Fundado en 1910

Sandra Segimón, presidenta de Sushita: «El retiro de Emaús es mejor que Harvard o el IESE»

La fundadora del exitoso grupo de restauración charla con El Debate sobre las claves de su negocio y la importancia de la fe católica en su día a día

De niña soñaba con ser empresaria y no le costó demasiado encontrar su camino y su nicho de negocio. Sandra Segimón recibe a El Debate en el restaurante Monsieur Sushita, de la calle Velázquez, para relatar cómo fundó un imperio gastronómico a finales de los 90, que hoy cuenta con ocho restaurantes y más de 400 empleados. Le acompañan en esta aventura su hermano José Manuel y su socia Natacha Apolinario. Hablamos con la reina del sushi.

–¿Da miedo emprender y lanzarse a montar una empresa con los riesgos que conlleva?

–Mi padre es empresario, él estaba en el sector inmobiliario, y en casa, siempre se hablaba del mundo de la empresa. Y yo siempre quise ser empresaria. Desde muy jovencita, pues al principio monté una cosa de ropa, luego siempre estaba en negocietes y por otro lado, me encantaba el diseño. Siempre estaba dibujando maniquíes, creando ropa. Eran las dos cosas que más me divertían.

–¿Y cómo llega el interés por la gastronomía?

–Yo estudiaba en Londres, vivía sola en un apartamentito y cocinaba fatal. Llamaba todo el tiempo a una empresa, Room Service, que tenía en el catálogo 20 restaurantes buenos. Y cuando llegué a Madrid hice algunas entrevistas de trabajo, pero no me cogieron para ninguna. Empecé con el runrún de por qué no montar con mi hermano José Manuel y otra socia una empresa para hacer delivery de restaurantes.

La empresa de reparto a domicilio es entonces el germen de todo.

– Fuimos los primeros en hacer delivery de japo en España, vendíamos un montón. Un día, uno de los dueños de un restaurante nos puenteó e incluyó un cartel, en el que anunciaban que ellos empezaban a hacer sus propias entregas. Entonces ahí decidimos coger a un cocinero japonés y empezamos nosotros también a gestionar una cocina y fabricar nuestro propio sushi.

José Manuel, Natacha y yo viajábamos mucho y entonces vimos que en Nueva York estaban todos estos delis, supermercados como de barrio, que tenían bandejas de sushi. Decidimos presentárselo al grupo VIPS. Empezamos con ellos y de ahí ya con todos los clientes de la gran distribución, o sea, El Corte Inglés, Carrefour, Alcampo y el resto de las cadenas. Y ahí es cuando constituimos Sushita, en el año 1999.

–Y luego el siguiente paso son los restaurantes.

–Sí, pero fíjate qué curioso que siempre es un poco nuestra reacción ante un problema grande el que nos hace crecer y reinventarnos. En el 2015 uno de nuestros grandes clientes, por un desacuerdo de precios, cambia el director de compras de la cadena y decide que Sushita ya no sigue vendiendo. Nos tenemos que reinventar, porque si no teníamos que echar a casi un 25% de la plantilla. Y abrimos nuestro primer restaurante al público, que fue el de Alberto Aguilera. Y ahí es el comienzo, un poco de toda la cadena de restaurantes. Hasta ocho.

Sushita Cabana, en Aravaca

–Y todos muy diferentes, cada uno inspirado en diferentes ciudades.

–El concepto fue muy rompedor, porque nos alejamos de todo lo que significaba sushi bar. Nosotros queríamos un sitio mucho más abierto, porque en ese momento, todavía era un poco para frikis la comida japonesa, no a todo el mundo le gustaba. Y entonces hicimos un restaurante que pareciera que te encontrabas en París o en Londres. Buscamos una carta un poquito más suave con noodles o tataki de de solomillo. Algo de fusión. Y tuvo mucho éxito.

-¿Vais a expandir el negocio fuera de Madrid?

–Vemos que hay un montón de gente de provincias, incluso de fuera de Madrid, de París, de Londres, de distintos sitios que viene a vernos aquí. Málaga es la ciudad que hemos elegido como primer restaurante fuera de Madrid.

Sushita Green, en La Moraleja

¿Cuáles son los valores de la empresa Sushita?

–La innovación es uno de los valores más importantes. Siempre hemos sido los primeros en algo; en hacer delivery de japo o vender la bandejita de sushi. La familia es otro valor. Nosotros siempre decimos que si hay alguien dentro del equipo que tiene algún problema gordo, ahí estamos el resto para apoyarle. La meritocracia es otro valor importantísimo. Esta historia es posible, porque hay un montón de gente que se deja la piel y esos son los que tienen que crecer dentro de la organización. Y luego el respeto. Tenemos una cantidad de gente que procede de todas partes del mundo.

Natacha Apolinario (izda.), Sandra Segimón y José Manuel Segimón, en Monsieur Sushita

–¿Y cuál es la importancia de la fe católica en tu día a día?

–Hace seis años, yo hice el retiro de Emaús. Cuando salí, era una persona mucho más capaz de gestionar personas, tenía el foco puesto en las personas de la organización. Siempre me habían importado, pero ahora me importaban a otro nivel. La historia de Sushita es para que esas personas fueran más capaces de desarrollarse, para que tuvieran más apoyo. Antes de Emaús yo era un poco dura y demasiado exigente conmigo misma, porque al final toda esta historia exige mucho esfuerzo y trabajo. Y eso yo creo que fue el cambio. O sea que mejor que Harvard o el IESE. Y no digo que no a Harvard en algún momento, pero creo que Emaús es una gran escuela también de cómo hacer las cosas profesionalmente. En Emaús, te enseñan a no juzgar a las personas.

Siempre encuentras ratitos para rezar.

–Intento salir a las 09:30 de casa. Me enchufo a Radio María en el coche y voy escuchando el Rosario y llego con mucha más paz a la oficina. Yo medito rezando el rosario. No sé meditar de otra manera. Y me da mucha templanza. Llego a la oficina preparada para afrontar el día.

Y da un poco de pena que a veces intenten arrinconar a los que viven la fe católica abiertamente.

–No nos tenemos que aguantar ni avergonzarnos los que tenemos claro que con Dios se es feliz y sin Dios no se es feliz. Yo me he dado cuenta ahora, en Lourdes en la peregrinación, cómo esos enfermos que no pueden hablar bien, que no pueden andar, que tienen unas minusvalías brutales, cómo son capaces de ser inmensamente felices, cuando tienen a Dios en su vida. Lo que pasa es que no está de moda hablar de todo esto. Vamos a ver si lo conseguimos poner de moda, porque tenemos que contagiar a las nuevas generaciones. En el entorno de mis hijos me admira muchísimo cómo están de comprometidos con muchas causas. Mi hijo Pablo se fue a Costa Rica a cuidar niños, con el Padre Pablo Escrivá de Romaní.