La historia de Casa Carola, el cocido madrileño que ha conquistado a presidentes del Gobierno y famosos
Los hijos del fundador Jaime Rivero celebran el 25 aniversario del restaurante en el que sirven 500 raciones a la semana manteniéndolo como el único plato de su carta
Los caminos de Jaime Rivero y Carola se cruzaron en 1997, en un restaurante de Madrid. Fue un flechazo gastronómico en toda regla. Él se disponía a entrar en calor con un buen cocido y lo que probó le supo a gloria. No pidió la receta, sino llevarse a la cocinera. Cuando salió una dicharachera Carola, limpiándose las manos en el delantal, para preguntar qué tal, Jaime le tentó: «Este cocido está tan bueno que si te vienes conmigo, monto un restaurante, y además le pongo tu nombre». Dicho y hecho. Este 2022, el restaurante cumple 25 años y sigue cosechando éxitos con la misma receta de antaño.
El concepto de Casa Carola, en la madrileña calle de Padilla, era tan único como su carta, que solo consta de un plato con el que han conseguido enamorar a miles de clientes, reincidentes y de paso, a lo largo de este cuarto de siglo. El día que Jaime y Carola se sentaron a hacer la carta, la cocinera se lo dejó claro: «¿Cómo que carta. Lo que yo hago fetén es cocido madrileño castizo. Cocido y chimpún».
Jaime Rivero y Carola ya fallecieron. Hoy están al frente del negocio los dos hijos de Jaime; Chilo y Jaime Jr, quienes se definen como excreativos que ahora venden garbanzos, puesto que cerraron su agencia de publicidad para dar continuidad al legado del fundador.
La cocción del garbanzo
Su cocido se sirve de septiembre a mayo y siempre en tres vuelcos con todas las viandas sobre la mesa, para comer a demanda. «El único secreto del éxito es comprar los mejores ingredientes y hacerlo con paciencia y cariño. Los garbanzos los cultivamos nosotros en Segovia y sabemos el punto exacto de cocción y cuando digo exacto hablo de variaciones de segundos. Si cada día la textura es distinta, la gente no vendría», declara Chilo a El Debate.
El festín arranca con un aperitivo a base de su croqueta de cocido, que llega con copa de cava nada más sentarse a la mesa. Después viene la sopa de fideos recién hecha; los garbanzos segovianos con patata nueva y verduras frescas; y las carnes de añojo y pollo, chorizo de sarta, morcilla, tocino ibérico, codillo de jamón y huesos de caña.
Para terminar, porque siempre hay sitio para el dulce, postre casero, café y chupito, con el que por fin nos podremos quitar su icónico y útil babero, gran antídoto contra la maldición la mancha. «La sopa es probablemente el elemento más peligroso para corbatas y camisas» advierte su Manual de Instrucciones. «Nos ahorramos en Cebralín y se hace marketing porque los baberos se los llevan a casa los clientes», bromea Chilo.
El precio del menú completo es de 32,90 euros. Otra opción es disfrutar de su famoso cocido en casa y en formato take away con un precio de 23 euros la ración.
Chilo bromea con que en sus orígenes muchos incrédulos apostaban a cuánto duraría el restaurante. «Al principio nadie daba un duro por este negocio, un restaurante que no tiene carta, que solo das un plato, en el barrio de Salamanca. No pintaba bien, pero cuajó. Y aquí estamos 25 años después», añade. Sirven unas 500 raciones a la semana, solo en horario de comida, más los pedidos para tomar en casa.
Clientes conocidos
Por las 65 sillas de Padilla 54 han pasado desde la hermana del Rey Juan Carlos al expresidente del Gobierno Mariano Rajoy, el cantautor Víctor Manuel, la actriz Ana Duato o cocineros como Alberto Chicote o Rodrigo Lacalle.
Además para celebrar este cuarto de siglo han publicado un libro contando su historia, con el prólogo escrito por su buen amigo Alberto Chicote. «Le conocí porque vino a que nosotros formásemos a un cocinero de un restaurante que sí estaba participando en Pesadilla en la Cocina. A la semana vino con su mujer Inma y desde entonces hemos hecho amistad. Estuve en su boda hace unas semanas y ha escrito un prólogo maravilloso».