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La psicóloga Diana Jiménez

Entrevista con la psicóloga Diana Jiménez  «Los padres no son conscientes del daño que están haciendo las bebidas energéticas a los adolescentes»

La autora de 'Adolescencia en positivo', pide a los padres que confíen en su intuición para educar, y alerta de cómo la tecnología y la falta de sueño están lastrando a una generación de púberes

Aunque es psicóloga, terapeuta familiar y autora de cinco libros, el éxito que le ha hecho contar con más de 200.000 seguidores en redes sociales es su mezcla –natural y sin postureos– de madre de familia numerosa, ama de casa, experta en disciplina positiva, conferenciante y pionera en España de la psicoterapia adleriana.

Gracias a su labor divulgativa en redes, conferencias, centros de enseñanza –donde habla tanto con padres como con alumnos y profesores– y, sobre todo, al acompañamiento profesional que hace con las familias, Diana Jiménez tiene a diario un observatorio privilegiado para conocer de primera mano los principales conflictos que se viven en los hogares españoles: peleas, adicciones, falta de sueño, pornografía, malas compañías, abuso del móvil, vapers y droga, carencias de alimentación, inseguridad, soledad, aislamiento… Así que, para ayudar a los padres a solucionarlo, aborda buena parte de ellos en su último libro Adolescencia en positivo (Oberon, 2024)… y en esta entrevista con El Debate.

-La adolescencia siempre ha sido una etapa complicada, pero ¿cuáles son los principales retos a los que se enfrentan hoy los padres de hijos adolescentes?

-Los retos son naturales a la propia adolescencia. Por un lado, están los cambios físicos de la pubertad; por otro, los cambios conductuales; y también los cambios a nivel psicológico, mental, que son muchos. Lo que siempre digo a los padres es que cuando los niños empiezan a hacer un cambio propio de la adolescencia, si tú lo ves como una provocación, acabarás teniendo un problema. Pero si entiendes que se trata de un cambio que a él le está sucediendo sin buscarlo, entonces le podrás ayudar y acompañar. Muchas veces, los padres vemos soberbia, rebeldía, egoísmo, exigencias… pero no vemos que también hay miedos e inseguridades. Así que, si yo conozco esa etapa adolescente, podré acompañar mejor a mi hijo.

-En su libro explica que, con los cambios personales, llegan otros, como las amistades y el ocio, además de esas «nuevas adicciones» que tanto asustan a los padres…

-Es que otro de los retos de la adolescencia es que empiezan a relacionarse con sus iguales y a darle mucho más valor a lo que dicen sus compañeros, porque con ellos se sienten acogidos. Y como tienen más tendencia a escuchar al amigo, si los amigos de tu hijo no son buenas compañías, en este momento será más fácil que se deje llevar por lo que haga la mayoría. Conocer a sus amigos importa, porque si en su grupo son seis, y cuatro hacen algo que no deben, es muy probable que tu hijo sea el quinto en hacerlo. Y esto se junta con que en la adolescencia empiezan a experimentar, y ahí entran sustancias como el alcohol, el tabaco, la marihuana…

-¿Qué pueden hacer los padres en estos casos?

-Mi recomendación es clara: con el consumo de sustancias, nada de minimizar y dejarles «probar un poquito». No te la juegues, porque son sustancias muy adictivas y es como jugar a la ruleta rusa. Hoy sabemos que muchas enfermedades mentales comienzan en la adolescencia, y que sustancias como la marihuana pueden disparar, por ejemplo, una esquizofrenia. Tal vez tu hijo no la desarrolle, pero puede ser que sí tenga un disparador genético y le ocurra: ¿te quieres arriesgar a eso?

-¿Y las redes sociales?

-Desde luego, en el top uno está el tema de la tecnología y el uso del móvil. Los padres, sin darnos cuenta, cometemos un error inmenso cuando creemos que si tienen el ordenador en su habitación y tienen un móvil inteligente o incluso último modelo, les estamos haciendo más modernos, más independientes, hasta con más poder adquisitivo. Y la verdad es que les estamos quitando lo más valioso: un desarrollo evolutivo acorde a su edad.

-En el libro habla de la pornografía, las malas amistades, las redes sociales, las drogas, el vapper, el alcohol, la soledad, el móvil… En su acompañamiento en consulta, ¿cuáles son los problemas que más hacen sufrir a las familias?

-Es curioso, porque lo que más me llega no es ni siquiera lo más importante. Lo más común y que preocupa mucho son las faltas de respeto y las malas contestaciones: «Es que le digo que saque el lavavajillas y me llama pesada», etc. Y eso es porque los padres nos estamos enfocando en peleas que no van a ningún sitio. Sin embargo, si le pregunto a un padre a qué hora se va a dormir su hijo, me suelen decir: «A las 12». ¿Y qué hace antes? «Estar con el móvil». ¿Y eso no te preocupa? Porque a mí eso me alarma y me preocupa mucho. Tenemos niños enganchados al móvil, que van agachados por la calle como zombis, y los padres no estamos haciendo nada. Como mucho, nos escandalizamos.

-¿Aún no tomamos conciencia los padres de los peligros del móvil?

-Yo siempre pongo el mismo ejemplo: si tienes una hija de 6 años, o de 8, o de 12, o de 14, ¿le darías café, incluso antes de dormir? No, ¿verdad? ¿Y por qué no? Porque el café les altera, les pone nerviosos, les deja intranquilos. ¿Pero a esa edad tiene móvil? Sí. ¡Pues es lo mismo! Todos, todos, todos los estudios nos están diciendo que las pantallas alteran el cerebro y el comportamiento, que generan adicción, que acceden a contenido no acorde a su edad y que no saben interpretar, que ese contenido negativo les deja huella… Porque el cerebro de los niños y de los adolescentes es como cemento fresco: se les deja huella muy rápido y luego es muy difícil rectificarla. Así que si tu hijo te da una mala contestación, piensa si esa respuesta no viene por una ira acumulada por algo que está viendo, porque pasa muchas horas con el móvil, por desvelarse, por no dormir bien o por no alimentarse bien.

-Usted insiste mucho en la importancia del sueño en los adolescentes.

-Es que es una de las tres cosas más importantes cuando llega la adolescencia es el sueño. No sé por qué, los padres pensamos que, al crecer, ya pueden dormir menos. Y no es verdad: los adolescentes necesitan unas 10 horas de sueño; algunos incluso 12. Necesitan un sueño reparador, que es hasta más importante que la alimentación. Los profesores me dicen muchísimas veces: «Diana, vienen medio dormidos a clase». Porque el uso del móvil o de los videojuegos justo antes de dormir les cambia el ritmo circadiano, retrasa el sueño, y eso hace que duerman mucho menos. En realidad, deberíamos estar sin mirar pantallas cuatro horas antes de dormir. Cuando se lo dije a mi hijo adolescente, me dijo: «¡Mamá, pero si la profe nos ha dicho que una hora!». Y aunque lo ideal es que sean cuatro, podemos empezar por introducir esos pequeños grandes cambios, empezando por una hora.

-¿Y la alimentación?

-Es normal que los adolescentes coman patatas, snacks o comida rápida cuando estén con sus amigos. Pero no lo favorezcamos. Todos nos hemos comprado una bolsa de patatas cuando salíamos de adolescentes, porque te motiva ser «mayor» y comer otras cosas. Pero ahora está ocurriendo algo, y es que beben muchísimas bebidas energéticas, y nadie se plantea el daño que eso está haciendo a una generación. Igual que tenemos que hablar con ellos del tabaco o el alcohol, debemos hacerlo de esa alimentación, del uso del móvil, e incluso de las posturas que adoptan al estar tantas horas ante las pantallas. En unos años, los fisioterapeutas se van a forrar. Y a este paso, veremos empresas de «paseadores de personas», para que puedan caminar encorvados mirando el móvil, sin chocar con otros.

-¿Cuáles serían los tres grandes consejos que le daría a los padres de adolescentes?

-El primero, que no se vayan de la vida de sus hijos bajo ningún concepto, que no tienen la toalla. Porque muchos padres están deseando que se pase la adolescencia cuanto antes, o que les toque lo menos posible. Y es una pena, porque se van a perder una etapa muy bonita de la vida de sus hijos, y es importante que cuando crezcan, tengan recuerdos de que sus padres estaban con ellos. Su presencia es el mejor regalo que les pueden hacer.

-¿Y el segundo?

-Que se dejen llevar por su intuición. Estamos en una época de sobreinformación, en la que muchos profesionales y padres divulgamos, y terminamos por dejar a las familias desprotegidas. Unos decimos que ayuno digital cuatro horas antes de dormir, otros que una; uno, que coman cinco piezas de fruta, otros que el desayuno da igual… Y al final, en casa terminan por no hacer nada. Los padres tienen que guiarse por su intuición: si han sido capaces de traer una vida a este mundo, de alimentarla, de cuidarla, de superar la infancia… que sigan ahí en la adolescencia. Porque, además, los padres en el fondo sabemos reconocer a nuestros hijos, y cuando veamos que las cosas no van bien, nos toca actuar, sin pensar que el problema ya se resolverá solo y dejándolo pasar.

-¿Y el tercer consejo?

-Si el primero es la presencia y el segundo es confiar en su intuición, el tercero es que pidan ayuda cuando la necesitan. La intuición nos hace reconocer un problema, pero a veces necesitamos ayuda de profesionales para dar con la solución. No somos peores padres por pedir ayuda.

-¿Qué es lo que yo no le he preguntado, que es importante decir?

-Algo que me preguntan mucho es si yo aplico con mis tres hijos lo que digo en mis libros, en las conferencias o en las sesiones.

-¿Y lo hace?

-Sí, lo hago. Lo que pasa es que tendrías que preguntarle a mis hijos para corroborarlo, porque yo no soy especial y en mi casa también «se hace lo que se puede». Yo soy una madre de andar por casa: no soy una supermadre y no quiero ser modelo de nada. Por eso insisto tanto en que los padres confíen en su intuición. Cuando nace un hijo, nacen una madre y un padre. Y cuando «nace un adolescente», esos padres nacen de nuevo. Todos vamos aprendiendo, también yo. Pero es que, desde que reciben la vida de su hijo, los padres tienen un don para ser padres de ese hijo, no de cualquier otro. Por eso, lo mejor para un hijo es el cuidado de su propio padre y su propia madre.