Barbra Streisand, el «patito feo» que lo conquistó todo

Barbra Streisand es el ejemplo perfecto de una mujer hecha a sí misma pese a lo que le tocó vivir. Creció sin conocer lo que era tener una muñeca; en su lugar, una botella que vestía como podía para entretenerse y evadirse de una infancia precaria y llena de carencias emocionales. Lejos de sentirse protegida y querida, su madre, Diana Streisand, no dudaba en llamarla fea a la mínima ocasión. Huérfana de padre desde los 15 meses por un ataque epiléptico, la actriz convivió con un padrastro que ni siquiera le dirigía la palabra, y las pocas veces en que decidía hacerlo era para insultarla. Siempre recordará aquel día en el que se negó a comprarle un helado por fea.

No tardó en escapar de ese infierno. Con el objetivo de convertirse en actriz a toda costa tras ver el musical de Ana Frank, al terminar el instituto obtuvo una beca de interpretación en una pequeña escuela a cambio de cuidar a unos niños. Fueron los inicios de una prometedora carrera llena de obstáculos hasta llegar a convertirse, a los 80 años que cumple este domingo, en una estrella de fama mundial con dos Oscar, ocho Globos de Oro, diez Grammy, cinco Emmy y un Tony. «No eres lo suficientemente guapa. Es mejor que te cortes las uñas y te conviertas en mecanógrafa para tener trabajo», le decía su madre. No la amilanó, sino que abrazó con más fuerza su sueño para demostrarle que merecía «ser alguien».

Barbara Joan Streisand, su nombre de nacimiento hasta que decidió quitarse la letra a porque «quería ser única», tuvo que abrirse camino cantando en locales nocturnos de Greenwich Village para sobrevivir. Poco a poco fue obteniendo algunos papeles hasta que llegó su gran oportunidad con la película Funny Girl, que consiguió precisamente por esa nariz tan particular de la que tanto se reía su madre. Le valió su primer Oscar a mejor actriz.

Desde ahí fue romper un techo de cristal tras otro. No es fácil repasar una carrera tan prolífica como la suya. En la música puede presumir de haber vendido más 200 millones de discos en todo el mundo y de haberse convertido en la artista con más ventas en Estados Unidos.

Su vida privada ha sido igual de intensa. La lista de amoríos es casi tan larga como la de sus éxitos en la interpretación y en la música, compartiendo lecho con importantes rostros conocidos. Se dice incluso que mantuvo un romance con el mismísimo Príncipe Carlos estando casado con Diana de Gales. Ella siempre bromea con que podría haber llegado a convertirse en «la primera princesa judía». Llegó incluso a visitar Highgrove, la casa de campo del hijo de la Reina. Curiosamente la princesa y ella también compartieron a Dodi Al Fayed. Con Elvis Presley pasó varias noches de pasión y con Bill Clinton disfrutó de una noche de alcoba presidencial deslumbrada por sus encantos, pero con quien se casó fue con los actores Elliott Gould, con quien tuvo su único hijo, Jason, y James Brolin, su gran amor y actual marido desde 1998.