Marlaska, de fiesta con la élite madrileña en el ático de un empresario
La casa de Antonio Fournier reunió al ministro con el nieto de Mandela, José María Cano o Irini Fournier
Nueva cita en la Sede de la ONU madrileña, la casa del empresario Antonio Fournier. Podíamos celebrar San Antonio, que lo ha sido, la cumbre de Turquía, porque estaba la jefa de la delegación turca, el solsticio del verano, que veíamos desde la terraza del ático, el legado de Mandela, porque estaba su nieto o la Santa Concordia porque todo ese patio crispado de colegio que se ve en el Parlamento español, es llegar a casa de Fournier y verles hablando animadamente y compartiendo sándwiches verdes y colorados.
Eso sí, tengo que avisar que el ministro Marlaska me defraudó, y así se lo hice constar, porque uno de los hombres con mejor colección de zapatos (no me atrevería a compararla con la de Imelda Marcos) esa noche no estuvo a la altura. Se lo digo desde el respeto y la admiración por Ubrique y con el consentimiento de su marido, Gorka, allí presente y de acuerdo conmigo.
A la que sí admiro, y también se lo dije, es a la fuerza de voluntad de mi querida Elvira Rodríguez, capaz de no caer ante una copa de sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero y las únicas burbujas que se sirven en Maison Fournier. Y es que la exministra y el anfitrión comparten dietista. Elvira se ha desprendido de 70 kilos y Antonio, les tiene tanto cariño a los suyos que prefiere que sigan en su cuerpo, que él cubre con su famosa blazer cruzada como el príncipe de Gales y confeccionadas a medida en la India o por el sastre del rey.
El doble de Springsteen
Y cuando menciono que podríamos estar celebrando el solsticio del verano, es literal. Ese momento en el que me acerco al umbral de la terraza y emerge un perfil morenazo de Bruce Springsteen y una voz ronca, muy ronca pero… con acento español. ¿Cómo puede ser esto? Bruce adora España pero no habla nuestro idioma. Es su doble, José María Cano, que admira profundamente al mito norteamericano y me corrige «tiene 74 años y sigue siendo un fenómeno». Un fenómeno y un artistazo como él, que cotiza sus cuadros al mismo nivel estratosférico que la perrita Laika que Mecano mandó a la Luna.
Y en esas estamos, un poco más y nos canta born in a USA porque la fiesta Fournier estaba on fire, cuando llega el complemento para redondear el mito: María Callas y Rollins Stone, en su versión barrio elegante madrileño. La belleza de Claudia Stilianopoulos, mitad griega mitad de Soria, y el despeinado, Ernest de Hannover que es totalmente alemán. Salvados, el príncipe alemán trae cigarrillos rubios para todos. Antes nos besa la mano «es para no perturbar el maquillaje».
Él no lo dice exactamente así, pero yo hago una traducción libre porque me parece más regia. Besa la mano como los caballeros y usa crema de protección solar con color, lo que le da un tono estupendo, sin ser maquillaje y lleva el pelo como quiere, eso me gusta y se lo hago saber porque le da el aspecto Rolling, algo que le hace gracia y provoca confusión en los taxistas, cuando le preguntan a su novia «es Tom Jones, ¿verdad?». El extravagante y guapo, Julio Ayesa, que fue el gran confidente de nuestra recordada y siempre admirada Pitita Ridruejo, se queda charlando con Claudia.
Mientras, nos vamos, Zondwa, el nieto de Nelson Mandela, al que Hannover conoció en vida, y yo, a instalarnos en un rincón de la terraza a dar buena cuenta de los cigarrillos rubios de importación que nos ofrece el primo de la Reina Sofía. Por cierto, ni Su Majestad, ni su hermana Irene, están en la fiesta pero no es una vivienda que les resulte ajena a ambas, ya que Irini Fournier, es ahijada de la princesa griega y por la vivienda hay algunos recuerdos de ambas.
La hija de Antonio es una delicia de mujer, universal, poliglota, humanista, artista, bellezón, lista y una entendida en IA, así que se lo pasó bomba conversando con Carme Artigas, que es la súper española que le ha dado forma a la ley de la Inteligencia Artificial en Europa y es copresidenta en el Consejo Asesor de la ONU sobre ese inteligente asunto. Mientras Artigas se despide, pasa por delante de los Condes del Abra, que no se inmutan, el general de cuatro estrellas, Sanz Roldán, el que fuera Boss del CNI. Va de paisano y se hace fuerte en la terraza con la brisilla madrileña y de ahí no se mueve, a ver quién se atreve a preguntarle por el rey Emérito.
Las fiestas de Fournier deberían ser declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad porque son un ejemplo de que la Concordia (con mayúsculas), el diálogo, la estrategia, el sentido común, la inteligencia y la ausencia de móviles (a nadie se le ocurrió sacar el teléfono, excepto a Hannover y a Ayesa porque les hacía gracias tener unos Nokia históricos), consiguen unir a personas dispares y antagónicas y cerrar acuerdos, generar propuestas e incluso, algún noviazgo, pero esos me los guardo o no me invitaran más. Juntos somos más fuertes y el tsunami de fuerzas positivas que se sentía en ese ático del barrio de Salamanca de Madrid era fabuloso y eso que estaba representado todo el espectro político, y cuando digo todo, es TODO y todes.
Brindo por Marta Fournier y su capacidad como anfitriona y por su caftán comprado con prisas en Doha. Brindo por Irini porque teniendo todas las papeletas para ser una pija desnortada, es una joven con la potencia de la criptonita y las joyas griegas de su madre Ioana, a la que venero y admiro. El penúltimo brindis con sidra El Gaitero, para el hacedor de la magia, el aglutinante de esa poderosa miscelánea; Antonio Fournier.
Es alucinante estar en una fiesta donde los invitados no se hacen selfies, ni llevan vestidos prestados por marcas y lucen sus joyas de familia. Lo de este empresario es una fiesta con mayúsculas y no vino el presidente turco, pero sí su mejor representante, que por cierto, es una mujer que habla divinamente español y se llama María. Y si el ascensor de madera de 200 años que subió a dos de Vox, uno del PSOE y un independentista, llegó al ático sin explotar es que, sí, se puede.