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Una madre abraza a su hijoPexels

Nueve minutos son suficientes para criar un niño feliz y seguro, según la neurociencia

Conocer los engranajes del cerebro ha revolucionado la educación. Así, la neurociencia se ha convertido en una herramienta muy útil para padres y educadores ya que ciertas acciones normalizadas han quedado apartadas tras descubrir el daño que provocaban en el órgano más importante del cuerpo de un niño.

Dos ejemplos de ello son los castigos o los gritos. Estos últimos, activan de manera inmediata la zona inferior del cerebro, encargada de la liberación de cortisol y la adrenalina. El niño entra entonces en estado de supervivencia y su cuerpo se prepara para echar a correr. Aunque en ese momento pueda obedecer, no habrá sacado ningún aprendizaje de lo sucedido.

Entre las 86.000 millones de neuronas que se concentran en el interior del cráneo, en los niños se forman más conexiones que en los adultos. Esto les permite aprender mejor y más rápido. Los primeros años de vida estas conexiones son definitivas para fomentar en los menores un buen y sano desarrollo, también en el plano emocional.

En este plano, una de las aportaciones de la neurociencia es la regla de los nueve minutos. Este es el tiempo clave en el día de un niño que hay que dedicar a que crezca feliz y seguro. No son consecutivos sino que se reparten en secuencias de tres a lo largo del día, ya que según explica la neuropsicóloga, Fernanda Guevara, estos son los momentos cruciales de la jornada para el «correcto desarrollo del cerebro de tu hijo y su comportamiento».

La primera de las tres rondas comienza por la mañana. Al igual que les ocurre a los mayores, la forman en que despiertan influye en su estado de ánimo para todo el día. Por ello, la neuropsicóloga recomienda cambiar el «levántate ya» por algo sueva y progresivo, que interfiera lo menos posible en el ciclo de sueño del niño. Los tres minutos de los nueve totales han de invertirse en despertar al hijo, por ejemplo, acostándote con su cama y dándole besos de buenos días o preguntarle qué va a ser lo más interesante que va a hacer ese nuevo día que comienza.

Hasta después de que acabe el colegio no hay otros tres minutos destacados, pero cuando llegan hay que enfocar toda la concentración en ellos. La segunda secuencia consiste nada más que en mostrar atención a lo que hayan aprendido, lo que hayan comido ese día o cualquier otra aventura que quieren contar. Estos 180 segundos tienen como objetivo reforzar la confianza que tienen en sus padres y asegurarse de que cuando tiene un problema, sepan que pueden acudir a la familia.

Por último, al final de día, otra terna de tres puede contribuir a un mejor descanso y una mejor rutina de sueño de los niños. La neuropsicóloga recomienda no amenazarles si no quieren irse a la cama o no obligarlos a dormir solos si tienen miedo. En cambio, aconseja mantener una conversación tranquila, preguntarles cuál ha sido el mejor momento del día o recordarles algo por lo que sus padres estén agradecidos.