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Un padre habla con su hijo adolescentePexels

Entrevista investigadora Instituto CEU de Estudios de la Familia  Lucía Vallejo: «Los padres no deben aplicar ideas de la empresa en casa: educar no es optimizar recursos ni talentos»

«En nuestro afán de evitar la incomodidad o el esfuerzo, intentamos mejorar la familia como si se tratara de un producto más», alerta la investigadora del Instituto CEU de Estudios de la Familia

Términos como «eficacia», «gestión de recursos», «destrezas emocionales» o «soft skills» son cada vez más frecuentes en talleres, libros y conferencias… pero no para empresarios o responsables de recursos humanos, sino para padres, matrimonios y educadores. En paralelo, los gurús, coaches y mentores que proponen técnicas de realización profesional de lo más dispares, algunas notablemente agresivas, se han multiplicado en los últimos años al calor de las redes sociales.

Todo ello ha generado una mezcla explosiva que desdibuja el auténtico «liderazgo familiar», que lleva años estudiando Lucía Vallejo, profesora de Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad CEU San Pablo e investigadora del Instituto CEU de Estudios de la Familia.

En ese afán de evitar la incomodidad o el esfuerzo, intentamos mejorar la familia como si se tratara de un producto másLucía VallejoInvestigadora del Instituto CEU de Estudios de la Familia

— ¿Qué significa, de verdad, ser «un buen líder» en la familia?

— Creo que estas iniciativas intentan responder de manera superficial e inadecuada a la crisis que atraviesa la familia. Como sociedad, parece que nos resistimos a aceptar la complejidad de la vida familiar, y en ese afán de evitar la incomodidad o el esfuerzo, intentamos mejorar la familia como si se tratara de un producto más. Creemos que, añadiendo 'complementos' o siguiendo técnicas ajenas, lograremos que sea 'mejor', 'más fácil' o 'más duradera'. Sin embargo, ser un verdadero líder en la familia significa algo mucho más profundo.

— ¿Y en qué consistiría, entonces?

— No es cuestión de aplicar estrategias de eficacia o gestión, sino de vivir plenamente nuestras responsabilidades y asumir con autenticidad el rol que nos corresponde: que el padre sea padre y la madre, madre. No necesitamos reinventar el rol familiar, pues ha sido diseñado sabiamente desde su origen. Quizás, el primer paso consista en redescubrir nuestra esencia, entender cómo estamos hechos y el propósito al que estamos llamados.

Un buen líder en el hogar reconoce también que no está solo ni debe asumir la carga en soledad. Encuentra en su esposo o esposa el apoyo adecuado, la ayuda idónea que lo complementa y sostiene. En la familia, el liderazgo no se trata de imponer técnicas externas, sino de ser fieles a nuestra vocación más íntima y verdadera.

— Sin embargo, los roles paternos han cambiado mucho en las últimas décadas, y nuestra generación encuentra una falta de referentes a la hora de educar. ¿Cómo pueden hoy los padres ejercer un liderazgo positivo en la educación de sus hijos?

— Es cierto que los roles paternos han experimentado una transformación profunda en las últimas décadas, lo cual ha generado una especie de vacío en el que muchos padres se sienten desorientados. La estructura y los valores que guiaban a generaciones anteriores parecen haber quedado atrás y, en muchos casos, los modelos que seguían nuestros padres ya no parecen aplicables a los desafíos actuales.

Sin embargo, la esencia del liderazgo positivo en la educación de los hijos no ha cambiado. Más allá de las modas o tendencias, el papel de los padres debe centrarse en acompañar y guiar con firmeza y ternura, respetando las diferencias individuales y ofreciendo un amor incondicional que dé seguridad. Los niños necesitan límites claros, pero también requieren un entorno de afecto que los impulse a desarrollar su verdadera identidad. Liderar positivamente significa ser un ejemplo coherente, en el que los valores no solo se expresen en palabras, sino también en actos.

Si entendemos la naturaleza de lo que significa ser padre y ser madre, no necesitamos un 'modelo de liderazgo'Lucía VallejoInvestigadora del Instituto CEU de Estudios de la Familia

— ¿Qué impacto tiene introducir en los hogares criterios más propios del marketing o la empresa que de la familia?

— Es fundamental que los padres no traten de compensar la falta de referentes aplicando estrategias ajenas o basadas en la cultura empresarial. Educar a un hijo no es 'gestionar recursos' ni simplemente 'optimizar' talentos; se trata de desarrollar una relación basada en el respeto, la escucha y el entendimiento mutuo. En el hogar, los padres están llamados a reflejar la bondad y sabiduría del Padre bueno, el único modelo perfecto en el que inspirarse. Un liderazgo positivo en la familia implica recordar que los padres no solo educan con lo que dicen, sino con lo que son y cómo viven. Es esta integridad la que realmente ofrece a los hijos un modelo firme y auténtico para construir su propia identidad y carácter

— ¿Y de qué manera nuestro liderazgo familiar (o nuestro estilo de ejercerlo) influye en el desarrollo de las habilidades sociales y emocionales de los hijos?

— El liderazgo en la familia comienza con una compresión auténtica de los roles de padre y madre. Si entendemos la naturaleza de lo que significa ser padre y ser madre, no necesitamos un 'modelo de liderazgo' específico para la familia, ya que esta relación fluye de manera natural y orgánica. La familia, como institución, se estructura con jerarquías y roles propios, los cuales son necesarios para su equilibrio y desarrollo; negarlos sería ignorar su naturaleza misma.

La ausencia del padre, no es solo una carencia física, sino una pérdida emocional y moral que puede desestabilizar profundamente al hijoLucía VallejoInvestigadora del Instituto CEU de Estudios de la Familia

— ¿Y hay alguna nota propia de los hogares cristianos en este aspecto?

— A la pregunta provocativa de quién 'manda' en casa, si el padre o la madre, el cristianismo nos ofrece una respuesta profunda y verdadera: Jesucristo, al amar a su Iglesia, nos mostró cómo el esposo debe amar a su esposa y ser cabeza de su hogar. Este liderazgo no es autoritarismo, sino un acto de servicio y entrega. En la familia, la maternidad y la paternidad se implican mutuamente.

— ¿Y qué es lo específico de cada uno?

— La mujer, en su apertura a la vida, encarna una relación especial con el hijo, mientras que el hombre, en su rol paterno, aprende su misión inicial a través de la maternidad de su esposa. Su papel será guiar al hijo en el momento oportuno hacia la madurez, ayudándole a dejar atrás la dependencia infantil con la madre.

— Y eso que hoy el padre es el gran ausente de muchos hogares…

— Hoy en día vemos en la sociedad una profunda y preocupante ausencia de la figura paterna en muchas familias. La ausencia del padre, no es solo una carencia física, sino una pérdida emocional y moral que puede desestabilizar profundamente al hijo. Como bien señaló San Juan Pablo II en Mulieris Dignitatem, la educación de los hijos requiere una visión integral, que abarque tanto la dimensión materna como la paterna. Ambas son esenciales y decisivas para el desarrollo pleno de la personalidad humana.