A favor y en contra de los deberes en verano: hablan los expertos
El verano es un momento de descanso, pero hay profesores partidarios (igual que los hay en contra) de no dejar desconectar completamente el cerebro
El curso escolar ha llegado a su fin. Ya no más clases, ni trabajos, ni exámenes, ni extraescolares, por lo menos hasta que en septiembre todo vuelva a comenzar. Los alumnos han aparcado sus obligaciones y las han cambiado por pasar las tardes en la piscina, los campamentos y las noches con amigos y helados.
La pregunta a la que cada año al llegar junio padres y profesores se enfrentan es qué pasa con los deberes durante la temporada estival. El verano es un momento de descanso, pero hay profesores partidarios (igual que los hay en contra) de no dejar desconectar completamente el cerebro. Uno de ellos es Carlos Fernández, presidente de la Asociación de Profesores de Madrid.
«El cerebro, al igual que otros músculos, necesita actividad», explica Fernández. El profesor defiende que debido a periodos de inactividad extensos puede atrofiarse, sobre todo en edades en las que todavía se está formando. En esta línea, es partidario de asignar a los niños ciertas tareas intelectuales. «Porque se escoja una hora de cada día, de todas las que tiene el verano, se puede estar perfectamente de vacaciones y realizar actividades», explica, para terminar sentenciando que algo tan importante como es la enseñanza y la educación de los niños «no se puede dejar de lado un tercio del año».
Estas actividades para el intelecto pueden ser tanto las tareas escolares como las que no son académicas, como leer, resolver problemas o acertijos. «En torno al 50 % de los alumnos no consiguen alcanzar cada curso los mínimos marcados, a pesar de que aprueban y pasan de curso», analiza Fernández. Año a año, ese retraso en el temario se va acumulando y, por ende, aumentando el déficit de conocimiento. «Si hay temas que no se han dado bien durante el curso, o no ha dado tiempo a verlo, por qué habría que desaprovechar esos tres meses extra», se pregunta el presidente de los profesores madrileños.
No obstante, además de lo que venga del colegio, hay tareas que también mantienen el cerebro activo pero no suponen una obligación para los alumnos, aunque si ata a los padres, sobre todo en el caso de los niños más pequeños, a que estén con ellos. Por ejemplo, leer con ellos, profundizando en el libro y haciendo preguntas para fomentar la comprensión lectora. «El verano puede ser un estupendo momento para descubrir nuevas aficiones que sean una alternativa interesante frente a los móviles», afirma Fernández.
En el lado contrario de la balanza, Mercedes Gil, directora de Montessori British School de Murcia, compara poner deberes a los niños en verano como si un jefe obligase a sus empleados a realizar horas extra sin remunerar durante sus vacaciones. «Son la preparación del sistema educativo industrial para la obediencia laboral. Algo muy del siglo XIX», exclama.
En los colegios Montessori no hay tareas, pero según afirma Gil, los niños «trabajan mucho en casa, en proyectos y retos» y lo hacen simplemente porque quieren. «Investigan sobre temas que quieren compartir con sus compañeros, realizan tareas de vida práctica, que plasman para luego exponer, como visitas a museos, un libro que han leído o una historia que han escrito, o cómo tocan un instrumento, practican un deporte… O pueden simplemente tener tiempo para aburrirse», explica la directora.
En este sentido, expone que varios estudios han relacionado el aburrimiento, el ocio y el descanso con la creatividad. «Las vacaciones de verano son esenciales para que los estudiantes descansen, recarguen las pilas y se dediquen a sus intereses y aficiones», indica. Además, expresa que los deberes «suelen ser repetitivos y poco imaginativos, y consisten en hojas de trabajo, fichas, registros de lectura o tediosos proyectos dirigidos que los estudiantes pueden considerar poco atractivos o irrelevantes para sus intereses».