¿Cítricos en el Paraíso?
El mundo romano se rindió ante la belleza de los jardines que cabalgaban entre lo útil y lo hermoso
El clima templado de Oriente Medio y el Mediterráneo ha estimulado en los últimos mil doscientos años una explosión de cultivo de cítricos de una variedad extraordinaria. Además de útiles y sabrosas, estas frutas penden como hermosas esferas doradas adornando durante todo el invierno naranjos y limones en las laderas más soleadas.
Sin embargo, la historia que nos contaron sobre su arraigo en el Mediterráneo a partir de la dominación árabe no es totalmente cierta. Comencemos por el principio, por su origen. Que es lejano, porque a partir de diez especies naturales que procedían del Himalaya se expandieron por la zona subtropical de Asia y del archipiélago malayo. Desde allí se fueron cruzando entre sí, creando distintas variedades en un fascinante proceso de hibridación, y adaptándose como planta útil de silvestre a doméstica. Y así esta combinación nos han proporcionado mandarinos, naranjos, limoneros, manos de buda, cítricos caviar, pomelos, limas y hasta naranjas sanguinas. Los seres humanos han ido modificando las distintas variedades en un proceso continuo de selección, así que a partir de las primitivas variedades de cítricos se producen todas las actuales.
El mundo romano se rindió ante la belleza de los jardines que cabalgaban entre lo útil y lo hermoso. Así, la domus romana tenía una zona de jardín abierto, el horti, que en principio había sido sencillamente un huerto doméstico, pero que al paso de los años se iba transformando en jardines para el deleite de sus propietarios. En estos jardines-huertos se mezclaban frutales, hierbas aromáticas, plantas medicinales, flores, verduras y hortalizas de forma más o menos ordenada, permitiendo el paseo entre arriates y fuentes, y facilitando el gozo por el disfrute de la naturaleza y el uso de sus frutos. Cicerón decía que quién tiene un jardín y una biblioteca tiene todo lo que necesita, lo que nos da medida de cómo se valoraba la naturaleza cultivada.
La cuestión es que algunos arqueólogos han conseguido identificar limones entre los frutos representados en algunas pinturas murales de Pompeya. También se han localizado en los jardines vesubianos algunos restos de madera de cítrico. E incluso algunos autores romanos hacen referencia al perfume de los frutos y de las hojas, a la belleza del árbol y a sus propiedades para elaborar algunos platos.
Es decir, mucho antes de lo que nos ha contado (hasta ahora) la historia, los cítricos ya se cultivaban en Oriente Medio y el Mediterráneo. Los romanos disfrutaban por lo menos de limones y de cidras en sus elegantes jardines. Pero no fueron los primeros árboles que se cultivaron fuera de Asia, ya que fueron miembros del pueblo hebreo quienes llevaron estos cítricos desde Israel hasta la zona de Calabria. La historia tiene a veces estos interesantes quiebros.
Y en esta aventura llegamos hasta el libro del Levítico, redactado aproximadamente en el s. V. a.C., que ya habla de una fiesta en la que se consumía un tipo de cítrico. Se trata de Sucot, la fiesta de los Tabernáculos, que dura una semana y que también se conoce como la fiesta de las Cabañas. Durante su celebración se consumen algunos productos de forma ritual, y es aquí es donde entra algún tipo de cítrico. Entre los preceptos de esta fiesta está llevar las primicias de las llamadas cuatro especies: una hoja de palma, tres hojas de mirto, unas hojas de sauce y un cidro. Y sí, aquí justamente es tenemos a nuestro cidro de consumo y por tanto cultivo instaurado al menos desde esa época.
Así que ya ven, cítricos en el Mediterráneo más de mil años antes de lo que se creía. Este es el interés de la investigación, que nos sigue proporcionando innumerables alegrías y que avanza con constancia y en silencio. Hoy son los cítricos, pero seguro que nos esperan muchas más.