Final de aventura para Paul de Rumanía, el príncipe estafador
Prófugo de la Justicia de su país, ha sido detenido en Malta: si es extraditado, deber cumplir una condena de tres años y cuatro meses de prisión
El pasado 29 de abril, el Príncipe Paul de Rumanía, de 75 años, fue detenido en Malta, donde permanece mientras las autoridades locales examinan una demanda de extradición cursada por el país del que el prófugo dice ser su príncipe heredero. El fallo de la justicia maltesa será determinante, pues hace siete meses Francia, donde fue detenido en junio de 2022, se negó a entregarle a Rumanía -alegó «motivación política»-, donde el Príncipe tenía su residencia en los últimos años.
Su búsqueda y captura está motivado por una sentencia firme de la Corte de Casación y Justicia de Rumanía, equivalente del Tribunal Supremo en España, mediante la cual se le condena a una pena de tres años y cuatro meses de prisión por delitos de tráfico de influencias, blanqueo de capitales y sobornos, cometidos entre los años 2006 y 2013. El 17 de diciembre de 2020, día en que se hizo pública la sentencia, cuando la policía acudió a su domicilio, su mujer contestó que se encontraba en Portugal. Desde ese momento fue considerado prófugo de la Justicia rumana.
Este episodio es el más grave en la trayectoria de Paul de Rumanía, caracterizada por la controversia, prácticamente desde su nacimiento. Es hijo de Carol Lambrino (1920-2005), primogénito a su vez del entonces príncipe heredero Carol de Rumanía (1893-1953) -más tarde Rey Carol II- y de Joana «Zizi» Lambrino, procedente de una familia de la nobleza fanariota, perfectamente integrada, además, en la alta sociedad rumana de principios del siglo XX.
Unos ilustres orígenes que, sin embargo, no fueron del agrado de los Reyes Fernando I y María de Rumanía -prima hermana de la Reina Victoria Eugenia de España-, quienes pretendían para su hijo una unión de igual rango. Por ejemplo, antes de 1914, se produjo un acercamiento entre las cortes de Bucarest y San Petersburgo con el fin de considerar un hipotético matrimonio entre Carol y su prima segunda la Gran Duquesa Olga, una de las hijas del Zar Nicolás II.
Mas el interesado hizo caso omiso de la advertencia de sus progenitores y contrajo matrimonio con Lambrino en la Catedral de Odesa (Ucrania) en agosto de 1918. Fernando I no se lo pensó dos veces: incitó, con éxito, a la Justicia rumana a que anulase la vertiente civil de la unión desigual de Carol y concertó el matrimonio de este último con la Princesa Elena de Grecia (1898-1982), tía carnal de la Reina Sofía de España. Este nuevo enlace resultó pronto ser desastroso, pese a haber procreado a quien sería el Rey Miguel de Rumanía (1921-2017), último monarca en reinar sobre el país balcánico.
Este es el origen de la actual rivalidad dinástica rumana. Por una parte, las descendientes del Rey Miguel, empezando por la Princesa Margarita, que cuenta con el apoyo de toda la realeza europea, de modo explícito por las cortes británica y luxemburguesa, que la otorgan el tratamiento de Majestad. Por otra, el Príncipe Paul, que se apoya en la validez religiosa del matrimonio de sus abuelos.
Sin embargo, carece de apoyos tanto en las casas reinantes como en las no reinantes, pese a los selfies, oportunamente colgados en su cuenta de la red social X, que logró tomarse en compañía del Rey Felipe de los Belgas o del Duque de Braganza, jefe de la Casa Real portuguesa. Asimismo, suele obviar que su padre jamás reclamó tratamiento principesco ni tuvo ambiciones sucesorias.
Estas desventajas no han sido óbice para que el Príncipe Paul siga adelante con su pretensión. En declaraciones a El Debate, Amadeo-Martín Rey, miembro numerario de la Real Academia Matritense de Genealogía y Heráldica y autor de un trabajo sobre la dinastía rumana, asegura que el Príncipe le enseñó su pasaporte británico en el que figura como His Royal Highness the Prince Paul of Romania. «Su vida es una búsqueda permanente de reconocimiento», afirma el académico, que recuerda haber visto a varios rumanos residentes en Madrid queriéndose fotografiar con el Príncipe durante una de sus visitas a España.
Ese afán de protagonismo sería vano si Paul de Rumanía no hubiera perpetuado su estirpe, objetivo que logró al casarse con la norteamericana Lia Tiff, viuda del abogado de varias estrellas de Hollywood, entre ellas Errol Flynno Zsa Zsa Gabor. El Príncipe y su mujer, siendo ya sexagenarios, tuvieron en 2010 a un varón que recibió el nombre de Carol Ferdinand.
El bautizo del pequeño, apadrinado por el entonces presidente de Rumanía, Traians Basescu, congregó en Bucarest a una nutrida representación del Cuerpo diplomático acreditado en Rumanía. La «búsqueda del reconocimiento» se ha esfumado a raíz de la condena. Final de la aventura para Paul de Rumanía.