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Tímida, detallista y amante de la velocidad: la personalidad real de Isabel II, según su asistente personal
En su primera entrevista para un periódico británico, Samantha Cohen habla de sus 18 años de servicio real y sus mejores recuerdos
Tras 18 años de fiel servicio, Samantha Cohen puede afirmar ser una de las personas que mejor conoció a Isabel II. Fue su asistente personal durante dos largas décadas, tiempo en el que la relación fue cada vez más estrecha y se convirtieron prácticamente en familia. Aprovechando la inminente gira real de Carlos III y Camila por Australia y Samoa, la joven concede su primera entrevista a un medio británico y desentraña cómo era en realidad la inolvidable Reina británica.
Familiar y cercana
Samantha Cohen, conocida como Sam por sus amigos, quien realizó tres giras por Australia con la Reina en 2002, 2006 y 2011, vio a la Reina casi todos los días, pero es modesta al hablar de su estrecha relación y la describe simplemente como un vínculo «único». «Fue muy respetuosa siempre», reconoce. «No había favoritos. Sentí que mi trabajo era hacerle la vida lo más fácil posible. Fue una jefa increíble» que hizo todo lo posible por complacer a la joven familia de su empleada.
Ella y su marido, Richard Halle, tienen tres hijos adolescentes, que ahora tienen 13, 16 y 19 años. Durante su estancia en palacio, la familia se trasladaba a menudo a cualquier lugar donde residiera la monarca, pasando la Navidad en Sandringham, Norfolk; los veranos en Balmoral, Escocia; y la Pascua en Windsor, como la Reina.
Plenamente detallista
Cohen almorzaba y cenaba a diario con la Reina y el Príncipe Felipe cuando ella estaba de servicio en Sandringham, Balmoral o Windsor, y recuerda que su acento australiano encantaba a Felipe. «Siempre me decía: 'Di que no', y yo le decía que no y él se reía. 'Dilo otra vez'. Yo le decía que no. No podía superarlo cuando se reía».
Además, apunta que la Reina era increíblemente amable y «nos daba todos los regalos de Navidad, escribiendo a mano las etiquetas». Es más, cuando la familia real —y Cohen— se trasladaron a Balmoral, la Reina le cedió el uso de Craigowan Lodge, una casa cerca del castillo donde se alojaban la Reina y Felipe cuando no estaba allí al resto de la familia
«Sandringham era un lugar encantador porque nos dieron una cabaña, así que podíamos llevar al perro. Nos hicieron sentir muy bienvenidos, como si fuéramos parte de sus vidas», explica.
Tímida y sin ego real
Cohen asegura en su entrevista que la Reina era «una persona tímida» que apreciaba la privacidad y el refugio de Balmoral. «Quería ser una mujer de familia. Era importante para ella», explica. «Le encantaba recibir a todo el mundo durante el verano, asignar las habitaciones y revisarlas ella misma».
La Reina no tenía «ego», a pesar de ser una de las mujeres más famosas del mundo. «Siempre me llamó la atención que en un mundo como aquel donde había todo tipo de personajes que entraban al palacio, la Reina era la antítesis de la celebridad», dice. «Ella era la maestra. Entendía que este era su papel. Se lo tomó muy en serio y lo interpretó a la perfección. Pero sabía que era algo independiente de ella como persona. Nunca se emborrachó con el encanto, nunca se exhibió, nunca tuvo la tentación de pavonearse. Eso me encantó mucho de ella, porque no tenía ego».
Amor por la velocidad
Cohen también recuerda el amor de la Reina por la velocidad al volante. «Era valiente. Conducía a toda velocidad por Balmoral. Dejaba a sus pasajeros de los nervios y completamente blancos». Aunque los coches no eran su única pasión. Cohen recuerda cómo algunas mañanas, cuando estaba preparando los cereales para el desayuno, los niños decían: «¡Mamá! La Reina acaba de pasar a caballo. Otras veces, se la cruzaban en bicicleta» y en todas las ocasiones iba todo lo deprisa que su modo de transporte le permitía.
Devoción por Australia
Cohen vio a la Reina más feliz cuando no estaba de servicio, pero asegura también que disfrutaba de las giras por Australia. «Le encantaban, le encantaban, era palpable», incluso cuando «la relación evolucionó» y el movimiento republicano creció. «Creo que para ella fue bastante relajante estar en Australia, porque había menos protocolo».
«Siempre he dejado claro que el futuro de la monarquía en Australia es una cuestión que ustedes, el pueblo australiano, y solo ustedes deben decidir por medios democráticos y constitucionales. No debería ser de otra manera», explicó la propia Reina en un discurso en una de sus visitas a Sídney.
Visitaría el país varias veces más, siendo la última en 2011, a los 85 años. Aunque en aquel momento no se habló de ello, muchos sintieron que sería su última oportunidad de verla y acudieron miles de personas. «Se sintió abrumada por la cantidad de gente que acudió», explica Cohen, que vio a su jefa tan aguda en política como en saberes populares locales. «Era una mujer de campo, así que podía hablar con la gente sobre ganado, caballos y perros, y se sentía igualmente cómoda en el Parlamento. Conectaba con todos los ámbitos de la vida y escuchaba, realmente escuchaba. Ese era su superpoder».