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Isabel Preysler y Álvaro Vargas LlosaGTRES

El primer regalo que le hizo Preysler a Vargas Llosa y por el que no tendrán que discutir

La madre de Tamara le preparó un gran sorpresa por su 80 cumpleaños

El primer regalo que le hizo Isabel Preysler a Mario Vargas Llosa fue algo que el escritor peruano deseaba desde hacia años, pero nunca se atrevía a dar el paso hasta que llegó Isabel y le sorprendió. En primavera de 2015 comenzaron su relación y el primer cumpleaños que celebraron mediáticamente juntos, fue el redondo 80 aniversario de Vargas Llosa. Y digo mediáticamente porque los 65 de Isabel lo habían disfrutado los dos solos, un mes antes, en un hotel de la costa malagueña.

Los 80 del escritor lo festejaron junto a 390 invitados en el hotel Villa Magna de Madrid. Debía de ser una fecha importante porque estuvieron una semana festejando el cumpleaños del premio Nobel que ya vivía cómodamente instalado en la casa de su novia. Aquellos días felices eran un constante trasiego por la vivienda de la urbanización madrileña de Puerta de Hierro. Un no parar de regalos que le llegaban de todo el mundo.

Aunque con 80 años uno ya está de vuelta de todo. Isabel me lo recordaba «lo que Mario agradece más son los detalles sentimentales, y que tantos amigos hayan venido para estar con él». Muchos amigos y poca familia, tan sólo el hijo mayor, Álvaro, que ejerce la misma profesión que el padre y en el que se está refugiando en estas primeras semanas de «soltería» después de ocho años de noviazgo con Preysler.

Justo cuando el reloj daba las doce y un minuto del día 28 de marzo de 2016, Isabel y Mario descorchaban una botella de champán y brindaban por ellos durante una cena romántica para dos en la casa de Puerta de Hierro. El vino lo escogía Mario y el menú lo ideaba Isabel. Los dos solos, con su música, sus velas y su charla –ambos son grandísimos conversadores–, cenaban tranquilamente en casa. Y fue el momento en el que Mario Vargas Llosa recibió, según me contaba el protagonista, «Isabel me ha hecho el regalo que más deseaba. Un cachorro de gran danés que ya tiene nombre, Céline, y se criará en España».

Y ese nombre se lo puso como homenaje a la época que el escritor había pasado en París y lo feliz que le había hecho leer al controvertido autor francés.

El gran danés, de color gris oscuro, pasó a mejor vida y no habrá que preocuparse en quién se lo queda en el reparto porque «Céline, me cuenta Isabel desde el retiro donde se encuentra en estos momentos de convulsión, se murió este año pasado de una torsión de estómago. Parece ser que es una dolencia bastante común en razas grandes. Nos ha dado una pena tremenda y a mí a la que más porque estaba siempre pegada a mi. Pobrecilla».

De esta forma no habrá que pensar en quién se queda el único bien que les unía. Los otros, los sentimentales, cuando pase un tiempo, seguro que se reconducirán a un entendimiento educado y cortés en recuerdo de lo que un día existió y como es costumbre en Isabel Preysler. Ahora no es tiempo de buscar mensajes entre las líneas de textos escritos por Vargas Llosa aunque, si eso fomenta la lectura, pues háganlo. Como diría la reina Letizia, lean, lean más. A lo que Isabel añade: «no creen una guerra donde ahora hay tristeza».