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La Princesa Charlene, que siempre ha encontrado en su familia el apoyo que no ha encontrado dentro del Palacio GrimaliGTRES

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El secreto detrás del regreso de la Princesa Charlene a Mónaco

Su ausencia en el funeral de Constantino de Grecia impulsa la teoría de que solo quiera pasar tiempo con sus padres, recién llegados a Mónaco

La Princesa Charlene ha vuelto a brillar en su papel real después de volver de forma definitiva a sus funciones oficiales. Una infección otorrinolaringológica la mantuvo alejada de Mónaco durante más de un año. Tiempo que pasó en Sudáfrica, primero, y en una especializada y elitista clínica en los Alpes suizos alejada de cualquier invasión de privacidad donde se recuperó de su «agotamiento».

Tras su larga enfermedad, Charlene decidió hablar públicamente de su estado de salud y expresar a viva voz el sufrimiento que arrastraba desde hacía meses. «Enfoqué toda mi energía en mis hijos, mi esposo y mi salud porque esas son mis prioridades. Mi estado de salud aún es frágil y no quiero ir demasiado rápido. El camino ha sido largo, difícil y tan doloroso. Hoy me siento más calmada», explicaba la Princesa.

Su regreso por Navidad supuso también un cambio en el reparto de poderes de los Grimaldi. Durante la ausencia de Charlene, fue Carolina de Mónaco quien hizo las veces de Primera Dama, una función que ya había cumplido con anterioridad: de la mano de su padre cuando falleció Grace Kelly, y de la de su hermano, antes de la llegada de su cuñada.

Los padres de la Princesa, en una imagen de archivoGTRES

Con la Princesa ya recuperada y en plenas facultades, se desvela que la estabilidad emocional y recuperación no ha sido gracias al apoyo ni del Príncipe Alberto ni de ningún otro miembro real, sino a sus padres, que habrían motivado y alentado a su hija para que regresase a Palacio con sus hijos.

Así lo apunta la prensa inglesa, que asegura que Mike y Lynette Wittstock dieron un gran paso: viajar más de 8000 millas desde su hogar en los suburbios de Johannesburgo para vivir de forma permanente en una propiedad de La Turbie, un pueblo francés cercano al Principado en el que vive su hija.

«Ha supuesto una gran diferencia», comentó una fuente del Palacio en Montecarlo que conoce a la pareja desde antes de su vida. Los Wittsotck se han mudado a una casa que está a pocos minutos en coche de su hija y se ven a diario. La hacen sentir segura y protegida y le recuerda la vida despreocupada que disfrutaba en Sudáfrica antes de convertirse en Princesa de Mónaco».

Lynette, junto a sus dos hijos, Sean y Gareth, que se mudó con su hermana a Mónaco cuando se casóGTRES

Siguen así al hermano de Charlene Gareth Wittstock, de 42 años, que se mudó por primera vez a Mónaco para «asegurarse de que cuidaran de su hermana» hace una década. Su otro hermano, Sean, de 40 años, está «al teléfono todos los días desde Sudáfrica», reconoce la misma fuente.

Por si fuera poco, Gareth es el secretario general de la fundación que lleva el nombre de Charlene y al menos otros cuatro miembros de los Wittstock también obtienen sus ingresos de dicha institución. Tal es su presencia en la vida social del país que hay quien le apoda «el conde de Mónaco». Es habitual también del Día de la Fiesta Nacional, el baile de la Cruz Roja o la tradicional inauguración del mercado navideño, además de haber posado en el balcón del palacio Grimaldi junto a su hermana, cuñado y otros miembros de la realeza.

Más allá de su familia, asegura que el catolicismo ha sido su «inspiración y ayuda en momentos oscuros». De hecho, en una declaración conjunta con su marido, Charlene dijo que el arzobispo Barsi, fallecido hace tan solo dos semanas, había «acompañado a la Familia soberana, espiritual y pastoralmente, durante los momentos más significativos de la historia reciente del Principado».