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Dos hermanos peleando por un oso de peluche

Dos hermanos peleando por un oso de peluchePexels

¿Cuándo hay que intervenir (y cuándo no) en una pelea entre hermanos? Responde una experta

Las peleas entre hermanos son el pan nuestro de cada día en cualquier familia. Y aunque en ocasiones es necesaria la intervención de los padres, en otras, solo empeora el conflicto. La psicóloga Diana Jiménez da 4 pistas para distinguir cuándo y cómo actuar

Las riñas y peleas entre hermanos son comunes y, hasta cierto punto, normales en cualquier hogar. Tan normales y frecuentes como lo es la intervención de los padres, necesaria para apaciguar los ánimos y restablecer la justicia quebrantada por un juguete arrebatado, una burla en la mesa o una prenda de ropa que desaparece del armario y aparece en el cuerpo de alguien que no es su dueño legítimo.

Sin embargo, en muchas ocasiones, la intervención de los padres para sofocar la disputa solo escala más el conflicto y lo que podría haber sido una batalla menor resuelta entre los hijos, acaba en una pequeña gran guerra doméstica, con gritos, reprimendas, llantos y hasta castigos.

Entonces, ¿qué criterios deben tener claros los padres antes de intervenir en una discusión entre sus hijos? ¿Cuál sería el abecedario de su rol de pacificadores o restauradores de la justicia doméstica?

El punto de partida

La psicóloga y psicoterapeuta Diana Jiménez, experta en asesoramiento familiar y disciplina positiva, explica para El Debate que lo primero que «los padres deberían tener claro es que detrás de una discusión entre hermanos hay siempre una necesidad no cubierta (ser visto, sentirse útil…), pero que parte de un deseo de que las cosas sean como yo quiero (o siento) que sean».

Y, por lo tanto, esa subjetividad tan radical de la que parte el conflicto implica que «la manera en cómo lo afrontemos los padres hará que el problema se solucione o que se mantenga esa rivalidad entre hermanos».

Cuatro pautas básicas

Jiménez, que es autora de libros como Infancia en positivo (Ed. Toromítico, 2021) y el recién publicado Infancia en positivo (Oberón, 2024), señala que «aunque es importante ver cada caso, sobre todo si la situación es insostenible o muy mantenida en el tiempo, sí hay algunas recomendaciones generales». Y cita, más en concreto, cuatro puntos:

  1. No tomar partido no es lo mismo que no hacer caso: En primer lugar, Jiménez -que cuenta con más de 175.000 seguidore en Instagram-, explica que «los padres nunca deben tomar partido, ni siquiera cuando saben quién está en lo cierto y quién está equivocado. A ojos de los hijos, estaremos siendo injustos y nos faltará información para tomar esa decisión. De modo que intervenimos, pero sin tomar partido». Con un matiz muy importante: «no se trata de «no hacer caso», sino de atender el problema de manera correcta».
  2. Mediadores, no jueces: En segundo lugar, Diana Jiménez aboga por la necesidad de «darles herramientas para que sean ellos quienes lidien con las diferencias y comiencen a desarrollar la empatía, ponerse en el lugar del otro, tener en cuenta que hay varios puntos de vista... Ofrecemos nuestra ayuda como mediadores, no como jueces, y confiamos en que sabrán resolver sus diferencias y podrán expresar lo que sienten y necesitan, sin herir al otro».
  3. Averiguar y hablar: Cuando la labor preventiva no ha sido suficiente, y la intervención de papá o mamá es imprescindible, Jiménez explica que «hablaremos en privado con cada uno para averiguar qué puede estar pasando, y para ayudarles a darse cuenta de que las maneras que han utilizado no son las correctas». También con la intención de hacerles caer en la cuenta -y tomar también los padres conciencia de ello- de que «herir a uno de los hermanos, a corto plazo puede parecer una buena idea para acabar con la pelea, pero a la larga sólo debilitará la relación, los alejará y será una pena que pierdan el regalo de vida que es tener un hermano».
  4. Desdramatizar, porque los adultos son los padres: Por último, Jiménez recuerda una obviedad: los adultos son los padres y la mayor parte de los conflictos domésticos pueden ser abordados sin dramatismo.

De ahí que la psicóloga y psicoterapeuta recomiende no caer en burlas ni minusvalorar sus problemas, pero también «no olvidar el humor, porque a veces los padres dramatizamos mucho y nos ponemos en lo peor: nos enfadamos, nos rasgamos las vestiduras...». Así que, si se toma un poco de distancia y se evita dramatizar, los padres podrán comprobar cómo, la mayoría de las veces, «en diez minutos los hijos ya estarán como si nada hubiera pasado».

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