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El día que Julia Roberts se convirtió en la verdadera novia a la fuga
Plantó en el altar a Kiefer Sutherland y se fugó a Irlanda con su mejor amigo
Cumpliendo 55 años y habiendo dedicado más de 30 a su carrera profesional, Julia Roberts se ha ganado el trono de novia de América resucitando las comedias románticas. Su nombre siempre es sinónimo de éxito desde que el público empezó a fijarse en ella en Mystic Pizza, Satisfacción o Magnolias de acero. Sin embargo, el gran salto lo tendría en 1990 cuando se convirtió en la adorable Vivian Ward de la mano de Richard Gere. Pretty woman sentaría las bases de uno de esos dúos del cine que no se olvidan –mención aparte para Meg Ryan y Tom Hanks, por supuesto–.
Y eso que solo han coincidido –hasta el momento– dos veces en plató. A la mítica historia con tintes hollywoodienses de Vivian y Edward, se une Novia a la fuga. Gere dejaba atrás el mundo de los negocios en Los Ángeles para trasladarse, como reportero neoyorquino, a un remoto pueblo de Maryland para cubrir una historia en concreto que le llamaba la atención: una enérgica joven que padecía la extraña fobia de la alergia al compromiso y, en consecuencia, dejaba plantado en el altar a su pareja. Bien podríamos estar hablando de Maggie, el personaje que interpreta Julia Roberts, o de ella misma, puesto que hubo un momento en el que se convirtió en la verdadera novia a la fuga.
Para ello, debemos retrotraernos nueve años en el tiempo. Es 8 de junio de 1991. Julia Roberts se acababa de consagrar como actriz con la película de Gary Marshall y estaba prometida con Kiefer Sutherland, que ya había triunfado con Jóvenes ocultos. Una unión entre los apodados «novia de América» y el nuevo «rebelde sin causa» que no llegó a producirse. Y eso que prometía ser la boda del año. La tarta nupcial con forma de pavo, los trajes de damas de honor en color aguamarina a juego con el postre y un traje de novia de 7.000 dólares que se reconvertía en minifalda justificaban la expectación.
Sin embargo, tres días antes del enlace, Julia Roberts decidió abandonar a Sutherland y fugarse a Irlanda con Jason Patric, el entonces mejor amigo del novio. «En cuanto pille a Jason le voy a arrancar los brazos y las piernas», amenazó el actor en cuanto se enteró de lo sucedido. Tal y como informó la prensa amarillista estadounidense, la pareja llevaba semanas discutiendo porque él estaba celoso de la ascendente fama de la actriz, en la cima mundial del éxito, y porque, al parecer, no quería invitar a la boda a Jason Patric y ella sí.
Tras la supuesta pelea, Kiefer Sutherland alquiló un apartamento de soltero de lujo y acudió a un club de striptease llamado Crazy Girls, donde conoció a una bailarina apodada Raven, a quien visitó durante varias noches seguidas y a quien regaló un viaje a Disneyland acompañados de sus respectivos hijos.
Como consecuencia de ese desliz, Julia Roberts sufrió una suerte de depresión e ingresó semanas antes de la boda en un hospital, supuestamente por una gripe. «Aquella humillación pública la acomplejó y no ha podido confiar en ningún hombre completamente desde entonces», señalaría Mark Bego, biógrafo de la famosa actriz, quien, tras ser dada de alta, pasó varios días en un spa, donde fue visitada por el actor Jason Patric.
Comenzó así una amistad que desembocó en esa huida contrarreloj a 72 horas del enlace. La pareja se convirtió en el foco de los paparazzis, que los encontraron en un hotel irlandés y en la casa de campo de Adam Clayton, bajista del grupo de rock U2. Mientras, Kiefer sufría un accidente de coche leve durante una noche de fiesta con el actor Gary Oldman.
Después de la cancelación y tras terminar su romance con Jason Patric, Julia se casaría en 1993 con el cantante country Lyle Lovett, de quien se divorciaría dos años más tarde. Previamente, se había enamorado de Liam Neeson tras coincidir con él en Satisfacción y a quien dejó por otro compañero de reparto en Magnolias de acero, Dylan McDermott, con quien también llegó a estar prometida. El rodaje posterior de Línea mortal le presentó a Kiefer Sutherland, quien en 2016 reconoció por primera vez la valentía de la actriz al cancelar la boda. Lo que tendría que haber sido un enlace entre dos personas se convirtió en un evento multitudinario. «Éramos jóvenes y estúpidos. Por duro y doloroso que fuese, gracias a Dios que se dio cuenta».
La actriz prefirió enfrentarse a un escándalo público que a un divorcio fraudulento poco tiempo después. Por suerte, logró encontrar la estabilidad sentimental de la mano del director de fotografía Danny Moder, con quien sí llegó al altar hace ya dos décadas y con quien tiene tres hijos: los gemelos Phinnaeus y Hazel y el benjamín, Henry.
La pareja se conoció en el rodaje de The mexican aunque no empezaron a salir hasta bastante más tarde porque ambos tenían parejas. A día de hoy siguen tan unidos como el primer día y este mismo año celebraron en sus perfiles de Instagram: «¡Veinte! No puedo dejar de sonreír, no puedo dejar de besarte», escribió ella, mientras él recordaba: «Hoy comenzamos nuestro 20º año de matrimonio. Esta foto nos la hicimos en una carretera polvorienta antes de tener idea de nada. Ahora estoy junto a esta preciosa mujer un día tras otro. Un épico día tras otro».