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Esta es Brigitte Macron: la paciente maestra y clave diplomática del Elíseo
La primera dama francesa es 24 años mayor que su marido, Emmanuel Macron, al que conoció mientras era profesora de secundaria en Amiens
Los franceses –y medio mundo– siguen fascinados por aquel romance que se inició entre una respetable profesora de teatro de 39 años y su alumno adolescente, Emmanuel, convertido en el líder más joven de Francia desde Napoleón. Hoy en día, Brigitte y el presidente francés están felizmente casados y hay quien asegura que es la primera dama más querida en la historia del país.
Siempre con un tono bronceado en su piel, perennemente amable, bienhablada y formal, Brigitte, a sus 68, se ha consolidado como «la mujer liberada» que siempre quiso ser y la ayuda en clave diplomática para su marido. «La llama por teléfono cada hora y media y fuentes cercanas al palacio del Elíseo aseguran que ella se consagró al éxito de su marido», explica Gaël Tchakaloff en el libro Tant qu'on est tous les deux (Mientras estemos juntos), donde repasa el vínculo sentimental del matrimonio.
Sin embargo, su historia no se comprende sin el abismo generacional de 24 años que les granjéo el rechazo familiar cuando iniciaron su relación. La pareja respalda siempre su historia en el hecho de que se enamoraron a primera vista, cuando ella era una profesora de teatro de 39 años casada y con tres hijas, y Emmanuel, su alumno de 15 y compañero de clase de una de sus hijas.
Tuvieron una química inmediata. Como alumno aplicado, mostró no solo una personalidad arrolladora, sino una gran cultura que les permitía hablar de temas muy profundos. Inevitablemente, se convirtió en el estudiante favorito de Brigitte y, según cuentan sus compañeros, solían sentarse por horas a reescribir las obras que iban a montar. Nadie sabe el momento preciso ni las circunstancias exactas, pero en ese tiempo que pasaron juntos surgió algo más entre ellos. De un momento a otro, los estudiantes comenzaron a verlos de la mano, casi siempre con una actitud mucho más íntima de la esperable entre un alumno y su profesora.
Todo sucedió en Amiens, demasiado grande para ser considerado pueblo pero lo bastante pequeña para llamarla ciudad. A camino entre uno y otro, estaba repleto de familias tradicionales con costumbres conservadoras que llegaron a denunciar, con cartas dirigidas a la rectoría, el «reprochable comportamiento» de dos de sus ciudadanos. Las familias de ambos, al igual que el resto de la burguesía provincial, desafiaron con su desaprobación lo que consideraban una unión ilícita.
Hay quien en sus inicios consideró a Brigitte una especie de Madame Bovary moderna. Una mujer con un esposo fiel y vida marital estable, pero aburrida, que encuentra la diversión intelectual de la que carece en un amante joven. Siendo él menor de edad, la historia de amor entre profesora y alumno podría haber acabado perfectamente en los estrados judiciales, aunque poco pudieron hacer en este sentido porque los protagonistas siempre alegaron que su relación comenzó cuando él ya tenía los 15, la edad de consentimiento sexual en Francia. Optaron por separarlos, con la intención de que la distancia también trajese el olvido. Los padres de Macron se lo llevaron a París, mientras Brigitte se quedó en Amiens, con su marido y su familia considerándola una paria social.
Tuvo que llegar la mayoría de edad de él para que se reencontraran y tuvieron que pasar diez años para que se casaran, cuando él tenía 29 y ella, 53. El propio Macron rindió homenaje en su libro Revolution a la fortaleza de la que hizo gala su mujer cuando su anterior matrimonio se rompió: «Ella fue la valiente. La que mantuvo la determinación, paciente y generosa. Tenía tres hijas y un marido. Por mi parte, yo solo era un colegial, nada más. Ella no me amaba por lo que yo tenía, por mi trabajo, por el confort o la seguridad que le podría ofrecer. Y lo dejó todo por mí».
Al mismo tiempo que él ascendía políticamente en Francia, Brigitte lo hacía en carisma y aceptación. Desde entonces, ha sido descrita como la mentora de su marido, alguien que no ha querido quedarse en un neutral segundo plano, sino que toma como guía al profesor Higgins del mito clásico de Pigmalión, que inspiraría la película My fair lady y en el que se convierte a la vendedora de flores Eliza Doolittle en una dama digna de la aristocracia.
Por poco ortodoxa que pueda parecer su relación, Emmanuel ha crecido junto a ella, pasando de la juventud a la madurez, convirtiendo a aquel joven estudiante de teatro en el presidente de la nación, sin temor a abordar las posibles controversias y consecuencias derivadas de su amor. Por su parte, Brigitte no pasó simplemente de ser la amante a la esposa y, de ahí, a primera dama, sino que ha desempeñado un papel determinante en su crecimiento político. Salvando las distancias, sigue siendo una especie de profesora que siempre se encuentra en la primera línea de sus asesores.
A pesar de sus detractores y los comentarios malintencionados que siguen sufriendo, ninguno de los dos se arrepiente de la decisión que tomaron hace tres décadas. «Nuestro amor ha sido a veces clandestino, escondido, incomprensible para muchos. Hasta que nos conocen», explicaba en una ocasión él mientras ella sentenciaba: «Si no hubiera tomado esa decisión, la vida me hubiera pasado por delante».