Roca Rey visita su bodega favorita en Ribera del Duero
Bodegas Valduero nombra miembro de honor al maestro peruano
Su profundo amor al toro no le impide al joven Andrés Roca Rey disfrutar de otros placeres de la vida y del paladar. Aunque en plena temporada, quizás algo menos de lo que le gustaría, porque se tiene que cuidar mucho que el toro es muy exigente y no perdona deslices. La concentración y la preparación de una figura del toreo es la clave para triunfar cada temporada.
El pasado lunes Andrés Roca Rey tomó posesión de una barrica con nombre propio en una bodega castellana. Una experiencia nueva que le brindaron las hermanas Yolanda y Carolina García Viadero, propietarias de Bodegas Valduero, al tiempo que le mostraron los viñedos. «Es un honor para mí haber sido elegido como miembro de honor de las prestigiosas Bodegas Valduero», decía el propio Roca Rey en su IG dando las gracias por un día «especial». Unos viñedos trabajados con viticultura natural, según la filosofía puesta en práctica desde la fundación de la bodega en 1984. Se trata de no pedir a la tierra más de lo que la tierra da. Con temple, igual que el toreo bueno.
Durante su visita a la bodega, Roca Rey paseó entre barricas por las galerías abiertas en las montañas cuyas cuevas albergan más de 3.700 barricas guardadas sin prisa. Yolanda durante la visita le explicó al torero cómo su Valduero de 12 años se elabora con las manos y con la convicción de que «el ingenio humano no puede ser sustituido por la tecnología». «El vino es arte», comentó Yolanda emocionada, cuando recordaba un reciente galardón recibido por su buen hacer. Es arte, como el toreo.
Un exquisito menú
El diestro y sus amigos, entre ellos Joserra Lozano, su jefe de prensa, –después de haber toreado sin suerte el domingo por la tarde en Valladolid–, aprovecharon el viaje y disfrutaron de un almuerzo con los grandes vinos de esta bodega y la gastronomía local. Un menú de dos orejas: cordero lechal con el vino de Valduero, Una Cepa 2019, y de postre tabla de quesos locales que degustaron en compañía de una copa de Valduero de 12 años 2004, segundo mejor vino del mundo.
Una bodega que presume de su trabajo artesanal y con elaboración manual, algo que explicaron al torero que estuvo atento a todos los detalles durante la visita. «Hacer el vino con nuestras manos nos permite firmar cada botella de manera muy personal, y entender esta profesión como el arte de convertir cada botella en una experiencia única y artesana», explicó su responsable.
El peruano, a su vez, explicó orgulloso a los presentes sus inicios en los ruedos. Recordó que empezó a torear con menos de diez años en una familia «cuyo bisabuelo era ganadero, el abuelo empresario de la Plaza de Toros de Lima, y un tío suyo rejoneador». En su barrica se puede leer su pensamiento. «Agradecido a ustedes por esta increíble experiencia. Me dijeron que en el amor y en el toreo, despacio se llega más lejos. Y hoy me di cuenta con la historia de Valduero que en la vida y en el mundo del vino, también. Gracias siempre», escribía el toreo para la posteridad. Igual que sus faenas.