El despecho amoroso que destapó una trama de corrupción
Fue precisamente Pantoja la que abrió la caja de Pandora y enturbió la imagen dorada de Marbella
Con apenas una semana de diferencia han muerto (figuradamente) dos Marbellas. La que fue destino de la jet set y del glamour trimillonario que disfrutó Luis Ortiz, marido de Gunilla von Bismarck y la que le sucedió, la de Julián Múñoz con la decadencia de la ostentación y el pelotazo.
No es que antes no hubiera «pelotazos» en la Costa del Sol, que los hubo de guante blanco, pero la del que fuera novio de Isabel Pantoja tenía un lema «dientes, dientes que les jode» y su propia identidad, lo «ostentoreo». Fue precisamente la tonadillera la que destapó la caja de Pandora y enturbió la imagen dorada que había comenzado a diluirse con la llegada del mentor de Julián Muñoz, el insigne precursor de las mamachichos y los discursos desde un jacuzzi, Jesús Gil.
En una Marbella había caviar en cucharas de oro y en la otra pollo a la Pantoja. No es clasismo, son dos mundos. El del que se crio en la opulencia y el que la veía y cuando le llegó el turno quiso emularla, pero sin perder la costumbre de ir al súper en chándal y arreglá con todos los logos de las marcas caras, que no lujosas, reluciendo como los grifos de oro que tenía Kashogui en su barco Nabila.
Ese quiero y no puedo al estilo tío Gilito, pero sin escrúpulo en mostrarlo, destapó un armageddon que parecía oculto, pero que al parecer todo el mundo conocía. El despecho de una esposa abandonada por el marido que se nubla ante la estrella del folclore, Isabel Pantoja, y que se sienta «inocentemente» en los platós de televisión a destapar el chiringuito. Ella creía que, eso que alegremente contaba sobre su marido, era venganza, pero originó una caída de naipes en cadena.
Esas bolsas del supermercado, al que iban a comprar en chándal con tacones, llena de fajos de billetes que llegaban a su casa como si fuera un pedido de Aliexpress, destaparon una corrupción que acabó con alcaldes en la cárcel, botines de arte, colecciones de coches, relojes y hasta animales embargados por la justicia, concejales fugados y la que fuera «viuda de España» entre rejas. Y todo bien documentado con videos, millonarias exclusivas y fotos. Se desató el apocalipsis de la verborrea.
Hemos tenido culebrón con todos los ingredientes para un thriller de Netflix durante más de dos décadas. Ahora hasta el nombre de la trama corrupta merece una ovación; operación Malaya porque fue una tortura gota a gota. Hasta hoy que parece que esa época marrón puede que acabe con el fallecimiento de Julián Muñoz, el hombre que se subía los pantalones hasta lo más alto, sacaba dientes para provocar envidia y bajó a los infiernos por exceso de pollo a la Pantoja.