Fundado en 1910

Guiar a los adolescentes es un auténtico reto para los padresGTRES

El consejo sexual que daba un santo en el siglo V y sirve a los padres de hoy

Sus obras han servido para combatir herejías desde hace 1.500 años. Sin embargo, pocos conocen los consejos que san Juan Crisóstomo daba a los padres y a los matrimonios, y que siguen hoy de plena actualidad

La elocuencia de Juan de Antioquía le valió el sobrenombre de «boca de oro». Que, traducido del griego antiguo lo ha traído hasta nuestros días con el nombre de san Juan Crisóstomo.

Nacido hacia el año 347 d.C. en lo que hoy es Siria, llegó a ser patriarca de Constantinopla y es tenido como uno de los más trascendentales Padres de la Iglesia tanto para católicos como para ortodoxos. Su doctrina, de hecho, ha servido para inspirar a numerosos santos a lo largo de la Historia y también para combatir herejías como el arrianismo y el neognosticismo. Tanta es la sabiduría que atesoran sus muchos escritos que Pío V lo declaró Doctor de la Iglesia, y en nuestros días Papas como Juan Pablo II y Benedicto XVI lo han citado en numerosas ocasiones.

Consejos para la educación sexual de los hijos

Lo que resultan mucho menos conocidos son sus consejos para matrimonios y padres de familia, cuya actualidad no ha perdido un ápice de vigencia. En particular, las advertencias que hacía a las familias a la hora de abordar la educación sexual de sus hijos, y que puso por escrito en su tratado «Sobre la vanagloria y cómo deben los padres educar a sus hijos».

Se da la particularidad de que el Gobierno del PSOE ha reconocido la necesidad de poner coto al acceso de los menores a la pornografía online, justo a lo largo de este mes de enero. El mismo mes en que históricamente la Iglesia católica celebraba su memoria hasta el Concilio Vaticano II (momento en el que su festividad pasó del 27 de enero al 13 de septiembre), y mes también en el que los 300 millones de cristianos ortodoxos que hay en el mundo celebrarán dos fiestas litúrgicas en su honor: su onomástica, el 30, y la traslación de sus restos, el día 27.

Implicación de ambos padres, en la Roma promiscua

¿Y qué proponía este santo a las familias, para vivir una sana sexualidad? Primero, que ambos padres se involucrasen «desde que el niño acaba de nacer», conjunta y activamente, en la formación de sus hijos. Con un llamamiento singular a la implicación del padre de familia, que no debe hacer dejación de su responsabilidad ni delegar en la madre: «No ceso de exhortaros y rogaros y suplicaros para que, antes de cualquier otra cosa, eduquéis constantemente a vuestros hijos. Y si efectivamente te importa el niño [refiriéndose al padre], demuéstralo de esta forma», recordaba.

Y en segundo lugar, que hablasen con naturalidad y con claridad a sus hijos de los peligros de una sexualidad desordenada y del respeto al propio cuerpo y a la castidad, «aunque muchos se rían de lo que digo». Porque no hay que olvidar que el santo pronunciaba sus consejos en medio de una sociedad como la del Imperio Romano, en la que la promiscuidad, la efebofilia, la poligamia, la sodomía, el adulterio e incluso el incesto eran moneda de uso común.

Hablar claramente de la castidad y la lujuria

«De ahí viene que el vicio sea difícil de extirpar: que nadie se preocupa por sus hijos, que nadie les habla de la virginidad, nadie de la templanza, nadie del desprecio a las riquezas y a la gloria, nadie de los preceptos que vienen de las Escrituras», alertaba. Y, ante esto, recordaba a los padres que «cuando desde la primera infancia los niños carecen de maestros, ¿qué será de ellos? Pues si algunos, educados e instruidos desde el seno materno y hasta la vejez, aún se tuercen, quienes desde los comienzos de su vida se han acostumbrado a oír este tipo de cosas (el amor a las riquezas y al placer del cuerpo), ¿qué malas acciones no llegarán a cometer?».

Lejos de quedarse en un lamento estéril, en un ejercicio de pedagogía fácilmente extrapolable a nuestros días, Crisóstomo daba la voz de alarma y llamaba a la acción: «Para enseñar las artes, las letras y la elocuencia a sus hijos, cada uno se toma todo tipo de molestias, pero lo de ejercitar su alma, esto ya nadie lo tiene en cuenta», decía. Y acto seguido, insistía en expresar, con el ejemplo y la palabra, el valor de la castidad, aunque eso supusiera ir contracorriente: «Que haya siempre una palabra despectiva para la lujuria y muchos encomios para la castidad». Puesto que «si en un alma todavía tierna se imprimen estas buenas enseñanzas, nadie podrá borrarlas cuando se queden duras, como marcas en la cera», remataba.