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Esther Cañadas, en un desfile de Pronovias en BarcelonaGTRES

La ruina de Pronovias, así cayó el imperio de la moda nupcial catalana

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Con Pronovias era imposible competir. Contaba con las mejores modelos mundiales, la Kurkova era como de casa, las fiestas de Palatchi reunían a miles de personas en un palacio o en Manhattan. Si querían flores, se compraban el mercado entero, se viajaba en primera y por Navidad se le encargaba al mejor pastelero catalán miles de regalos de empresa. La consigna era que no faltase de nada. Hubo un momento en el que el mundo nupcial del planeta se controlaba desde Cataluña por dos empresas españolas. Dos imperios catalanes y familiares; Pronovias y Rosa Clará. Uno presidido por un hombre, Alberto Palatchi y el otro, por una mujer, Rosa Clará, que se había formado en los talleres del primero.

Quién le iba a decir a Rosa Clará que ella sería en estos momentos la presidenta de la que posiblemente sea la empresa familiar nupcial más importante del mundo. Creció a la sombra de Pronovias, que ahora cierra el año debatiéndose entre acreedores, deudas y financiaciones. Tanto es así que los acreedores han tenido que rescatarla y se quedan con el imperio.

Rosa Clará y Stephanie CayoGTRES

Es como la fábula de la hormiga y la cigarra. Esa mujer emprendedora (Rosa Clará) que a pico y pala va creando una empresa de confección de vestidos de novia por los huecos que deja libre, Pronovias y poco a poco le va comiendo terreno. El gran imperio nupcial catalán la observa y recela de esa pequeña mujer criada en sus talleres que decide salir del conglomerado para establecerse por su cuenta. Y lo hace a la antigua usanza, no se endeuda más de lo que puede devolver, los beneficios los reinvierte y siempre tiene un hucha para imprevistos (eso la salva en la época de parón de bodas por el Covid). No le quitan ojo, pero Rosa Clará va a lo suyo. A los negocios y diseño le suma que tiene que conciliar con un hijo, Daniel, a su cargo, al que educa para que sea un hombre con valores no para ser heredero. De hecho el joven se decanta por la arquitectura, que algo tiene que ver con diseño y volúmenes. Hoy ha recogido el testigo de su madre, después de haber recorrido el mundo con el muestrario bajo el brazo y puerta a puerta. Eso sí, domina cinco idiomas.

Curiosamente en el gran imperio nupcial también educan a tres hijos, a diferencia de Rosa Clará, la primogénita, Gabriela, sí está formándose para ser la delfina. Lo podría haber sido porque es lista, preparada y exquisita, pero se cruzó en su camino un turco. El amor la lleva a abandonar el imperio familiar y a crear otro, pero gastronómico.

No pasa nada porque de los tres hijos hay un varón, Alberto, que puede tomar el testigo. Pasa el tiempo pero un buen día, todo da un revolcón. El patriarca, Alberto Palatchi se reinventa. El imperio que había levantado partiendo de una tienda de sedas, El Suizo, que le deja su padre y que él convierte en la mayor empresa familiar nupcial del mundo, Pronovias, se la vende al fondo de inversión BC Partners. Se divorcia de su esposa, Susana Gallardo y se ennovia con Mónica Gómez-Cuétara. Se compra un piso en uno de los edificios más caros (y más feos, sea dicho de paso) de Madrid, crea una fundación para promover la paz y la educación, entre otros fines y como es hiperactivo, compra y vende obras de arte. Dos años más tarde, cambia de novia, ahora comparte ilusiones con Zita Serrano-Suñer.

Por su parte, después de pasarlo un poquito mal con todo el tsunami que revoluciona su mundo, Susana Gallardo, una de las mujeres más ricas de España, acaba casándose con el que pudo haber sido presidente de Francia o alcalde de Barcelona, pero ni una cosa ni otra, Manuel Valls. Ahora Susana Gallardo es feliz a su lado y más porque será por fin abuela de la criatura que espera su hija Gabriela.

El fondo privado de inversión BC Partners (Baring Capital) fue fundado en 1986 por el inversionista, Otto Van Der Wyck. En 2017 compra por 495 millones de dólares el 90% de Pronovias, entonces líder mundial en vestidos de novia y de fiesta. El 10% restante aún es Alberto Palatchi.