Por qué fracasó la historia de amor de Marisol y Carlos Goyanes
El destino los llevó al altar en 1969, en una boda que congregó a más de 4.000 personas en la iglesia de San Agustín en Madrid
La reciente muerte de Carlos Goyanes ha reabierto una herida en la memoria colectiva de España, llevándonos a recordar a Pepa Flores, la inolvidable Marisol. Su vida, envuelta en una mezcla de éxito, dolor y silencio, es un reflejo del precio de la fama y la lucha por la libertad personal.
Pepa Flores, conocida por todos como Marisol, fue en su momento la niña prodigio más querida de España. Su sonrisa y su voz fueron símbolos de una época, pero detrás de esa imagen luminosa se escondía una vida llena de sombras. Nacida como Josefa Flores González el 4 de febrero de 1948 en Málaga, su destino parecía escrito desde temprana edad. Su padre, Juan, trabajaba como dependiente en una tienda de ultramarinos, y su madre, María, se dedicaba al hogar. Marisol creció en un ambiente humilde, rodeada de su hermana mayor Vicky y su hermano menor Enrique.
La fama le llegó a Pepa muy pronto, y con ella, la presión de convertirse en un ícono. Durante los años 60, Marisol era la estrella infantil por excelencia, con películas que marcaron una generación como Tómbola, Un rayo de luz y Ha llegado un ángel. Sin embargo, tras las cámaras, su vida era muy distinta. La joven artista sufrió abusos, tanto físicos como emocionales, en un entorno donde el éxito lo era todo y las quejas no tenían cabida. En varias ocasiones, Marisol confesó que intentó quitarse la vida, atrapada en una existencia que no había elegido y de la que no veía escapatoria.
El amor llegó a su vida en la figura de Carlos Goyanes, hijo del productor Manuel Goyanes, el hombre que había moldeado su carrera desde sus inicios. Pepa y Carlos se conocieron siendo casi niños, y el destino los llevó al altar en 1969, en una boda que congregó a más de 4.000 personas en la iglesia de San Agustín, en Madrid. A pesar del gran despliegue mediático, la felicidad nunca llegó a florecer en ese matrimonio. Tres años después, el cuento de hadas se rompió, dejando a ambos marcados por un amor que no fue.
El primer matrimonio fallido no fue el único en la vida de Marisol. En 1982, volvió a intentarlo, esta vez con el bailarín y coreógrafo Antonio Gades. Juntos tuvieron tres hijas: María Esteve, nacida en 1974 y quien siguió los pasos de su madre en la actuación; Tamara Gades, nacida en 1976 y quien se dedicó a la psicología; y Celia Flores, nacida en 1981, quien también heredó la vena artística. Sin embargo, este matrimonio tampoco tuvo un final feliz. En 1986, Gades la dejó por la millonaria suiza Daniela Frey, un golpe del que Marisol nunca se recuperó del todo.
Tras este nuevo desengaño, Pepa decidió retirarse de la vida pública en 1985, tras presentar la película Caso cerrado en el Festival de San Sebastián. Con 37 años, Marisol se fue a vivir a Málaga, su tierra natal, donde intentó encontrar la paz que la fama y los amores rotos le habían negado. Allí conoció a Massimo Stecchini, un empresario italiano dueño de una pizzería. Junto a él vivió 35 años de discreta felicidad, hasta la muerte de Stecchini el año pasado, que la sumió en una soledad aún más profunda.
Hoy, la ex actriz vive retirada, rodeada del cariño de sus hijas, pero lejos de los focos que una vez la encumbraron. Su hija María Esteve, en una rara ocasión, se sinceró sobre el estado de su madre: «Está feliz, está contenta. Estamos todos ahí con ella, claro, y estamos todos bien». A pesar de estas palabras tranquilizadoras, es inevitable pensar en la soledad elegida por Pepa Flores, una soledad que parece ser su refugio final tras una vida marcada por las cicatrices del pasado.
La vida de la malagueña, a sus 76 años, es un testimonio de la complejidad humana, de cómo una estrella puede brillar intensamente en el escenario mientras su luz se apaga en la intimidad.