Harvard explica por qué tu hijo no puede parar de ver vídeos en el móvil
El estudio de la universidad explica el 'doomscrolling' y apunta que las plataformas digitales están diseñadas para que su uso sea maximizado
En el año 2020, aquel que el mundo pasó encerrado, el diccionario Oxford English escogió 'doomscrolling' como una de las palabras del año. Esta misma da nombre al fenómeno que empuja a los usuarios, entre ellos muchos jóvenes, a desplazarse sin freno por las redes sociales.
«Nuestros cerebros y cuerpos están diseñados de forma experta para manejar breves ráfagas de estrés. Pero en los últimos años, el estrés no parece terminar nunca. El doomscrolling es nuestra respuesta a eso», dice la doctora Aditi Nerurkar, profesora de Medicina de Harvard.
Esta manera de actuar, el continuar deslizando el dedo en la pantalla sin control, puede generar adicción a las redes sociales. Según han encontrado los investigadores, después de ver varios vídeos seguidos, los participantes se volvían más propensos a seguir mirándolos.
El estudio de Harvard también ha apuntado que las plataformas digitales están diseñadas para que su uso sea maximizado. Este es el caso que está enfrentando a más de una docena de estados de Estados Unidos con la red social TikTok, que han denunciado a la aplicación china por generar adicción entre los jóvenes.
Los factores de riesgo que exponen para poder ser víctima de este fenómeno son simples: tener un móvil y ser una mujer o un niño. Estos dos grupos sociales son los que desde Harvard han descubierto que son especialmente vulnerables. Junto a ellos, incluyen también a aquellas personas con antecedentes traumáticos.
«Cuando la gente se pasa horas sentada en un lugar remoto, también permanece sedentaria durante mucho tiempo», señala la doctora Nerurkar. «Las repercusiones son enormes y problemáticas». Entre estos efectos negativos han contado tanto los físicos, como náuseas, dolor de cabeza, tensión muscular, falta de apetito o problemas para dormir; como los emocionales, peor bienestar mental y satisfacción con la vida.
La doctora describe el doomscrolling como un efecto de «palomitas de maíz en el cerebro», es decir, una sobreestimulación por pasar demasiado tiempo ante todos los impulsos que hay en internet. Cita también un estudio anterior que refuerza sus hallazgos. En este participaron 800 adultos y sus conclusiones sugieren que esta práctica provoca niveles más altos de ansiedad existencial, un sentimiento de miedo ante las limitaciones y el sentido de la vida.
¿Cómo cortarlo? Según los médicos de Harvard, Aditi Nerurkar y Richard Mollica, una estrategia eficaz contra el doomscrolling comienza por establecer límites digitales que le den al cerebro «la oportunidad de volver a la normalidad», comentan. Para ello, sugieren algo tan sencillo como no dejar el móvil en la mesilla de noche ni tenerlo sobre el escritorio de trabajo. Por otro lado, también consideran efectivo desactivar las notificaciones del dispositivo y cambiar los colores de la pantalla por la escala de grises, que provoca que los desplazamientos del ojo sean menos atractivos para el cerebro al reducir la saturación de los tonos.