El sastre y el dentista de Luis Miguel
Él aparece como robocop, con un inmenso sol privado iluminando el escenario
No sé quién es el dentista de Luis Miguel, y llevo días preguntándolo, pero sí quién es su sastre, el mismísimo Tom Ford. Y es que esos dos elementos, más un estupendo tupé, son dos hitos relevantes en la experiencia Luis Miguel tour. Un tour que siempre es exactamente igual, hasta lo que parece que es un momento de complicidad con un músico o una despedida final emotiva. Lamento hacerles un spoiler y decirles que se despide todos los días igual; aplaudiendo con los puños cerrados, en una mano el micro y en la otra un aparatito con antena que al parecer gradúa la intensidad de la orquesta.
El show siempre es el mismo porque al no interactuar con el público puedes cerrar los ojos e imaginar que estás en Roquetas del Mar o en Sevilla, pero eso no le resta un ápice de fábula y de alegría a sus fanes. Él aparece como robocop, con un inmenso sol privado iluminando el escenario, como un guiño mayestático a su apodo del sol de México. Emerge del subsuelo. LM sonríe, se atusa el traje, los músicos inician los acordes de Será que no me amas y 48.000 fanes se ponen a cantar y las lucecitas que llevan en las muñecas, con el anuncio de un tequila, se iluminan. Comienza la hora y media de concierto. Ni un minuto más ni un minuto menos. Ni la IA lo haría mejor porque incluso hay dos invocaciones al más allá, cuando aparecen Michael Jackson y Frank Sinatra para cantar a dueto con Luis Miguel. A la fan que tenía a mi derecha le dio un poco de yuyu y miraba al escenario sin querer mirar, ya me entienden. Con Sinatra se le pasó y se incorporó al concierto.
Hasta ahí llevábamos diez canciones y Luis Miguel de impecable traje de Tom Ford, pero fue ese momento que sale el mariachi Vargas de Tecalitlán, el mejor mariachi del mundo, cuando el éxtasis se desborda y Luis Miguel desaparece para cambiar el outfit.
La cuna del mariachi es jalisco «de cocula es el mariachi y de Tecalitlán los sones» dice la canción popular. Pues ahí, en el Fondo Sur del Bernabéu, donde se instala el alma del madridismo, atrona México, su bandera, sus bailes, sus corridos, el lanzador de cuerda y la fiesta del Mariachi desata la locura. Ándale. Y es, en ese preciso momento de exaltación, cuando sale otro Luis Miguel más desenfadado, sin chaqueta y ajustado. Gracias a los megavideos de 360 grados que nos regala el Bernabéu podemos verle e imaginar ese cuerpazo con unos brazos que son puro acero, eso lo sé porque le he visto saludar en camiseta de manga corta y se corta la respiración, qué barbaridad. Así aguanta la hora y media de show y así se entiende que sus seguidoras se vistan de cóctel y se entreguen. Es adrenalina en vena. Ellas (es un ellas inclusivo) cantan a medias con la estrella y se lo pasan bomba. A eso se va a un concierto a disfrutar. LM hace feliz a mucha gente.
En el espacio donde la pierna de Rüdiger marca unos goles de sueño y el bíceps de Bellingan se estira, Luis Miguel nos lanza con esas piernas que imaginamos dentro del Tom Ford, enormes bolas negras para que juguemos como en la playa. Él es el sol que nos ilumina. Y comienzo a preguntar; ¿Luis Miguel es del Madrid?. Quizás no me he puesto suficiente protección solar o quizás, es del Barça o puede que no le guste el fútbol. Malas noticias. El reloj avisa. Vamos por el minuto 90, y el árbitro que es Luis Miguel dice que aquí no hay tiempo añadido, ni prórroga. Efectivamente unos guardaespaldas se llevan a Paloma Cuevas y a sus hijas, como si fueran los jueces de línea, el show ha terminado y Luis Miguel ya está subido a una de esas furgonetas negras que le llevan por Madrid, Barcelona, Miami o Murcia. Es el tour 2024 para todos igual.
La primera fila
Me encantó la normalidad de Victoriano Valencia con su bolsa de El Corte Inglés y bebiendo coca cola, nada de megabolsos de lujo con logos. Michelle Salas, ella sí es de logos, presumiendo de padre pero sin sudar ni una gota. Las hijas de Paloma Cuevas, unas benditas que siguen yendo, con emoción y amigas, a disfrutar una vez más del novio de su madre cuando seguro que darían palmas por ir a los de Ana Guerra, que lloraba como una magdalena escuchando La bikina. Terelu recibiendo felicitaciones por su futuro estreno como abuela, y ella me pareció, y es mi sensación que puedo estar equivocada porque habíamos pasado un día de mucho calor, que lo recibía con resignación de madre. Otra vez María Margarita Vargas y su esposo, Luis Alfonso, que así oigan trescientas veces a Luis Miguel, se lo siguen pasando padre y pensando fake news nupciales sobre sus amigos Paloma y Luis Miguel. No vi a ningún Alba, y ya es raro, pero enseguida caí que ellos son de otra compañía de discos, que posiblemente el duque Carlos estaría supervisando a los turistas que pagan por entrar en el jardín de su palacio madrileño «pero sólo se abrirá en verano» y que el marqués Fernando estaba de boda, de las de Hola, en Soria. Como es lógico tampoco estaba Genoveva Casanova que acompañó a Luis Miguel durante unos días de su vida y de su jet. Antes le gustaba mucho su compadre, igual ahora le sigue gustando pero prefiere la intimidad de spotity. Claro que no me atrevería a entrar en detalles por si me pone una demanda.