El nombre de la sobrina de la Reina Letizia es una muestra de amor

Trece años se llevan las niñas de Telma Ortiz, Amanda, la hija que tuvo con el abogado Martín Llopis, y la pequeña que nacía a finales del mes de agosto del año pasado, hija también de un abogado, Gavin Bonnar, ex marido de la cantante irlandesa, Sharon Corr.

Ambos letrados han sido parejas estables de la segunda hermana de la reina Letizia. Sin embargo y curiosamente, con el único que ha estado casada durante cuatro años y también abogado, Jaime del Burgo, no ha tenido hijos quizás por vivir mucho tiempo separados, una en Barcelona y otro en Nueva York, sea lo que fuera, lo cierto es que con él no tuvo descendencia.

Precisamente en esta semana se ha conocido una estadística sobre natalidad en la que Telma Ortiz, formaría parte de ese aumento de porcentaje de mujeres que han tenido hijos entradas en la cuarentena.

La hermana de la reina dio a luz, por segunda vez, con 47 años. Según ese estudio, cada vez más las mujeres en edad fértil en España retrasan la maternidad. Aunque quizás prolongarlo hasta rondar los cincuenta, por el riesgo que entraña, sea un caso aparte en la estadística.

Hasta ahora no se había desvelado el nombre de la pequeña y eso que es muy rotundo y un bonito homenaje a la tierra irlandesa de su novio, que nació y estudió en Belfast. La niña que es la primera que tienen en común, pero la cuarta, sumando a los dos que tuvo con su esposa Sharon Corr y a la niña que Telma aportaba a la unión, se llevará con sus hermanos década y media. La pequeña se llama Erin que es la palabra anglosajona de Eire, Irlanda en gaélico. Es un nombre femenino y masculino y no tiene festividad.

Ponerle el nombre del país natal de su pareja, Erin, Eirin, es una bonita muestra de amor de Telma hacia el padre de la criatura. Cuando nace Erin, a finales de agosto del año pasado, la banda musical de ese momento en la ex familia del abogado, no era la más dulce; The fool and the scorpions, compuesta con cierto despecho por la líder del grupo The Corrs. De ahí que el guiño a las añoradas tierras verdes irlandesas fuera muy amoroso.