de la semana 28 cuando se intensifican las conexiones neuronales que dan lugar a estos cambios. Algunas mujeres embarazadas tienen la sensación de que olvidan cosas que antes nunca habrían olvidado o dejan de poder concentrarse en varias cosas a la vez. La razón detrás de este fenómeno es que el cerebro aúna todos sus esfuerzos en lo más importante: cuidar y proteger al bebé.

Según informan desde el proyecto BeMother, del doctor Òscar Vilarroya y la doctora Susanna Carmona del Instituto de Investigaciones Médicas del Hospital del Mar, las transformaciones en el cerebro de la madre duran al menos dos años tras el parto. En sus investigaciones, observaron que cuanto más cambia la estructura neuronal de la madre, más intenso es el vínculo entre ella y su bebé.

A la vez que aumenta la memoria y la capacidad de aprendizaje, diversos estudios neurocientíficos han constatado que durante la gestación se reduce la hormona del estrés y disminuye el miedo y la ansiedad en la amígdala.

Es esta pequeña estructura cerebral la culpable de que las neuronas se activen como respuesta a la imagen del bebé de un madre, más que si ve a cualquier otro niño, y de que la mujer sea más sensible a la oxitocina (la hormona del amor) durante el embarazo y el posparto.

Así, una madre se vuelve más sensible al llanto de su bebé. Todos estos cambios afectan en especial a la empatía, de manera que una mujer es capaz de entender a su criatura.

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