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María Zurita

María Zurita, en una imagen de archivo

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El importante papel del Rey Juan Carlos en el nacimiento de Carlos Zurita

«Mi tío me dio el consejo y las fuerzas para seguir adelante», comenta María Zurita en exclusiva para El Debate

La Infanta Margarita ejerce de «ita»(abuelita en el lenguaje de Carlitos Zurita) y también de matriarca. En ausencia del Rey Juan Carlos y de la perdida de la Infanta Pilar, Margot es la encargada de reunir asiduamente a los sobrinos Borbón en torno a una comida. Y también es disfrutona. Cuando hacemos esta entrevista, la infanta «ha invitado a toda la ciudad a merendar en casa y no paran de pedir cosas las asistentes».

Es la locura puntual en la que lleva inmersa María Zurita desde hace semanas. Menos mal que todos los días no hay meriendas pero sí que María tiene que ejercer de hija, hermana y también de padre y madre. Cómo se concilia todo «con una paciencia infinita y mucho amor. Mi vida no ha sido fácil, pero reconozco que he nacido en una familia donde se me han facilitado mucho las cosas aunque creo que ser familia del rey tiene más responsabilidad que privilegios».

En El Debate descubrimos un aspecto inédito, la fuerte convicción religiosa de María Zurita, su pasado como monaguillo, su fe y el papel definitivo que tuvo el Rey Juan Carlos en todo el proceso de fertilidad de su ahijado Carlos. El protagonista del cuento Mi mamá y yo somos una familia feliz editado por Harper Collins y en el que El Debate, como otra de las casualidades, ha tenido mucho ver en que haya sido publicado.

Hace unos meses María, siendo sobrina del Rey Juan Carlos y prima hermana de Felipe VI, con lo que muchos podrían pensar que le sobraban los «enchufes», llevaba un año buscando editorial. La rechazaban. Casualmente, otra vez las señales del destino, un día como cualquier otro, hablamos por teléfono y me contó lo del cuento. Ese mismo día tenía editorial. Atentos porque en su relato hay más casualidades o señales o llámenlo como quieran, pero haberlas haylas.

– ¿Siempre ha sido creyente o la obligaban en casa a ir a misa?

– En casa hemos tenido libertad religiosa absoluta. Aunque hasta los 18 teníamos que ir a misa con mis padres, pero con la mayoría de edad nos dejaron sueltos para que decidiéramos nosotros. También ayudó que fui interna cuatro años a un colegio de monjas en Inglaterra que eran muy abiertas de mente.

– ¿Iban los cuatro a misa religiosamente?

– Todos los domingos sin falta. Yo he sido durante muchos años el monaguillo de San Manuel y San Benito, creo que era la única mujer monaguillo que había y me encantaba. Allí sigo yendo los domingos y ahora llevo a Carlos.

– ¿Y cómo ejercía de monaguillo?

– Me iba antes que mis padres y ayudaba en la sacristía al padre José Antonio a colocar todas las cosas y la sotana. Luego escuchaba la misa y le asistía en el oficio. Me gustaba mucho y lo hacía porque quería, nadie me obligaba.

– ¿Tocaba la guitarra y se sabe las canciones de misa?

No, yo nunca he tocado bien ningún instrumento, ni he cantado en misa porque no tengo ningún talento para ello. Yo sólo era monaguillo. Luego sufrí una crisis, desde los 17 a los 25 años, que dejé de ir a misa, pero se me pasó. Tampoco soy de sufrir si algún domingo estoy en el campo y no puedo bajar a la misa. Ya lo suplo en casa escuchando la Cope y rezando todos los días por la noche. También cuando acuesto a mi hijo, rezamos la oración de buenas noches los dos.

– ¿Su hijo también es monaguillo?

– No aún no porque es muy chiquitillo. Carlos se queda jugando en el banco y pensando en cómo pasar la misa lo mas rápido posible porque es pequeñito y no le interesa mucho de momento. Pero sí va a un colegio religioso donde rezan y reciben formación religiosa. Y va encantado, es feliz en su cole.

Me imagino que de camino al hospital, cuando iba desangrándose porque perdía al bebé, lo rezó todo Lo único que intentaba hacer era rezar el Padrenuestro. No te lo pierdas que se me olvidó, yo creo que de la sangre que había perdido. No atinaba, mezclaba las cosas y lo achaco al estado en el que iba al límite de fuerzas. Estaba completamente bloqueada, no me salía el Padrenuestro, no conseguía recitarlo ni el Ave María.

– ¿Siendo tan católica preguntó a la Iglesia si aprobaba su gestación?

– Yo lo consulté con un cura amigo mío, pero lo hice por quedarme con paz interior y me dijo que me quedase tranquila, que yo estaba trayendo vida al mundo y a él le parecía estupendamente bien. A veces creo que la iglesia llega tarde a muchas cosas y mi cuerpo no tenía mucho tiempo para que la Iglesia decidiera a favor o en contra. La respuesta negativa me habría dado igual porque creo que Dios es feliz con las nuevas vidas. Una cosa es Dios y otra la interpretación que se hace de él en la Tierra. Además a mi hijo lo bautizaron dos curas de mucho prestigio y no pusieron ningún reparo.

– ¿Se comunica directamente con Dios?

– Yo tengo mis conexiones en la Iglesia, con los que me confieso, manifiesto mis dudas y hablo sobre mis preocupaciones y luego, hablo con Dios a diario porque soy muy creyente y además sé que me escucha porque sino no estaría vivo Carlos.

– ¿Su hijo fue un milagro de Dios?

– Estoy convencida que mi hijo es un milagro. Sé que Carlos está aquí porque tenía que nacer. Fue un cúmulo de circunstancias y causalidades que hicieron posible que saliese bien. Una serie de circunstancias que coincidieron y que me hacen pensar que fue un milagro y que estaba Dios detrás.

– ¿Y la Virgen de Covadonga?

– A mi me iluminó mi amada Virgen de Covadonga. La recé mucho para quedarme embarazada, fui a verla muchas veces y cuando me quedé embarazada también estuve con ella rezándola para que saliese todo bien. Cuando nació el niño se lo llevé a presentárselo. Por eso llevo en mi antebrazo tatuada a mi Virgen de Covadonga. Me iluminó la virgen y le doy las gracias infinitamente.

– ¿En su familia quién la apoyó más. Quién le dijo; «adelante, María»?

– Mis padres y mi tío. Todas las decisiones que tomo en mi vida las comento con mi familia porque se que luego tienen una repercusión mediática, por eso prefiero comunicárselo a mi tío antes. Considero que es el Jefe de la familia y debe saberlo antes.

– ¿Cuándo dice tío, se refiere al Rey Juan Carlos?

– Sí, él me apoyó. La decisión la tomé yo sola y cuando se lo dije, se lo di como un hecho consumado. Le comunico que voy a seguir un proceso de inseminación para ser madre, no le pido permiso. Se lo dije a mi tío «como jefe de mi familia considero que tienes que ser de las primeras personas en saberlo». Y mi tío sólo dijo que le parecía bien y que adelante, me animó mucho.

María se equivocó de hospital. Fue a uno, que no quiere mencionar, que era Atapuerca, donde fallaron tres veces hasta que le dijeron que «no tenían nada que hacer conmigo». «Ese día estaba hundida a punto de tirar la toalla y dio la casualidad que en ese momento recibo la llamada de mi tío y le dije que me encontraba gorda, mentalmente destrozada y arruinada. Mi tío se puso firme y me dijo: «Ah, no, no, tú ahora no lo vas a dejar. Vas a seguir adelante. Has llegado a un punto que no lo puedes abandonar aquí y vas a seguir hasta que lo consigas». Mi tío me dio mucha fuerza».

– ¿Le busco algún hospital el rey?

– No, mi tío me dijo que fuera al mejor. «María, tú busca el mejor centro que ya encontraremos la fórmula para arreglarlo». Me fui al IVI y allí lo conseguí. Tuve dos pérdidas hasta que cambiamos de donante y lo conseguí. Pasé de Atapuerca a la Nasa, que es el IVI. Intenté siete veces quedarme embarazada y Carlos nació a la séptima. Y todo fue gracias a mi tío. Él me apoyó en todo.

– De ahí que el rey sea el padrino.

– Es que evitó que tirase la toalla. Por eso es el padrino y porque me dijo que quería serlo y por eso se llama Carlos. Además de mi tío, mi padre, mi hermano y mi abuelo paterno también se llaman así. Es un nombre muy común en mi familia.

– ¿El rey le pagó el tratamiento?

– Mi tío me dio el consejo y las fuerzas para seguir adelante. No me pagó el tratamiento, pero me ayudó en todo lo que necesite. Tuve que pedir tres créditos para pagar los tratamientos. Yo no podía hipotecarme porque no tengo nada con qué respaldarlo.

– ¿Después de tanto sufrimiento imagine que le sale tan trasto como su sobrino Felipe Froilán?

Nosotros sí que éramos muy malos, muy traviesos. No estábamos quietos nunca. Mi sobrino Felipe tiene a quien parecerse y le entiendo perfectamente. Y este niño no es tan malo como la gente dice, lo único que hace es que sale de marcha como hacíamos nosotros a esa edad, sólo que en esa época no había cámaras, ni móviles.

O su misma madre que también era muy movida. Pues sí, y además es que hay que serlo porque el que no lo es a los veinte lo es a los cuarenta y es mejor que lo sea ahora. No ha hecho tanto, le han cargado más trastadas que las que ha hecho el pobre.

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