Sarah Ferguson: su vida 30 años después de salir de palacio
Aunque se divorció en 1992 del duque de York, nunca ha abandonado por completo la Casa Real británica
Más conocida para muchos británicos como Fergie, la duquesa de York se ha mantenido cerca de la familia real a pesar de la separación con el Príncipe Andrés en 1992. Mientras que el duque de York fue despojado recientemente de sus títulos militares y patrocinios, ella ha mantenido su estatus de royal y continúa involucrada en los deberes reales como otros miembros de la familia, incluidas sus dos hijas, la princesa Beatriz y la princesa Eugenia.
Precisamente para ellas ha agregado a su cartera de propiedades una excepcional mansión valorada en cinco millones de libras. Según informa The Sun, se la vendió un amigo cercano, el duque de Westminster, conocido como uno de los solteros de oro de Gran Bretaña, y pretende ser una inversión a largo plazo para las princesas. Según los informes, una fuente le dijo al tabloide: «Si las niñas lo van a heredar en algún momento, son extremadamente afortunadas». Está a un corto paseo de los mejores bares y restaurantes de la ciudad, hermosos parques y otros lugares de moda.
No tiene previsto, por tanto, una mudanza. Ferguson sigue viviendo en la residencia Royal Lodge de Windsor junto a su exmarido, demostrando la buena relación que siempre ha existido entre ellos. Tanto es así que, ahora, además, se harán cargo de los dos corgis de la difunta Reina Isabel II. En The Telegraph explicó de forma reciente que era un «gran honor» hacerse cargo de lo que ella misma califica como «tesoros nacionales».
Sarah Ferguson se casó con el duque de York en 1986. Los expertos reales señalan que fue la Princesa Diana quien les juntó. A pesar de que se conocían desde niños, fue esta la instigadora de su romance en la década de los 80. Tras recibir a sus dos hijas, la carrera naval del Príncipe Andrés le alejó de su vida familiar y se mantuvo ausente de ella la mayor parte del tiempo. En 2010, Ferguson reflexionaba sobre esta etapa de su vida en The Mirror y aseguraba: «El trato era que me casaría con mi hombre, que resultó ser un príncipe y un oficial naval... Pero lo que obtuve no fue el hombre, sino el palacio. Todos me dijeron que tenía que ir al Palacio de Buckingham y él tenía que ir al mar».
Fue entonces cuando empezaron a correr rumores de que Sarah estaba teniendo una aventura con un estadounidense llamado Steve Wyatt, aunque, en realidad, el motivo de su divorcio fue el asesor financiero John Bryan. Junto a él, precisamente, le tomaron unas escandalosas fotografías ocho meses después de su divorcio. Fue noticia de primera plana cuando un fotógrafo usó un teleobjetivo para tomar fotos íntimas de ella durante sus vacaciones con él en las que se mostraba en topless y le chupaban los dedos de los pies. «Era la primera vez que se veía a un miembro de la realeza de una manera tan íntima, intrusiva», explica el periódico Express.
A pesar de lo que eso supuso para su imagen, Sarah y Andrés encajan en el término de «ex amistosos» a la perfección. Ella le apoyó cuando Virginia Giuffre lo demandó, después de afirmar que Jeffrey Epstein la utilizó y traficó sexualmente con ella para que tuviese encuentros sexuales con el Príncipe. Aunque las pruebas contundentes, evidenciaban su culpabilidad, llegaron a un acuerdo extrajudicial y Ferguson declaró públicamente: «Le apoyo profundamente y estoy orgullosa del hombre de principios que es».
Pero, ¿qué ha estado haciendo Sarah durante estos 30 años? Con frecuencia publica sobre sus viajes caritativos a países necesitados en su página de Instagram. Visitó recientemente a refugiados ucranianos, por ejemplo. Además, ha sido patrocinadora de múltiples organizaciones benéficas. En 2020, incluso fundó su propia organización benéfica llamada Sarah's Trust.
Sarah también es autora y ha escrito múltiples novelas y libros para niños, además de una autobiografía, titulada My Story, en 1996. Por si fuera poco, la duquesa también está detrás de la marca llamada Duchess Collection, que incluye juegos de té y galletas, un broche y máscaras faciales, cuyas ganancias están destinadas a su fundación.