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Castillo de Chambord

Los castillos más espectaculares del Loira para veranear como un rey

Nuevos hoteles y restaurantes de lujo permiten disfrutar del valle de los reyes de Francia con el sibaritismo de los muchos monarcas que vivieron en esta fascinante región

Tierra de genios, reyes y héroes, por estos campos y caminos que discurren junto al Loira, por estas aguas del río más largo de Francia y de sus afluentes, se mezclan esos nombres que nos resultan, de un modo u otro, familiares. Medici, Da Vinci, Valois, Orleans, Borbón, Tudor, Estuardo... Aquí vivieron, murieron, conspiraron, batallaron o firmaron alianzas, crearon o destruyeron y, en todos los casos, pasaron a la historia hombres y mujeres que tejieron parte de los destinos de Europa. Su huella más visible y regia en este rincón del «hexágono» son los célebres castillos de toba calcárea o tuffeau que salpican estos paisajes y que se han convertido en su principal reclamo turístico. Se cuentan por cientos y aunque algunos son realmente soberbios, de estampas inconfundibles, puede suceder que uno vuelva de estas tierras del centro de Francia con cierta confusión sobre dónde ha visto qué. ¿Era el castillo de Francisco I o el de Enrique III? ¿Eran los jardines de Ambois o de Chambord? La similitud de los nombres de los castillos más relevantes tampoco ayuda a un viajero no demasiado versado en la materia: Chambord, Chenonceau, Cheverney, Chaumont… Uno llega a preguntarse por el motivo por el que tantas edificaciones regias comienzan con la letra ch, al igual que château, castillo en francés. El valle de los reyes, el valle del dígrafo ch.

Amboise

Algunos de ellos tienen sus orígenes en la Edad Media y se construyeron por cuestiones defensivas, en plenas disputas entre las casas feudales de los Blois y los Anjou. Pero la gran mayoría fueron reconstruidos o reedificados en los siglos XV y XVI, es decir, en pleno renacimiento, cuando los reyes construyen en el valle sus residencias palaciegas y sus pabellones de caza, símbolos de poder, y con ellos arrastraron a la nobleza a la región, lo que aumentó considerablemente el número de castillos. Pero no sólo hay châteaus. El llamado «valle de los reyes» se conoce también como «el jardín de Francia», y no solo por su número y belleza, sino porque fue en el Loira donde llegó por primera vez a Francia un nuevo tipo de jardín de carácter puramente ornamental importado de la Italia renacentista. Sí, estamos en una Francia con sabor a Italia en muchos sentidos. Dos destacados italianos del Renacimiento vivieron aquí y ejercieron su fecunda influencia: Leonardo da Vinci y Catalina de Medici. Ambos vivieron y murieron en diferentes castillos del valle. A veces resulta práctico, y así lo hacen los propios responsables de turismo de la región, asociar el nombre los castillos a alguno de sus ilustres pasados moradores, una forma práctica de diferenciarlos y de identificarlos más fácilmente cuando se recorre la región.

En el Castillo Real de Blois vivieron siete reyes y diez reinas de Francia, entre ellos Francisco I y la mencionada Catalina de Medici. Leonardo lo hizo en el Château de Clus Lucé, bajo el mecenazgo de su gran patrocinador, Francisco I. Hoy en manos privadas, el castillo y sus jardines tienen la vocación de convertirse en un lugar de referencia del genio renacentista. De hecho, el año pasado, el castillo acogió en préstamo procedente de los Museos Vaticanos la obra San Jerónimo. Su autor pasó allí los tres últimos años de su vida y en él falleció. Llegó acompañado de su fiel discípulo Meliz y de su sirviente milanés. Y de tres obras de las que nunca se desprendió: la Gioconda, Santa Ana, la virgen y el niño; y San Juan Bautista. Esta es la razón por la que estos tres cuatros están hoy en el Louvre. A escasos kilómetros de ese pequeño castillo tan vinculado a da Vinci se encuentra el impresionante Castillo de Chambord, uno de los monumentos franceses que más admiración y asombro despiertan. El tándem Francisco I y el primer «pintor, ingeniero y arquitecto del Rey», es decir, Leonardo, idearon este mundo lleno de misterio y genialidad, un alarde de modernidad para la época, todo un símbolo de poder concebido para asombrar. Propiedad del Estado desde 1930, ha sido escenario de uno de esos curiosos bucles de la historia. En 1939, tras la evacuación de los principales museos de Paris en plena Guerra Mundial, miles de obras fueron enviadas a diferentes abadías y castillos del centro y oeste de Francia. Curiosamente, la Gioconda regresó a Chambord, a escasos kilómetros de donde había vivido en Francia con su creador más de 400 años antes. La joya del castillo es la escalera de doble revolución, una de las escaleras más famosas del mundo por su ingenio y por el efecto «mágico» de sus dos escaleras, atracción de la corte comparable a lo que luego sería el salón de los espejos de Versalles.

Castillo de Chenonceau

El Castillo de Chenonceau es fácilmente reconocible porque su silueta se refleja en las aguas del río Cher, afluente del Loira. De inspiración veneciana, y bellísimo, es el edificio en manos privadas más visitado de Francia y pertenece a la familia Menier, fundadora de la célebre casa de chocolates. Se conoce como el castillo de las damas por el gran número de mujeres relevantes que intervinieron en su decoración o construcción o vivieron en él: desde Diana de Poitiers, a Catalina de Medici. El Château Gaillard no es de los más célebres pero sus jardines son extraordinarios y guarda una pequeña perlita para los amantes de la jardinería: en él, el italiano Dan Pacello creó el primer invernadero de cítricos de Francia. Como sabemos, con el tiempo disponer de una «orangerie» se convirtió en todo un símbolo social, un signo de distinción de las casas aristocráticas francesas durante los siglos XVII y XVIII.

El pequeño Château de Cheverny es mundialmente famoso y especialmente muy querido por los «tintinólogos» de todo el mundo. Edificado por el arquitecto Jacques Bougier entre 1620 y 1640, el Castillo de Cheverny es precursor del estilo francés que se impondrá durante el reinado de Luis XI. Hergé se inspiró en él para el mítico castillo de Moulinsart, residencia y casa de campo del capitán Haddock. Fue el primer castillo privado de Francia en abrir sus puertas al público, justo ahora hace 100 años.

De un tiempo a esta parte, los amantes de la historia y del buen vivir pueden recorrer el Loira combinando sus inquietudes intelectuales y culturales y cierto sibaritismo. A lo que podríamos considerar una nueva etapa que permite conocer el «Loira a cuerpo de Rey» ha contribuido de algún modo la pandemia. Algunos hoteleros, empresarios parisinos y chefs ligados a la región dejaron París y otras grandes ciudades y decidieron hacer realidad el sueño de aplicar todo su savoir faire en el mundo del lujo y de la hospitalidad en esta interesante región. Han comprado pequeños castillos que han convertido en coquetos hoteles, han rehabilitado cuadras que se han transformado en centros de arte y viejos hospicios en nuevos templos gastronómicos. Este es el caso de Château des Grotteaux, una auténtica joyita en la que hospedarse o incluso alquilar entero. Monumento histórico del Valle del Loira, acogió una de las bibliotecas más importantes de Europa y hoy es un pequeño hotel de auténtico capricho. Su jardín tiene un puente proyectado por Eiffel.

Le Bois des chambres LudovicEric Sander

También reciente y con un estilo más contemporáneo y atrevido destaca Bois des Chambres y su espectacular restaurante sobre el agua, el Gran Chaume. La nueva joya gastronómica viene de la mano del afamado chef Christophe Hay que tuvo el coraje de cerrar su biesestrellado restaurante en Montlivlault para apostar por su región. El año pasado abrió Fleur de Loire, en Blois, y consiguió de nuevo las dos estrellas Michelin a los pocos meses de su inauguración. Abanderado del producto local (incluidos los peces del propio Loira), el restaurante gastronómico forma parte de un lujoso hotel con espléndido spa y piscina junto al río y se alza como un magnífico descanso de estética contemporánea entre visita y visita a los castillos y jardines históricos de esta extraordinaria región.