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Alberto II de Mónaco durante su intervención en la sesión de apertura de la Conferencia del Decenio del Océano de Barcelona

Alberto II de Mónaco durante su intervención en la sesión de apertura de la Conferencia del Decenio del Océano de BarcelonaEFE/Alejandro García

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Alberto de Mónaco admite haberse dejado engañar por su gestor de fortuna

El Príncipe abordará con sus sobrinos Andrea y Pierre Casiraghi la conveniencia de sus negocios inmobiliarios en territorio monegasco

El escándalo colea desde hace más de un año, pero el principal afectado, Alberto II, guardaba silencio. Lo rompió hace unas horas en el semanario Le Point, semanario que envió el 2 de abril a dos periodistas al Principado. El escándalo es aquel en cuyo epicentro se encuentra Claude Palméro, el antiguo gestor de los bienes y fortuna del Príncipe y fulminado en junio de 2023.

Siete meses más tarde, a finales del pasado enero, una serie de devastadores artículos publicados por Le Monde pusieron al descubierto un sórdido ambiente de corruptelas en la cima institucional y empresarial del Principado. Alberto II siguió callado. Hoy estima que «ha llegado el momento de aclarar las cosas: he decidido restablecer la verdad, no mi verdad, sino la verdad».

Todo empieza por la publicación, en octubre de 2021, de los conocidos como «Dossiers de la Roca [en referencia al símbolo de la geografía monegasca]», cuyo contenido encausa a cuatro personas del primer entorno del Príncipe: el ya citado Palméro, Thierry Lacoste, su antiguo abogado y «ex mejor amigo», Laurent Anselmi, su ex jefe de Gabinete y Didier Linotte, presidente del Tribunal de Mónaco. Convocados a Palacio, todos se consideran víctimas de un complot. Alberto II les cree y les mantiene su confianza.

El punto de inflexión se produce en la primavera de 2023, cuando un reportaje de un programa de investigación del canal televisivo público France 2 hace cambiar de opinión al Soberano «por», explica, «la imagen desastrosa que proyectaba del Principado». «Empiezo a tener dudas», prosigue el Príncipe, «especialmente sobre Palméro, el administrador de los bienes de la Corona, es decir, mi contable».

Alberto II, según declara a Le Point, empieza a interrogarle y poco a poco va entendiendo que se ha extralimitado en sus funciones. «Incluso descubrí que formaba parte de ciertos negocios inmobiliarios en el Principado y que actuaba en nombre de otras personas […], promotores inmobiliarios muy activos en el Principado en detrimento de los intereses del Estado. Era un experto a la hora de alimentar esa duda». «Luego», según Alberto II, «me ponía ante hechos consumados, se comportaba como un verso suelto».

La Princesa Charlene y el Príncipe Alberto de Mónaco en el Baile de la Cruz Roja

La Princesa Charlene y el Príncipe Alberto de Mónaco en el Baile de la Cruz RojaGTRES

El Príncipe señala, asimismo, que Palméro solo trabajaba en Palacio a tiempo parcial y que le había pedido, en reiteradas ocasiones y sin éxito, que desempeñara sus funciones a tiempo completo. «He pecado por exceso de confianza», señala el hijo y sucesor de Rainiero III, «pero ¿cómo hubiera podido imaginar que una persona supuestamente de confianza al servicio de la familia principesca nos traicionaría de forma tan rastrera?», se pregunta, antes de afirmar que hoy en día Palméro controla una fortuna personal estimada en 110 millones de euros.

Otro problema es que en torno al atractivo pastel inmobiliario de Mónaco, también operan dos de los sobrinos carnales de Alberto II, los hermanos Andrea y Pierre Casiraghi, hijos de la Princesa Carolina, accionistas del grupo Engeco, controlado por Patrice Pastor, primera fortuna de Mónaco, y enfrentado a la banda de Palméro. Preguntado por este aspecto, Alberto II empieza asegurando que Rainiero III autorizó a su yerno Stefano Casiraghi a participar en el proyecto Engeco. «Por lo tanto, es una herencia de su padre y nunca les he favorecido», si bien reconoce que abordará esta cuestión en una próxima reunión de familia.

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